Palabras en lo público
Conocemos la teoría que predica que las palabras son sólo eso, y conocemos la práctica que colisiona con la afirmación anterior, en la medida de su valor y el daño que la entonación, la elección, y la forma de decirlas puede llegar a producir.
La psicología tiene mucho que decir de su utilización como estrategia para determinados logros, y también sobre el extremo contrario, referido a la falta de valor de las palabras, con el objeto de reconducir espíritus atormentados a los que las palabras de los demás atrapan.
Sabemos de la influencia de los discursos totalitarios de cualquier color político, y cómo estos enardecen a las masas, y todos somos conscientes de las palabras mal entonadas que separan familias, enturbian relaciones, y dinamitan el prestigio de terceros en el ámbito laboral, personal, profesional... Cómo las sentencias repetidas agigantan el abismo entre personas, tanto como para transmitirlo a la generación siguiente.
Las palabras, por tanto, tendrán el valor que nos interese en función del buen o mal uso que se haga de ellas. Si su utilización conduce al odio, a la xenofobia, no se les puede quitar la importancia que tienen para los que son objeto de descalificación, pudiéndose incurrir en responsabilidad penal por incitación al odio o la violencia. Parece posible, por tanto, alcanzar un acuerdo sobre su valor, pero no llegaremos a consenso alguno sobre cuándo debemos restárselo u otorgárselo en función del grado de afección a lo que nos interese. Ni siquiera hay un acuerdo posible sobre si las palabras, incitaron tanto al odio y calaron de tal manera, que se cometieron atrocidades que, aunque la historia, los testimonios de los supervivientes y las imágenes se encargan de que no olvidemos, algunos aún niegan la existencia de holocausto.
Dentro y fuera de Venezuela, en función de la filia o la fobia con el régimen de Maduro, las palabras televisadas de cada día del mandatario bolivariano, están cargadas de razón para unos, y generan persecución y violencia para otros. Los medios las amplifican, las redes las difunden y las hacemos nuestras o no, actuaremos bajo su influencia o no.
Si tuviéramos la certeza de la falta de valor de algunas palabras y de la ausencia de daño de las mismas, algunas no las pronunciaríamos de determinada manera. Llamar indecente a alguien con dimensión pública a la cara, sabiendo que lo escuchan millones de personas, es una acción medida. Lo que no medimos es la calidad mental de quien nos escucha, y, liberados de responsabilidad tras haberlas pronunciado, calificando lo que hemos dicho como intenso y vibrante, y que lo piensan millones de personas, nunca vamos a saber cómo ha calado esa suerte de acorralamiento con palabras en una mente frágil cuando ha propinado un puñetazo al objeto de nuestra acusación.
Comentarios
1 Tortuga boba Vie, 18/12/2015 - 18:15
2 morerita Vie, 18/12/2015 - 19:01
3 Tortuga boba Vie, 18/12/2015 - 19:18
Añadir nuevo comentario