Yellow Submarine
La mejor historia de paz, amor y esperanza que conozco bajo el agua es la película animada y protagonizada por los Beatles, Yellow Submarine (1968), con el permiso de Buscando a Nemo (2003), un film mucho más contemporáneo y otro tierno relato de amor ya producido con los avances de las técnicas de Pixar Animation Studios, que vimos un montón de veces en casa porque era la peli infantil preferida de mi hijo.
Me acordé esta semana de la imitación burlesca de la guerra inspirada en la música conciliadora de los genios de Liverpool y de la tierna historia de amor del pez payaso por la muerte de los cinco expedicionarios pudientes que intentaron bajar, en un cacharro y pagando un dineral, a 4.000 metros de profundidad para ver los restos hundidos del Titanic.
Las dos primeras historias de ficción con final feliz y la última real e increíble, que también parece de ficción a medida que se van desvelando diversidad de datos alrededor de esta tragedia.
Aunque triste y con muchísimo menos interés mediático mundial que el sumergible que implosionó, vivimos otra terrible realidad. Datos de ONGs apuntan a que 25.000 personas han muerto en el Mar Mediterráneo, solo entre 2014 y septiembre de 2022, en su intento desesperado por llegar a Europa. También hay que contabilizar las muertes en la ruta de Canarias. Ya hemos normalizado todas estas muertes y Europa sigue sin dar soluciones políticas, diplomáticas y humanitarias que cambien el hilo de la historia.
Esta semana también se cumplió un año de la tragedia en la frontera de Melilla. La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) denuncia que los hechos del 24 de junio de 2022 están plagados de interrogantes y con la única investigación sobre el caso archivada por la Fiscalía en diciembre pasado, “sin que se llegaran a determinar responsabilidades sobre las al menos 37 muertes, 77 desapariciones y 470 devoluciones ilegales”. Unas prácticas, recuerda CEAR, “que sí que fueron denunciadas por el Defensor del Pueblo por impedir el acceso al procedimiento de asilo con las debidas garantías”.
Y como el arte tiene la virtud de explicar mejor las cosas, esta semana también tuve otro recordatorio, el de Eduardo Galeano y su texto ‘Los Nadies’: “Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos...Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”.
Me harté de las noticias sobre el cacharro y preferí sumergirme en el idilio musical de Yellow Submarine donde el oxígeno de las buenas vibras no acaba jamás. Los Beatles no solo fueron capaces de atravesar mares para liberar un paraíso situado en el fondo del mar de unos villanos azules que encima odiaban la música, sino que consiguieron inspirar a su población para devolverles la alegría y seducir a los malos azules a que se unieran a la fiesta.
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