0 COMENTARIOS 12/09/2024 - 05:54

El curso político arranca en un clima enrarecido, contexto que se ha tomado una tregua por la bonanza derivada de un turismo que ha inflado las velas de las economías canaria y española. Con la recaudación fiscal en cifras de récord, las cuentas de las administraciones isleñas han alcanzado un nivel de saneamiento cercano a la trampa de la liquidez: más de un alcalde se ruboriza ante el estado de las cuentas corrientes de su ayuntamiento y la incapacidad, legal o práctica, de gastar (y gastar bien) los amplios recursos disponibles. El corsé derivado de la pasada crisis y sus consecuencias normativas, como la Ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera vigente desde 2012, han generado esta peculiar situación de exuberancia contable. Se trata de una norma que todo el mundo critica, pero nadie intenta modificar y aún menos derogar, lo que quizá tampoco sea tan malo, al fin y al cabo, porque son conocidas las desastrosas consecuencias de destinar ingresos extraordinarios a gastos estructurales. Y lo cierto es que, aunque nos mecemos en el arrullo de la bonanza turística, hay algo en la memoria que invita a la prudencia y en algunos casos también al fatalismo. Esto ocurre porque la situación política es endiabladamente compleja.

Como punto de partida, desaconsejo formular pronósticos sobre los acontecimientos de los que hablaremos en unos meses. ¿Se mantendrá la actual mayoría precaria de gobierno en España o entraremos en el tiempo de descuento de la legislatura? ¿La economía se mantendrá fuerte, amparada por la demanda externa de servicios turísticos y la superación definitiva de la crisis inflacionista, o estamos en la antesala de una recesión que se vislumbra en lontananza? ¿El embrollo catalán encontrará un cauce de salida razonable o se mantendrá en el bucle insoportable del proceso soberanista fallido y paralizante? ¿Qué nuevos episodios deparará el serial judicial que en varios frentes (amnistía, caso de Begoña Gómez) anima las salas, los parlamentos y las tertulias de España? ¿Cuál será la evolución patria de esa extrema derecha que amenaza con sabotear la estabilidad política a escala planetaria? Son muchas preguntas sin respuesta, y a ellas podríamos añadir otras circunstancias lejanas, pero no ajenas, como la evolución de las guerras en curso en Gaza y Ucrania, que son auténticas pesadillas geopolíticas. También las reñidas elecciones presidenciales en EEUU, que adquieren proporciones sistémicas en caso de victoria de Donald Trump. Pensamos que no nos afecta, pero lo hace, y mucho. Esto tampoco es nuevo en la historia de las Islas, siempre conectadas con la evolución de los tiempos a escala mundial.

Para Canarias, el asunto en boga es la gestión de la crisis migratoria, un asunto sin duda dramático, pero también gestionable. Esta cuestión envenena la política europea, en un ejercicio clásico de disfunción entre los hechos y su percepción, porque la eficacia de la política migratoria en la UE ha mejorado en tiempos recientes, y todo ello basado en principios marcados por la dureza, no por la solidaridad. La llegada por mar a Grecia e Italia se ha visto reducida de forma sensible, y también se ha cerrado la vía oriental con la que Bielorrusia, el lacayo de Putin, presionaba periódicamente a Polonia.

Siempre me acuerdo de las palabras de Mark Twain: “La Historia no se repite, pero rima”

Queda la ruta atlántica, menos ruidosa en el debate mediático europeo, pero igualmente mortífera. Si, tal y como reclamamos en Canarias, se cierra esta vía por las gestiones conjuntas de Sánchez y Von der Leyen, miraremos al mapa del continente en busca de nuevas vías de salida, igualmente crueles y peligrosas. Solo en el campo de refugiados de M’berra, en la frontera entre Mauritania y Mali, se concentran 110.000 refugiados de este segundo país desangrado por la guerra, el extremismo religioso, los golpes militares y el papel de los mercenarios. ¿Alguien duda de que buscarán camino, como también lo harán los residentes en Sudán, el país que mejor expulsa a sus habitantes de todo el planeta? Jugamos una partida global, amigos.

Cabe la tesis de que nuestra sociedad, sometida al oleaje permanente del ciclo de noticias de 24 horas y las redes sociales toxificadas, asuma en el presente más asuntos de los gestionables por un cerebro en buen estado de revista. Eso explica también la polarización del debate político, la diferencia abismal de las conclusiones en los medios de comunicación y la crispación que se apodera de las conversaciones cívicas. Vivimos, en ese aspecto, tiempos bastante parecidos a los de hace un siglo, el periodo de entreguerras que sirvió de caldo de cultivo para los totalitarismos de distinto siglo. Fueron años de disfrute efímero, de desinhibición en el ocio, de creatividad cultural y artística, de burbujas económicas y monetarias, de intransigencia ideológica, de racismo y nacionalismo en expansión, de mensajes en defensa de utopías teóricas devenidas en infiernos reales. Los años del hombre nuevo fueron el preámbulo de la hecatombe. No me atrevo a pronosticar una repetición de hechos tan lúgubres, que obviamente no deseo, a la vuelta de este verano plácido. Pero siempre me acuerdo de las palabras de Mark Twain: “La Historia no se repite, pero rima”. Permaneceremos atentos, es todo lo que podemos hacer en el mundo que nos ha tocado compartir.

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