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“En el isleño se produce un proceso de apropiación de su territorio”

Francisco Jarauta, filósofo

Saúl García 0 COMENTARIOS 27/12/2024 - 06:54

Cerró las charlas que organizó la Muestra de Cine de Lanzarote sobre el concepto de isla en la sede de la UNED. Jarauta habló sobre el imaginario de las islas.

-¿Cuándo surge el concepto de la insularidad? No el geográfico...

-Es una larga historia. Si acudiéramos a una fuente de información como es la cartografía, nos encontramos con que el mundo antiguo está poblado de islas. El primer mapamundi ya se hace en el siglo XVI, por un señor llamado Ortelius que trabaja en Amberes. Justo a su lado están las primeras imprentas y se atreve a publicar un Orbis Terrae. Es la primera vez que el hombre intenta situarse en el mundo. Nuestro amigo Ortelius no ha viajado, pero recibe las informaciones de los viajeros y ya en el XVII, sobre todo los holandeses, que son grandes marinos mercantes, comienzan a construir las esferas y no había una persona burguesa que no tuviera un Orbe terráqueo en su casa y, jugando a las ilusiones, decir: yo estoy aquí. Las islas nacieron con la literatura del mundo antiguo. Normalmente eran lugares protegidos, misteriosos y en ellos se depositaban los sueños. Aquellos sueños que no habían llegado a ser realidad pasaban a ser como sueños dormidos que despertarían un día en las islas. Además, en la iconografía medieval aparecen cantidad de monstruos rodeando las islas, protegiéndolas, defendiéndolas. En el famoso animalario gótico, esos que están en las gárgolas de las catedrales, también estaban en el mar y allí aparecen como testigos. Además, cuando nacen las ideas utópicas, normalmente las utopías se sitúan en islas, pero nunca se supo en qué lugar podría estar el paraíso. Me he atrevido a decir alguna vez que en Isfahan, una de las ciudades de la antigua Persia. Si existió el paraíso debía de estar por ahí. Pero se colocan en las islas relatos inaccesibles que nadie puede verificar y que son fundamentalmente relatos utópicos. Paraíso y utopía.

-Entonces las islas, el imaginario sobre las islas, siempre se ha construido desde el continente, por alguien ajeno a una isla.

-La mirada sobre la isla es la clave. Está construida por alguien que las ve desde fuera, no hay relato desde la isla, excepto cuando en 1516 Tomás Moro publica Utopía. Llega una isla a tierra firme, hay un personaje que desciende de la isla, le saludan, lo reciben y le preguntan ¿de dónde viene usted? “Vengo de una isla”. ¿Cómo se llama esa isla? “Se llama Utopía”. Entonces es cuando en la literatura moderna se cruza literatura e historia. ¿Y cómo es Utopía? Y allí comienza el capítulo dos del libro. Comienza diciendo algo anacrónico, que en la isla de Utopía no existe la propiedad privada. Es un terremoto en el mundo de las ideas sociales, todo es común, no hay propiedad privada. El inicio, podríamos decir, de las islas vistas desde sí mismas o desde los propios isleños, empieza con Tomás Moro. Evidentemente lo precedieron relatos fantasiosos, la literatura de viajes. El principal viajero de todos se llamaba Marco Polo, que hace la gran ruta y regresa a Venecia y luego publica, estando en la cárcel de Génova, un libro escrito en francés, el Libro de las Maravillas. Hay que esperar al siglo XVIII, cuando ya los viajeros comienzan a mirar de otra manera y obtienen una información fundamentalmente de cómo eran los llamados titulares de las islas y de las tierras. Los libros de conquista comienzan a dar detalles de la organización social, de sus rituales religiosos, de sus lenguas y comienza a crecer en la parte continental una curiosidad que se puede llamar etnográfica. Y comienzan en las academias o en las expediciones científicas a recuperar lo específico de esas comunidades donde hay una gran mezcla de asuntos y sobre todo con una disciplina que no ha registrado bien sus métodos de trabajo. A finales del siglo XVIII ya comienza a haber una multiplicidad y hay libros fundamentales, aunque antes y en el campo español no hablamos de islas propiamente, sino de espacios de otras civilizaciones. Se plantea el tema político jurídico de los derechos. Bartolomé de las Casas, el gran jurista de la Universidad de Salamanca, ya plantea los derechos de los indígenas. Pero esto no es una isla, es ni más ni menos que la cultura azteca. Estamos en México, obviamente. Es muy curioso que el primer libro sobre los océanos es de 1870. Los navegantes fueron trazando rutas que se iban borrando con el agua, pero iban secretamente registrándose en los libros de navegación. Se llega ya ahora a un momento en el que camino de América están las Afortunadas y aquí se atraca para recuperar viandas. Para el último gran tramo del viaje los portugueses utilizarán Cabo Verde y harán también la parte norte, Madeira. Y luego ya los holandeses, pirateando, cruzarán unos y otros. Sin islas no hay viaje porque las distancias tienen una medida que necesita del avituallamiento. Pero ya tenemos que esperar a historias mucho más recientes sobre la identidad de las islas. Los franceses tienen un imperio colonial que es la Polinesia. Los holandeses llegan a Yakarta y construyen allí sus grandes organizaciones de la navegación porque tenían que regresar y para ir y volver necesitaban barcos con resistencia. Crece la cartografía. Entonces ya con informantes propios van dibujando los mapas de lo que es y no de lo que se imaginaba ser.

