ENTREVISTA
“Hay que pensar Arrecife en global, no dejar bonito el Charco y pasar del resto”
  • Bárbara Müller, arquitecta y artista

Bárbara Müller, en el Charco de San Ginés. Fotos: Adriel Perdomo.
ENTREVISTA

“Hay que pensar Arrecife en global, no dejar bonito el Charco y pasar del resto”

Bárbara Müller, arquitecta y artista

Myriam Ybot 4 COMENTARIOS 16/09/2024 - 06:51

Dice Bárbara Müller que a Lanzarote la trajo el viento, que es parte sustancial en su vida. Nació en Lomas de Zamora, al oeste de Buenos Aires, y con un año se trasladó con su familia a la Patagonia, cerca de Península Valdés, una reserva natural barrida por permanentes corrientes de aire. Luego de viajar por el mundo cohabitó feliz con la tramontana barcelonesa, hasta conocer Lanzarote y hacerse definitivamente alisio. “Siempre es el viento o la nada”, resume con complacida aceptación.

-¿Cómo fueron aquellos primeros años imparables de viajar por el mundo, que acabaron con su mudanza a Lanzarote?

-Después de dos años de estudios preparatorios para cursar Arquitectura en Buenos Aires, con 19 años me fui a Suecia por intercambio de trabajo. Viví con mis tíos y con ellos viajé por Europa, al tiempo que trabajaba en un despacho de arquitectos. Entonces sentía que necesitaba tocar la materialidad de las construcciones, que los zapatos me quedaban chicos y tenía que conocer el mundo; recorrí el continente, Francia, Italia, Holanda, empapándome de cuanto veía. Hasta que finalmente me decidí a hacer la carrera en Barcelona, para lo cual tuve que repetir la Selectividad española. Durante aquellos años, compartí piso con estudiantes Erasmus de todas partes, pues uno de los criterios para alquilar las habitaciones era no repetir nacionalidad, e hice de todo, cuidar nenes, dar clases de español a extranjeros, hacer barbacoas en las catas de cava de la bodega de una compañera... Así me pagaba la facu y seguía viajando. Y aprendí que todas las personas somos diferentes y somos iguales.

-Y en la universidad conoció al arquitecto lanzaroteño Martín Martín.

-Lo conocí cuando llegué a Barcelona en 1991. Él estaba haciendo su último año y se iba a Argentina con un intercambio. Coincidimos en un taxi y le di una carta para mi familia; se puede decir que los conoció antes que a mí... Años después me ofreció venir a trabajar acá y cuando terminé de cursar vine y preparé aquí el proyecto final de la carrera, sobre la Patagonia. Un lío, porque tenía que mandar las correcciones por fax, no podía usar la biblioteca del Colegio de Arquitectos... En mi época como vocal de Cultura de la Junta Directiva, lo primero que hice fue abrir la biblioteca para uso público.

-Lanzarote era entonces un hervidero de construcciones turísticas y para residentes, que abría oportunidades de negocio en su sector, imagino.

-Lanzarote me gustó porque me hizo recordar la Patagonia, a lo mío, a la nada y al todo, yo qué sé, el paisaje del vacío, el viento... La playa de Famara es igual que la de mi pueblo, pero sin el risco. Estando en Barcelona se estrenó la peli Un lugar en el mundo, de Adolfo Aristarain, cuyo protagonista termina diciendo que el lugar de uno es aquel del que no se puede ir. Pues eso me pasó con Lanzarote. Y sí, ya con mis papeles de ciudadana alemana en regla, estuve trabajando en Playa Blanca y luego, diez años en el estudio de Martín Martín, en relación de dependencia (se ríe) y luego con otros despachos y por mi cuenta.

“Hago la polaroid del dibujo porque mis imágenes no se editan ni se manipulan”

-¿Cómo pasó del bloque al papel?

-Desde que empecé a vender mi arte y comprobé que podía vivir de él, estoy eligiendo mucho más los encargos como arquitecta, que son más bien obras de reforma e interiorismo que de nueva construcción. Desde pequeña siempre dibujé y lo hacía durante mis viajes de manera natural, porque mi padre también pintaba. He encontrado crónicas completas de mis recorridos en blanco y negro; el color no llegó hasta que empecé a vender, porque me lo reclamaba el público. Esta técnica de acuarela que reproduce instantes precisos, al modo de las fotografías, existía sin yo saberlo bajo la denominación Urban Sketchers, un movimiento pictórico promovido por un catalán en Seattle. Hace ya ocho años creamos Urban Sketchers Lanzarote; nos reunimos una vez al mes para dibujar y puede apuntarse quien quiera. Cuando de manera espontánea, por placer, empecé a recrear sobre el papel los espectáculos en Jameos del Agua, en el Teatro Insular o en festivales como Sonidos Líquidos, y me reclamaban la venta inmediata, allí mismo, entendí que era una oportunidad para vivir de una actividad que me apasiona.

-Ahora se la conoce (y reconoce) por sus acuarelas de la Isla, que expone y vende por encargo, y en mercados de arte y artesanía.

