Normalidad
Es reconfortante ver que a pesar del confinamiento, o precisamente por la conversión del confinamiento en la cotidianidad, la normalidad se va haciendo un hueco. La normalidad. Esa cualidad que es al estado natural como el presente al tiempo. En realidad no existen, ni la normalidad ni el presente, pero son la unidad de medida o el eje sobre el que se asientan sus alternativas.
Se trata de la normalidad pasada, que nunca será la futura, pero que la reconocemos fácilmente. Se trata de esos amuletos que nos ayudan a vivir, como tomarse un café por la mañana, leer la prensa, llamar a tu madre, ver la información del tiempo o ver pasar a un vecino siempre a la misma hora. En definitiva, comprobar que el mundo sigue ahí.
Durante muchos días, algunos de estos signos o actos no han aparecido, pero ya van apareciendo. El País publica el suplemento El Viajero con el mismo resultado que antes para la mayoría de los lectores: no van a poder ir a esos destinos. Los medios y las redes siguen hablando de Amancio Ortega y sus donaciones. Sigue el descuadre entre Cataluña y el resto de España, aunque en este caso por los datos de coronavirus. Arrecife necesita de nuevo recurrir a un funcionario propio para habilitarlo como secretario o interventor. El Juzgado obliga a Arrecife a hacer algo, en este caso alimentar unos gatos, y siguen las actividades preferidas de los ayuntamientos, hacer obras.
Pero sobre todas ellas destaca la normalidad absoluta. Pedro San Ginés insiste en hacer una propuesta para el futuro de los Centros Turísticos. Desde 2003, cuando asumió la consejería de los Centros, ya han pasado 17 años en que, ya sea desde el Gobierno o la oposición, no ceja en su empeño de hacer propuestas que siempre, pero siempre, son por el bien de toda la plantilla, pero que, por el motivo que sea, nunca lo parecen.
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