“Las islas eran lugares protegidos, donde se depositaban los sueños”

-Y ese cambio de esa visión de las islas como algo misterioso, tenebroso o peligroso a la visión romántica de las islas como un paraíso, ¿cómo se produce?

-Ese cambio se da precisamente por el conocimiento que se va teniendo sobre las islas. Digamos que el romanticismo juega con una cierta estética de lo sublime, donde la isla pertenece a las zonas de sombra, no al gran mar abierto, sino que allí se refugia una cierta no transparencia. Los caminantes románticos van descubriendo, pero el romántico, propiamente dicho, viaja pero se queda en tierra firme. Las islas del norte que pinta Friedrich, por ejemplo, representan un universo enigmático. Y hay todo un viaje de historias donde van apareciendo, pero ya los mares están poblados de naves que van en todas las direcciones. Y en tierra firme, hablemos de Europa, solo aparecerán esos grandes almacenes de mercancías que más tarde nosotros llamamos ultramarinos.

-Ahora sigue siendo común que lo paradisíaco se sitúe en una isla, o que estén en el imaginario colectivo como el lugar al que retirarse a descansar, un sitio de máximo bienestar que ofrece la industria turística.

-Ha habido transformaciones cualitativas en un momento determinado, pero ya a finales del siglo XIX la isla se sitúa en el mapa de lo exótico. El ejemplo fundamental son los cuadros de Gauguin sobre los primitivos de Tahití, las mujeres semidesnudas, maravillosamente tranquilas, los hombres más en sombra, pero demuestran una especie de idea de exotismo. Y el Pacífico jugó el papel fundamental, porque ese es un asunto muy francés, no está tan centrado en la literatura británica. Y los franceses que aman ese orientalismo, esas formas más allá, no sabían si el Oriente iba por Constantinopla o había que seguir el Cabo de Buena Esperanza para llegar a la India y bajar después hasta Madrás. Yo he hecho esos viajes y me ha interesado muchísimo ver textos de los viajeros que iban abundando en este tipo de descubrimiento, pero se proyectaba sobre ese espacio, junto a lo exótico, la idea de felicidad, de algo paradisíaco. Aquí están bien situadas las Afortunadas, que prácticamente es el pasaje obligado para todos aquellos antropólogos, etnógrafos más que antropólogos, como más tarde van a ser los surrealistas, los Bretón y compañía, que antes de llegar a México pasan por Tenerife. ¿Aquí qué sacan? Pues más bien sacan lo que proyectan. No tienen una mentalidad etnográfica de registro empírico de lo que ven. No son como Levi Strauss que viaja por un Mato Grosso, sino que viajan con el pintoresquismo de lo que descubren. En este campo, la llegada a México gratificó todas las expectativas, porque era un país que se presentaba fundamentalmente como exótico. Y si todavía hoy visitamos el Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México, vemos qué esfuerzo científico tan inmenso se hizo para poder representar la complejidad de la cultura mexicana.

