Nieves Rodríguez Rivera

La otra Navidad

Se alumbran de colores en estos días, las calles y plazas para festejar la Navidad y parece que compiten, los pueblos y ciudades, por cuáles hacen fiestas y dispendios más grandes. Entre tanto colorido y música, más propia del carnaval, no puedo más que pensar en toda esa gente que tiene que vivir en la calle, en una tienda de campaña, porque su pensión no le llega para tener una vivienda, en todos aquellos a los que su sueldo apenas le da para comprarse unos polvorones en esta Navidad.

Me gustaría creer que estas fechas es una posibilidad para pensar en los otros, en los que padecen y sufren, en los enfermos, en los dependientes que mueren esperando, en todas esas personas que reciben prestaciones y que viven indignamente, porque esta sociedad canaria, la suya, no ha sabido darle lo que se merecen, ni estar a la altura, ni hacer que ese hombre, que esa mujer, se sienta digno y respetado.  

No es posible que en Canarias todavía en pleno siglo XXI falte agua en algunos pueblos y ciudades, que haya gente viviendo en la calle, que la sanidad esté abarrotada, que la escuela esté abandonada, que sigan muriendo inmigrantes en nuestras costas y no pase nada, que no remueva estómagos, que no caigan cabezas, que nadie dimita, que nadie dé un golpe en la mesa y diga: hasta aquí llegamos.

Las luces, los brillos, el color, del árbol de Navidad, ni siquiera las campanas que anuncian un nuevo año harán cambiar la desafección, la antipatía, la desgana que siente la ciudadanía por unos políticos que no los representan.  El espectáculo diario de disputas entre unos y otros solo hace que alejar a los ciudadanos de la vida política, de aquellos que deberían ser los encargados de gestionar y solventar los problemas básicos de Canarias, quienes tendrían que estar trabajando por la gestión de lo público, de lo nuestro, de lo que por ley nos pertenece, de lo básico: techo y comida.

No basta con quejarnos, lamentarnos y sentir el dolor ajeno, hay que hacer sin dejarnos cegar por el brillo, las luces y los decorados, que no nos deslumbre el circo mediático y nos impida ver la desgracia en el ojo ajeno, la vida desesperanzada de quienes están al otro lado. Sí, soy una idealista, pero no renuncio a luchar y reivindicar lo nuestro, lo que nos pertenece, lo que quieren olvidar, lo que no se ve; hablar, escribir por los que no tienen voz. Ojalá estas fiestas se conviertan en reflexión, compasión, pero también, resistencia y lucha.  

Comprometerse es también no perder la esperanza en el ser humano, aunque a veces nos resulte bastante difícil tener esperanza en nuestros representantes.

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