-Tengo dos líneas de trabajo. Por una parte, con mi hermana, que tiene el carné de artesana, trabajamos la venta de objetos de papel maché, bisutería de porcelana fría y mis acuarelas en distintos mercadillos y mercados de arte y de Navidad. Ofrecemos pendientes, pulseras, lapiceros, cajitas... siempre estamos innovando y es todo original. La línea inspirada en las tuneras funcionó muy bien, igual que la colección Atlántico, con los colores del mar. Y los imanes siguen siendo un éxito: pinto el dibujo en el momento y luego hago el imán con esa imagen única. Y también por encargo me están saliendo crónicas de bodas, encuentros familiares, eventos... Ahora estoy preparando una serie con el equipo de natación sincronizada.

-¿Como álbumes de fotos a la acuarela?

-Eso es. La polaroid del dibujo, lo llamo yo, porque las imágenes no se editan ni se manipulan, toda la verdad de la escena está contenida en la acuarela. El día en que una amiga me pidió un par de dibujos de su boda y le entregué 17, arrancó este nicho de negocio, que es lo que más me gusta. Reproduzco momentos importantes de la ceremonia, la preparación de la novia, los grupos familiares y de amigos, y lo reúno todo en un álbum artesanal. También hago marcalibros y recuerdos de las comuniones y cosas así.

-Además, es pionera en la venta ambulante en La Graciosa. ¿Cómo ha vivido la popularización de la Octava Isla como lugar de veraneo?

-Empecé a ir a La Graciosa en el invierno de 2008, con un pañito y mis dibujos, lo básico. Pero como luego en verano estaba todo el mundo ahí, apelotonado, el Ayuntamiento se decidió a ordenar un mercadillo y entré con otros ocho puestos, porque tenía todos los papeles; como por los requisitos soy artista y no artesana y no puedo tener carné, cuando me pongo solo con mi trabajo, pago igual que si vendiera chuches. Respecto a La Graciosa, creo que se ha perdido aquella sensación mágica de los muros blancos que terminaban en calles de arena. Hay demasiados coches aparcados delante de las casas y la percepción no es la misma. Cuando vine los primeros años, por ejemplo, la gente usaba carretillas, y eso era lo que marcaba la diferencia, un ritmo distinto para todo. Ahora los taxis van súper rápido porque quieren llevar más turistas... Y lo cierto es que, al menos este verano, los visitantes han sido menos y de recursos mucho más limitados. Lo hemos notado todos los negocios. Aunque no podría asegurar si es consecuencia de la masificación de las últimas temporadas.

“En mi época en el Colegio de Arquitectos, abrí la biblioteca para uso público”

-En calidad de arquitecta, ¿qué opina de la marca Lanzarote y de los proyectos que buscan recuperar la estética manriqueña?

-La ventaja de una línea estética basada en el blanco en arquitectura es que, tanto la buena como la mala, pasan más desapercibidas; y lo cierto es que otorga una armonía indiscutible. Pero aparte de eso, hay un montón de cosas que hay que repensar en Lanzarote, porque manteniendo los colores permitidos, pero cambiando los materiales, por ejemplo, se puede ser más innovador. Por sostenibilidad ya no podemos usar piedra de Lanzarote, de acuerdo, pero hay otros materiales que pueden simular el mismo color y mantener la estética imperante. Y resulta que, como encaja en la paleta de colores, hay pueblos que han alicatado por completo sus fachadas para evitar la corrosión de las humedades, sin que nadie haya dicho nada. Cuando haces una obra nueva, te controlan al milímetro, pero después, cada uno hace lo que quiere. Cuando llegué acá me llamó mucho la atención que, una vez terminabas una obra, estaba súper asumido que la propiedad techaría o cerraría el patio de luces, que es obligatorio por Ley por algo, porque sirve para ventilar, por ejemplo. Luego mira, cuando pasó la pandemia todo el mundo quería patio…

-Y como vecina de Arrecife ¿qué propondría al Ayuntamiento para mejorar la imagen y la habitabilidad de la capital?

-Hay cosas que están muy bien, pero es una ciudad en cambio permanente y no siempre el más acertado. Vas conduciendo y de repente una calle que iba en un sentido ahora va para el otro; yo no viví eso en ningún lado del mundo y acá lo viví muchas veces. Y no hablemos de la avenida... Hay que pensar la ciudad en global, no dejar bonito el Charco y pasar del resto, o poner los contenedores de la basura justo enfrente de la ballena, donde todo el mundo va a sacarse la foto. También me parece extraordinaria la falta de coordinación entre administraciones respecto a las actividades culturales, o la producción interminable de informes, concursos de ideas y proyectos que se financian con dinero público pero nunca se ejecutan. Yo misma, con el estudio de Martín Martín o por mi cuenta, he participado en varios que han quedado en nada.

Comentarios

Muy buena reflexión sobre la isla, se nota que esta mujer tiene mundo y no tiene miedo de opinar sobre lo que piensa acerca de donde vive.
Será esta señora una artista, pero si pone al Charco como ejemplo de estar bien, me parece que solo viene al Charco de noche .
Al comentario 2: Creo que ella puso El Charco de ejemplo, por ser un lugar emblemático de Arrecife, en zona donde confluyen distintos intereses, incluidos políticos, y por eso, olvidarse del resto de las zonas del municipio. Supongo que es como pensar que Arrecife sólo es el centro y los barrios son zonas de segunda clase. No se puede intervenir en mejorar una parte y olvidarse del todo.
El charco bien? Debo vivir en una realidad paralela entonces.

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Diario de Lanzarote
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