Marcial Riverol

Mi Rolex me lo pago yo

Tener gustos de rico es lo peor cuando alguien no llega y pretende que sus caprichos los paguen otros y que, a su vez, esos gastos sean imputados a la administración pública.

Aquí no hay nada supuesto, ni tan siquiera la presunción de inocencia. La trincona, la llamaban. Bolsos, relojes, viajes, joyas o servicio doméstico eran sus peticiones, para sí, para sus amigos y hasta para parte de su familia. Todo ello, en uso y abuso de su cargo público.

Que la pillaran no es algo que se le hubiera pasado por la cabeza. A su alrededor era -puede que lo siga siendo- una práctica común. Le llaman comisiones, mordidas, " qué hay de lo mío"..., y hasta, en tono jocoso, "impuesto revolucionario" como si la cosa tuviera alguna gracia. Dicen que, supuestamente, hasta autorizó una altura más en primera línea del Charco donde se hizo regalar un ático. Está por ver la veracidad de la noticia y descubrir lo que no sabemos de otras prebendas.
De una de sus "joyas" la que no lleva en la muñeca, el pabellón deportivo de Argana, seguimos pagando, a pesar de no tener esas instalaciones a nuestra disposición. El Ayuntamiento de Arrecife tendrá que desembolsar más de seiscientos mil euros para iniciar su adecuación.

No sé antes, pero ya en democracia ha habido maestros del cobro, alcaldes que hicieron su agosto y que movieron tan bien lo recibido que algunos hasta son empresarios de postín. Ella debió observar lo fácil que era y quiso su parte. Le perdió la reivindicación de "su derecho" a hacer lo mismo. De todos los colores políticos se lo llevaron, así sea de nuevas luminarias instaladas, del asfalto, de los árboles para ajardinamiento, de las licencias de grandes infraestructuras, de las obras públicas... Y no todos fueron pillados, ni aquí ni en Tenerife, por decir algo.

Los regalos pueden llegar y ser o no aceptados, pero si uno pone condiciones sobre qué regalos quiere recibir, no sé cómo se llama eso. No pensó en ser decente, ni en el servicio público que debía prestar, tampoco en su familia, en sus padres o en sus hijos. No consideró que sus hechos, de descubrirse, iban a marcarlos a todos de por vida. Nadie lo piensa cuando el tintineo del dinero fácil suena tan cerca. Los ha dejado señalados de por vida, al menos a quienes no participaron de semejante orgía de corrupción. Aquí, el olvido no es fácil y si finalmente la han sentado en el banquillo, pues no parece que estén todos los que son.

De sus acompañantes de banquillo, un tanto de lo mismo.

Comentarios

Pues yo no tengo Rolex, y menos el dinero para pagarlo. Y aunque lo tuviera, vaya pendejada teniendo uno la hora en el móvil.
Algunos familiares lo sabían y también trincaron su parte, deberían haberlos juzgado también, de hecho si ella es culpable los otros también lo son a título lucrativo, en fin todos unos [...] de libro
Pero la desgracia de éste país es que hay mucha gente así en los despachos administrativos. Qué horror

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