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En el otro lado de su propia historia

Un joven marroquí llegó en patera hace cuatro años a la Isla. Ya ha conseguido los papeles, trabaja y colabora como mediador con Cruz Roja

Saúl García 7 COMENTARIOS 20/06/2023 - 08:24

Enseña orgulloso un vídeo que guarda en su móvil. La calle, sin asfaltar, está engalanada para la ocasión. Hay poca iluminación pero se ve bien. Todos los vecinos de la calle esperan. O de todo el barrio. Entonces aparece un coche y sale él, bien vestido, impecable, sonriente. Todo el mundo lo abraza. El vídeo contagia felicidad. Es la primera vez que vuelve a casa desde que decidió convertir el océano en la puerta de salida de su futuro.

Han pasado cuatro años. La mayoría no vuelve tan pronto y si lo hace, no hay motivos para recibirlos como triunfadores en estas calles de Guelmin que han visto marchar en los últimos años a todos sus jóvenes. Muchos se han quedado por el camino y otros no pueden volver. Tiene 25 años.

Es de allí, de Guelmin, a más de cien kilómetros al norte de Tan Tan. Llegó en patera en enero de 2019 a la zona de los Jameos del Agua, de noche, en compañía de 37 personas. Todos jóvenes de Marruecos. “A algunos los conocía y a otros no”. Él iba con otros cinco amigos de su pueblo, pero muchos otros habían llegado desde otros lugares. Ahora quiere contar su historia, o al menos no le importa, pero prefiere que no se sepa quién es. Es tímido y habla bajito. Dice que “no es importante”.

Cuando salieron de la playa, “con las prisas” se olvidaron la comida que tenían que llevar para el viaje. Solo pudieron comer sardinas en lata y agua. Aún así, el viaje no fue mal. Tenían una brújula y llegaron todos los que salieron. Nadie fue al Hospital. En la costa les estaba esperando ya la Guardia Civil. Cuando pasó a disposición judicial, el juez dijo que lo llevaran a La Santa porque era menor. No le hizo falta mentir. No lo era, pero lo parecía.

Estuvo en La Santa algunas semanas, y tiene buen recuerdo. De hecho ha vuelto por allí a ver a los monitores y a los chavales. Pero le hicieron la prueba ósea y se supo que era mayor de edad. Se quedó en la calle, aunque tuvo más suerte que la mayoría de sus compañeros, que fueron deportados de nuevo a Marruecos.

Se acercó por la mezquita de Arrecife. No tenía dónde dormir y necesitaba ayuda. La encontró. También tuvo suerte. Allí conoció a una persona, le explicó su situación y acabó durmiendo en su casa. Hasta hoy. La solidaridad se ha mantenido en el tiempo y, de hecho, puede que el que se quede en la casa sea él porque su amigo, el que le acogió, se va a casar.

Se apuntó a todos los cursos que pudo y a clases de español. Aprendió peluquería en Esacan, que le valió para sacar algún dinero pelando a algún amigo, y aprendió a conducir una carretilla elevadora. Empezó a hacer chapuzas, a pintar con el hermano de su compañero, a vender muebles de segunda mano que encontraba en la basura... A hacer un poco de todo para sobrevivir.

Antes de salir de la otra orilla no sabía ni qué era ni dónde estaba Lanzarote

En Guelmin había trabajado. Llevaba un año conduciendo una especie de grúa. Pero allí la línea del horizonte está muy cerca de los ojos. “Hay trabajo pero no se paga bien”, dice. Si no tienes dinero tienes que vivir con tus padres, y si no tienes casa, no te puedes casar.

El futuro que él tenía en la cabeza no se parecía a ese, así que decidió marcharse. Sabía que era peligroso, que podía quedarse en el mar, pero pensó que el intento merecía la pena. Pidió dinero prestado y pagó el pasaje, que le costó algo más de mil euros. Una semana antes de la partida les avisaron para que estuvieran atentos. Algunos familiares lo sabían, pero hasta el último día no se lo dijo a su madre.

Trabajo

Todo ha ido a mejor. Ahora tiene casa, coche, trabajo y papeles. Trabaja en la cocina de un restaurante en Playa Honda. Está contento. En su tiempo libre, además de salir por ahí o ir a la playa, ejerce como voluntario de Cruz Roja, como mediador para los chavales que llegan en patera, a pie de muelle.

La primera vez no pudo parar de llorar. Dice que lo hace porque le gusta ayudar. Se ha colocado en el otro lado de su propia historia. Antes de salir de la otra orilla no sabía ni qué era ni dónde estaba Lanzarote. Ahora es su casa. Incluso se encuentra por la calle a gente de su pueblo. Dice que lo más duro de todo es trabajar, levantarse cada día para ir al trabajo. Lo dice riendo.

También dice, en realidad responde, que no es verdad eso de que el Gobierno dé ayudas a los jóvenes marroquíes. “Yo no he visto ninguna”. Y también dice que él salió para cambiar su futuro, pero que cada historia es distinta. Esta es la suya. O al menos una parte.

Comentarios

BIENNN, llegan miles cada año pero hemos conseguido reinsertar a uno. Que siga todo igual que vamos bien.
Menudo subnormal el del comentario 1.
Increíble que una persona que sale de su país sin dinero, sin contactos, sin papeles, sin conocimientos y en unos años logra casa, coche, trabajo. Cosas que en ocasiones ni las mismas personas de la propia isla tienen. Será que la necesidad y la desventaja te lleva a superar quien crees que eres y en cambio la comodidad te lleva a esperar "milagros"?
Tú por otro lado demuestras ser muy inteligente con tu comentario nada ofensivo y muy sosegado. Demuestra la clase de persona que no tiene educación ninguna y no respeta los comentarios de los demás porque es un retrogrado que no sabe ni discutir sin insultar. Por cierto, muy feo lo de utilizar la palabra subnormal como insulto para referirse a alguien. Te retrata como la bellísima persona que seguro que eres. Hasta nunca pobre diablo.
Felicidades a este hombre, es un viaje duro. éxito continuo
Si los gobiernos de sus países fueran democráticos seguro que estas personas vendrían sin arriesgar sus vidas. Tendrían visados para moverse con libertad. Pagan una exageración, arriesgan sus vidas y encima tienen que tragar todos los comentarios de la gente insensible que nunca se pone en el lugar de otro. Mucha fuerza os deseo a todos los que llegáis
No me extraña que cada vez menos personas lean las noticias en este periódico y más aún, que publiquen un comentario cuando el administrador permite insultos como el del comentario 2, que no aporta nada sino odio y en cambio no publiquen otros comentarios.

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