Él pisó la Luna
Este año se celebra el 50 aniversario del Parque Nacional de Timanfaya. Si miro hacia atrás, allá cuando Timanfaya era un Centro Turístico, rememoro mi asombro ante un horno profundo con una parrilla rebosante de muslos de pollo y la novelería que suponía asar huevos en las cenizas ardientes de Hilario. Ya declarado Parque Nacional, la responsabilidad del primer empleo, al ser contratada por el viejo ICONA para realizar el censo vegetal. De esa época mi mente evoca el constante desgaste de botas, y la presencia de una sola vinagrera o calcosa (Rumex lunaria). Quién iba a prever que la planta que anotábamos en nuestras libretas a finales de los ochenta, se multiplicaría hasta el punto de ser un problema. Hoy la erradicación de dicha especie es una de las tareas sistemáticas y más costosas del Parque.
Sin embargo, la imagen más contundente que me viene a la cabeza cuando pienso en Timanfaya, no es la vinagrera, ni el horno. Si me dijeran, relaciona el Parque Nacional con algo o con alguien, inequívocamente, mentaría a Jesús Soto, porque cuando visito Timanfaya y hago la ruta en guagua, una y otra vez, me sigue maravillando el trazado excepcional ideado por Soto para la contemplación de los elementos volcánicos más singulares que contiene ese triángulo de 51,07 km² de lavas, islotes y montañas, declarado Parque Nacional, el 9 de agosto de 1974. Cautiva imaginar a Jesús haciendo camino por los inaccesibles malpaíses, pasando días y noches en ellos para pensar la ruta más adecuada y mágica. Algo me contó él, pero fueron sus compañeros de los centros turísticos a quienes escuché hablar de sus incursiones solitarias. Me pregunto si dejó escrito lo que pensó, sintió y escuchó entre la negrura de la noche y de las lavas.
Hay otro hecho del Parque que me lleva a pensar en Jesús. Creo que fue él mismo quien me lo contó. En su deseo y afán de declarar Las Montañas del Fuego, con restaurante incluido, Parque Nacional, el Cabildo de Lanzarote remitió a Madrid la solicitud junto a unas fotos del palmeral de Haría. La picardía se fundamentaba en que todos los Parques declarados hasta esa fecha tenían mucha vegetación. Esa anécdota, que marca un antes y después en la tipología de Parques Nacionales, la tengo grabada a fuego de volcán en mi memoria. Como dice el filósofo Josep María Esquirol, "Las palabras que viven en nuestra memoria maduran con nosotros. Son palabras hechas carne y pensamiento". Mi mente sitúa la escena de la conversación cerca del Taro. Cómo y por qué surgió allí, no recuerdo.
Lo que sí recuerdo bien es que fue en la Casa de los Volcanes donde conocí mejor a Jesús. Al principio me costó entenderlo, hablaba poco, era extraordinariamente enigmático, imprevisible. Trabajaba arduamente en poner a punto y abrir al público el que sería el centro de interpretación y promoción científica, en materia de volcanología, más importante de Canarias. Mi acercamiento a él se fue consolidando a base de compartir café, lo tomaba a litros. Yo con el tercer vaso sufría un baile de piernas que se prolongaba hasta llegar a mi casa.
En su afán por introducir las plantas autóctonas en la jardinería de Jameos del Agua, lo vi enfurecerse. Fui testigo de cómo arrancaba rosales recién plantados mientras argumentaba que los turistas ya ven rosales en cualquier parte del mundo. Jesús era filósofo, un ser sensible, muy inteligente, tremendamente ingenioso y huidizo. Cogía su coche y se iba una hora antes de que empezaran los actos públicos. Cuando las autoridades llegaban, él, artífice y creador, había desaparecido.
Ya jubilado, fue miembro del Consejo de la Reserva de la Biosfera de Lanzarote en representación del Gobierno de Canarias. Iba a todas las sesiones, en su asiento aguantaba los debates intensos de aquellos años, a pesar del dolor que le provocaba el cáncer que padecía.
Lástima no haber anotado sus conversaciones, sus palabras inteligentes y profundas, el porqué de colocar espejos que nos multiplicaban infinitamente. Todo lo que hacía tenía un porqué. Una de las últimas veces que lo vi, fue en la Cueva de los verdes en el año 2002, al ser reconocido Hijo Adoptivo de la isla de Lanzarote. Meses antes me había entregado una copia del diploma y una fotografía del premio que le habían dado en Madrid. El diploma lo enmarqué y colgué en mi despacho, reza así: "En agradecimiento a Don Jesús Soto Morales, por su contribución a la Conservación de los Parques Nacionales de España. Torla (Valle de Ordesa), 16 de noviembre de 1998".
Jesús del Carmen Soto Morales murió el 4 de mayo de 2003, al día siguiente yo cumplía 41 años con una nueva herida, la de su ausencia. Nunca he dejado de quererle. El 50 aniversario constituye una oportunidad para agradecerle con profusión su gran generosidad y amor a esta isla.
PD. Belén Gopegui escribió una belleza de texto, editado con formato libro en 2019, que se titula "Ella pisó la luna. Ellas pisaron la luna." En él la escritora reivindica el hacer oculto de las mujeres a través de la figura de su madre.
Comentarios
1 Anónimo Mar, 11/06/2024 - 15:11
2 Anónimo Mar, 11/06/2024 - 16:12
3 Ana Carrasco Mié, 12/06/2024 - 15:45
4 Anónimo Mié, 12/06/2024 - 15:56
5 Al 3 Mié, 12/06/2024 - 20:48
6 Anónimo Vie, 14/06/2024 - 14:20
7 Ana Carrasco Vie, 14/06/2024 - 20:37
8 Irma Ferrer Sáb, 15/06/2024 - 00:03
9 Mónica Pérez Sáb, 15/06/2024 - 11:34
10 Anónimo Sáb, 15/06/2024 - 20:32
11 Anónimo Lun, 17/06/2024 - 17:56
12 Anónimo Lun, 17/06/2024 - 23:22
13 Al anónimo Mié, 19/06/2024 - 17:52
14 Al 13 Jue, 20/06/2024 - 12:39
15 Al 7 Jue, 20/06/2024 - 15:21
16 Anónimo Jue, 20/06/2024 - 15:23
17 Al 13 Vie, 21/06/2024 - 19:25
18 Majorero Sáb, 22/06/2024 - 09:39
19 FJBarbadillo Jue, 26/09/2024 - 08:16
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