“Con la moneda social, la gente le da valor a lo que realmente tiene valor”
Miguel Ángel Figueroa (La Isleta, 1984) es un ingeniero informático que participó en el 15M, y decidió, junto a otras personas, pasar de la reacción a la acción. Han puesto en marcha ‘demos’, una moneda social. Días atrás contó su experiencia en una jornada organizada por la Reserva de Biosfera de Lanzarote.
-¿Qué es demos?
-Es una moneda social nacida en el barrio de La Isleta con la que las personas se organizan para cubrir necesidades fuera del sistema injusto del euro. Hemos hecho nuestro sistema económico con unas normas distintas que cambian radicalmente cómo funciona la economía.
-¿Por qué es más justo demos que el euro?
-En demos convive una renta básica, un reparto de riqueza, la vecindad… y el poder económico está en el pueblo. El dinero se genera o se destruye respondiendo al valor humano. Si participan más, se genera más dinero y si participan menos se reduce el dinero.
-¿Qué hace falta para participar?
-Él único problema para no poder participar es no tener cuenta de correo electrónico. Se hace el registro en monedademos.es, aunque lo principal es contactar con personas de tu barrio y crear esa comunidad.
-No es exactamente un trueque.
-No. Yo le ofrezco algo a uno, ese a otro y así… Cuando cerramos el círculo nos volvemos más fuertes. Había una agricultora que vendía para pagar unas clases de inglés, y la profesora de inglés para pagar un entrenador personal, y éste, sin conocerse, compraba verduras de la primera persona. El objetivo es crear una alternativa al sistema económico pero en estos momentos de crisis también conseguimos ayudar a muchas personas.
-¿El sistema no tiene inflación?
-Tiene una oxidación, porque el fin de la moneda es que se use, si la guardas se autoconsume. Aquí eres rico cuando no tienes ninguno guardado. Los más pobres son los que los guardan, porque no han conseguido nada.
-¿Sólo participan particulares o pueden participar empresas?
-Hay empresas participantes que ofrecen productos, como por ejemplo un centro educativo que ofrece clases.
-¿Hay un perfil definido del usuario?
-El límite está en 18 años, pero hay de todo, no hay ni siquiera un perfil ideológico. La herramienta se planteó como algo que fuera útil al vecino y estamos interesados en que cualquier persona venga. Estamos educados a conseguir, a obtener y el sistema hace que sea necesario que aporten cosas interesantes. Una mujer ofrecía cosas de segunda mano y como no tenían mucho éxito, para poder seguir con su consumo en demos empezó a ofrecer productos de especias, hierbas aromáticas... Ha encontrado su nicho y es útil haciendo eso.
-¿Lo principal es crear una red de confianza?
-Una red de locales. Lo bueno es encontrarte con el vecino, con redes de vecinos. Hace años en La Isleta todo el mundo dejaba las puertas abiertas. Eso se ha perdido y esta herramienta hace que nos volvamos a encontrar y que nos ayudemos.
-¿También encuentros en que los participantes se conocen?
-Lo llamamos mercademos, pero son los usuarios los que organizan. Hay una asociación de huertos urbanos en Vecindario que intercambian los excedentes en demos. Nosotros ponemos la herramienta y ellos lo organizan. Hay cuatro puntos y quieren abrir otro.
-¿Cuántas personas están inscritas?
-Hay 375 usuarios y en el último mes se intercambiaron 1.300 demos. La mayor parte de los intercambios son comida y nos hace pensar que estamos por buen camino. Las cosas de primera necesidad están muy bien valoradas, se venden a buen precio. Sin embargo otras cosas no se valoran tanto: por ejemplo, un bolso vale uno o dos demos, y una lechuga un demo, cuando en el “mundo real”, se pueden pagar 500 euros por un bolso y 50 céntimos por una lechuga. En demos parece que espontáneamente la gente le da valor a lo que tiene valor.
-¿El valor de las cosas lo fijan los usuarios?
-Orientativamente, un demo es un euro, y diez demos, una hora de trabajo, pero prevalece siempre el acuerdo entre las personas.
-¿Esta iniciativa tiene algún objetivo final?
-El objetivo es dejarlo fluir a ver adónde llega y reducir la dependencia del euro.
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