PRIMER PLANO
Por Mario Ferrer
En Canarias, y especialmente en sus Islas más orientales, deberíamos hablar de la época del ‘Turisticeno’. Cifras de turistas que parecían imposibles de alcanzar hace tan solo unos años se están dando con total naturalidad en Fuerteventura y Lanzarote.
Geológicamente, el planeta se halla en el Holoceno, una época dentro del periodo Cuaternario. Pero desde hace algún tiempo, varios expertos han impulsado el término ‘Antropoceno’, en alusión a que la influencia del ser humano en estos últimos siglos ha sido tan fuerte que ha creado una nueva etapa propia en la historia terrestre. El concepto, tachado por sus críticos como más político que científico, es muy jugoso para la reflexión teórica. La actividad del pequeño pero inteligente homo sapiens es tan intensa que es capaz de modificar y alterar por sí sola los macro procesos biológicos y geológicos del planeta. La Tierra gira alrededor del ser humano.
Haciendo un juego de analogía con los términos Holoceno y Antropoceno, en Canarias, y especialmente en sus Islas más orientales, deberíamos hablar de la época del ‘Turisticeno’. Cifras de turistas que parecían imposibles de alcanzar hace tan solo unos años se están dando con total naturalidad en Fuerteventura y Lanzarote, cuando hace poco más de una década varios especialistas los daban como destinos maduros, que ya no superarían sus mayores cotas de afluencia, como así señalaban sus estadísticas en ese momento.
Sin embargo, la isla de los volcanes, como reza machaconamente el eslogan, volvió a batir sus récords y superó holgadamente los tres millones de turistas en 2017, mientras su hermana melliza del sur hizo lo propio. Todo ello sin contar la nada desdeñable cifra de cruceristas anuales, que no se contabilizan como turistas porque en teoría no pernoctan (377.803 en Lanzarote en 2016), ni tampoco el considerable número que visitantes que van de excursión entre una isla y otra (los entendidos en la materia suelen decir que “Timanfaya es la mejor excursión de Fuerteventura” y “Fuerteventura es la mejor playa de Lanzarote”).
Es importante entender la dimensión de los números de los que hablamos y su carácter extraordinario en la escena internacional. Si Lanzarote y Fuerteventura (250.000 habitantes) se convirtieran en un país, por muy minúscula que fuera esta nueva nación isleña, estaría entre los 50 países más visitados del mundo. De hecho, la cifra de visitantes en 2017 de Lanzarote y Fuerteventura superará a casi todos los países de Sudamérica, África y Asia, llegando a igualar casi la que tuvo Brasil (200 millones de habitantes) en 2014, el año del mundial carioca. Las dos Islas orientales de Canarias superan con creces, duplicando o triplicando en algunos casos, las cifras de visitantes de naciones tan turísticas como Cuba o Túnez, y dejan atrás a naciones con decenas de millones de habitantes como Perú o Filipinas.
El término ‘turismo de masas’, que tanto éxito tuvo hace unas décadas, se ha quedado desfasado y obsoleto para definir la era de hiperturismo en la que vivimos en estos lares del Atlántico
Este año, Hosteltur publicó un estudio revelador, que sin embargo, pasó casi desapercibido en Canarias. El informe investigaba la relación entre habitantes y turistas en 25 islas del planeta, incluyendo ínsulas muy turísticas de Oceanía, Caribe, Índico... La conclusión fue clara. Vivimos en las dos Islas del mundo con mayor relación de turistas por cada 100 habitantes. El valor de estas cifras es que dejan bien claro que más que las mecas del turismo de sol y playa de Europa, Fuerteventura y Lanzarote son “la zona turística insular” por excelencia en el mundo. Las dos Islas orientales de Canarias no solo destrozan los datos de Cabo Verde, Fiji o Maldivas, sino que triplican o duplican las de potencias insulares consolidadas como Tenerife o Mallorca. Si en Gran Canaria, por cada 100 habitantes reciben 503 turistas, en Fuerteventura ese dato es más de cuatro veces superior: 2.217.
No hay isla, ni probablemente lugar del mundo, donde el ratio residente/turista sea tan potente como en Fuerteventura y Lanzarote. Somos la referencia internacional, el laboratorio donde se prueba el “turisticeno”. Ahora que se habla de “turismofobia” en España, aclaremos que para que nuestro país, segunda potencia mundial, se pusiera a la misma altura que nuestras Islas en cuanto a la relación turistas/residentes, necesitaría superar el récord de los 83 millones de visitantes que llegaron en 2017, para alcanzar la imposible cifra de 900 millones.
Aclarado un poco el tema de los números insólitos de Lanzarote y Fuerteventura, digamos que ‘Turisticeno’ es un concepto más interesante por lo cualitativo que por lo cuantitativo. Esta nueva Era se define por la capacidad de la industria del viaje de influir decisivamente en todos los órdenes de la vida económica, social, cultural y espacial de un territorio y sus habitantes.