“El inicio de las islas vistas desde sí mismas empieza con Tomás Moro”

-Los isleños, por su condición, ¿tienen más asumido, más interiorizado, el sentido de los límites que los habitantes del continente?

-Digamos que juegan con ventaja. Ha habido dos procesos: un primer proceso que ya nace con los 80, que tiende a mostrarnos que todo queda como globalizado, es decir, homologado, sea Lanzarote o Singapur. Babel. Es todo lo mismo. Pues no es lo mismo. Luego hay un regreso a una especie de recuperación de lo particular, en este caso la isla se llama Lanzarote o La Gomera, El Hierro o Fuerteventura, cada una tiene esa particularidad y ya el individuo habitante de la isla, isleño, comienza a pensar que la isla es su territorio y lo que se produce ya no es una relación con el mundo, sino una relación con su territorio. Es un proceso de apropiación. Los límites del turismo, las avalanchas que inundan ciudades como Las Palmas... Aquí mismo (en Arrecife) me he fijado en la nacionalidad de cada quien, les he escuchado, me he sentado en una esquina y digo: pues aquí hay una especie de babel funcional que se desplaza buscando abandonar lo inhóspito de su tierra natal, pues pronto llegará el frío. O buscan algo que es compensatorio económicamente.

-Y no ya el concepto de la insularidad, sino el concepto del aislamiento es algo que los medios de comunicación y de transporte han hecho que cambie radicalmente en los últimos años. Se va difuminando ese concepto, ¿no?

-Sí, la idea de aislamiento es una idea más bien subjetiva y hoy pertenecemos a un mapa que está atravesado por flujos de comunicación impresionantes. Sobre la mesa hay como cinco grandes informes de las diferentes grandes corporaciones que dicen cómo serán las sociedades del año 2050. Todos coinciden en una valoración del factor más efectivo, determinante, a la hora de configurar tales sociedades, que será comunicación, comunicación y comunicación. Todo serán flujos de comunicación ante los cuales nosotros seremos usuarios. Y luego hay una dinámica que es cultural, que la cultura debe construir los elementos de la interpretación. Tenemos que ayudar a construir los mecanismos de interpretación porque si no, no tenemos futuro.

“A finales del siglo XIX la isla se sitúa en el mapa de lo exótico”

-Canarias tiene siete islas, ahora ya ocho, pero siempre hubo una más, que es San Borondón, que lleva siglos en el imaginario colectivo. ¿Cómo nace esa isla?

-Hay dos grandes enigmas. El San Borondón por el que venían los viajeros del norte, fundamentalmente, que podían ser normandos. Estaba San Borondón, pero estaba la Atlántida que también desapareció. Un sueño platónico que también pertenece a la mitología medieval. Y tienes una forma de explicar la llegada de los normandos, que si no fuera por San Borondón como gran capitán, se hubieran quedado por allá. San Borondón fue el gran capitán de la gran navegación. Yo he estado en Islandia y he visto esa falla geológica de la falla iberoamericana y de la asiática, que chocan y sale Islandia. Y allí, en el lugar más profundo, los vikingos construyeron el primer parlamento democrático, donde se intercambian las opiniones y deciden las guerras. Pero ahora nosotros tenemos que construir una mirada sobre la isla, sobre el mundo, sobre nuestro futuro, todo mezclado. Ahora convendría considerarnos más que como isla, como archipiélago, pero un archipiélago hecho de trocitos del mundo.

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