EL PASEO
Por Saúl García
Lo de Mediador, como trama, además de cutre, es una chapuza. De momento, por lo que se sabe, no hay quebranto para las arcas públicas
Aunque no se sabe si le preocupa la corrupción o el cutrerío, tiene razón Alberto Núñez Feijóo en que el caso Mediador es un caso cutre. Da un poco de vergüenza ajena, eso sí, escuchar a dirigentes del Partido Popular echar en cara la corrupción ajena, con lo bien que conviven con la propia.
Lo de Mediador, como trama, además de cutre, es una chapuza. De momento, por lo que se sabe, no hay quebranto para las arcas públicas, no se adjudicaron contratos ni se llegó a tratos de favor. Personas prometiendo favores que no pudieron cumplir a empresarios que prefieren coger el atajo más largo que el camino más corto. Una trama cutre, chapucera e ineficaz.
Pero, como caso de corrupción, revela cosas preocupantes. Una: que el PSOE tiene un problema en Fuerteventura que no ha sabido o querido solucionar. Dos: que el clientelismo sigue a la orden del día. Tres: que para hacer negocios se sigue confiando más en los contactos que en la propia valía. Cuatro: que un general de la Guardia Civil despierta expectativas y mantiene relaciones que parecen de otra época.
Y también tiene, como caso, algunas virtudes. No tantas como para la atención que está obteniendo, que sería digna de estudio, pero sí algunos ingredientes que lo hacen irresistible: fotos, conversaciones, apodos con gancho, comilonas, prostitución, cocaína, diputados y guardias civiles. Es un caso claro de que la realidad imita al arte. Una parodia de las parodias.
Tiene elementos que lo hacen fácilmente comprensible y que se ven aumentados por ese exceso de atención mediática. Si a esto le sumamos los elementos de antes y la cuestión moral, que siempre preocupa, escandaliza e indigna al buen ciudadano, nos queda un panorama perfecto de cabreo.
¿Y es normal? Pues sí, será normal. Pero lo que ya no es tan normal es que haya otros tantos casos de corrupción (sin ir más lejos el caso Mascarillas, que comparte uno de los protagonistas y que fueron cuatro millones de dinero público esfumados), de tráfico de influencias a gran escala, de utilización partidista de las instituciones, de desvío de fondos para intereses privados o de mal uso de fondos públicos, entre otras muchas prácticas, que no obtienen ni tanta atención ni tanta indignación.
Pongamos por caso el del presidente de la Audiencia Nacional que parece que asesoraba a un secretario de Estado sobre un caso de corrupción que le afectaba directamente. ¿A qué hay que esperar? ¿A que aparezca una foto de su señoría en calzoncillos comiéndose una mariscada?
Comentarios
1 Torrente Lun, 06/03/2023 - 10:18
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