Un rasgo definitorio del ‘Turisticeno’ es que el turismo no es un área económica más, sino el eje central de casi todas las actividades clásicas relacionadas con la economía de mercado contemporánea: industria, servicios, innovación, transportes, formación... Un ejemplo paradigmático es lo que viene sucediendo con un sector, en principio, tan alejado como el primario, donde vinos, quesos u otros productos se han vinculado al turismo como flotador con el que sobrevivir. Mientras, patronales e instituciones de toda clase potencian visitas a bodegas y granjas; acuerdos entre hoteleros y productores locales para suministrar su fruta, verdura y pescado; mercadillos de productos típicos para que los visiten las guaguas repletas de turistas; o marcas tipo “Saborea Lanzarote”...
Si Lanzarote y Fuerteventura (250.000 habitantes) se convirtieran en un país, por muy minúscula que fuera esta nueva nación isleña, estaría entre los 50 países más visitados del mundo
El territorio, con toda su complejidad y transversalidad, es otro área especialmente dominada por el turismo. Con más de medio siglo como destino vacacional, en Canarias hace décadas que carreteras, puertos, aeropuertos, planes insulares, generales o municipales se idean en función del turismo. Toda la planificación de Fuerteventura, desde núcleos de población a vías de transporte o centros culturales y sanitarios, se hace en función del circuito y el flujo turístico. El territorio en sí del archipiélago se tasa en función de su rentabilidad turística. De hecho, muchos ni siquiera llegan a entender un concepto amplio como es del territorio y solo ven suelo, por eso, tenemos una Ley de Suelo y no una Ley del Territorio.
Otra buena prueba del grado de impacto del turismo es la consolidación de la Consejería de Turismo, Cultura y Deportes por parte del Gobierno de Canarias. ¿Por qué deportes y cultura se relacionan con turismo? La respuesta es clara y no se disimula por sus responsables: deporte y cultura son áreas aptas para dar recursos turísticos óptimos, es decir, carreras, campeonatos, museos o exposiciones son vistos como posibles inputs para la industria del viaje. No olvidemos que el turista, rey abstracto pero ubicuo y supremo de este mundo, quiere “experiencias” y “vivir como los locales”, así que todo lo que hagan los nativos es susceptible de incorporarse al tour de actividades ofertadas de cada isla.
Más profunda y nebulosa, pero también más interesante, es la huella del turismo en la identidad cultural contemporánea de Canarias. ¿Hasta qué punto lo que algunos llaman señas de la canariedad no están marcadas por el impacto del turismo de masas y su proceso de aculturación? Es un terreno muy vasto y complejo, que requeriría un espacio de argumentación que no tenemos, pero aclaremos por lo menos que debatir de turismo y cultura no es solo hablar de souvenirs sino también de alta cultura. Lanzarote y César Manrique son un ejemplo paradigmático de un rico legado patrimonial artístico e histórico ligado al turismo. Te guste o no te guste, no se puede entender la identidad cultural contemporánea de Lanzarote sin Manrique y sus ideas estéticas y éticas en cuanto al turismo.
¿Hasta qué punto lo que algunos llaman señas de la canariedad no están marcadas por el impacto del turismo y su proceso de aculturación?
La industria del viaje, claro está, también es decisiva en la política, y no solo nos referimos a las decisiones gubernamentales respecto a los presupuestos, sino a una influencia más amplia: ¿hasta qué punto, por ejemplo, no ha afectado el turismo al nacionalismo canario, la corriente política más votada en las últimas décadas? ¿cuál es la relación entre las patronales turísticas, símbolos del poder económico, y los equilibrios políticos del Archipiélago?
Llegados a este punto, uno se puede hacer la gran pregunta, ¿cuál es el impacto del turismo en la sociedad y el bienestar social? O mejor aún, si vivimos en años con marcas de afluencia y ocupación históricas, y somos referencias mundiales del desarrollo turístico, ¿por qué tenemos cifras de paro que también son de récord y nuestros servicios sociales han retrocedido escandalosamente?
Responder a esto nos llevaría también largo tiempo y hablar de temas tan diversos como la estructura piramidal de la industria turística, las lógicas de la globalización, la reforma laboral, la historia reciente de España… Digamos, al menos, que otra de las esferas de influencia profunda del ‘Turisticeno’ es la del imaginario social y cultural de los destinos turísticos. La industria del viaje, con su gigantesca artillería promocional –y más en esta época digital–, es de los agentes que más influyen en la configuración de las mentalidades colectivas y la autoimagen de una sociedad turística.
Campaña tras campaña, año tras año, y ya vamos por más de medio siglo en Canarias, el sector vende la idea del paraíso soñado como reclamo para la llegada de más visitantes. Lo hace de forma tan constante y eficaz que hasta una parte los nativos han llegado a creer que viven en ese edén vacacional. Cuando se llega a un grado de ‘Turisticeno’ tan elevado como el de Lanzarote y Fuerteventura, la población puede llegar a confundir fácilmente publicidad con realidad. Conviene recordar, pues, algo obvio pero a menudo olvidado: el turismo promete el paraíso al cliente, no al trabajador.
En ningún caso se trata de demonizar ni de idealizar el turismo. No es un debate moral lo que se propone, sino la constatación de que las cifras inauditas en la escala internacional que recogen Fuerteventura y Lanzarote nos sitúan ante un nuevo escenario. El término ‘turismo de masas’, que tanto éxito tuvo hace unas décadas, se ha quedado desfasado y obsoleto para definir la era de hiperturismo en la que vivimos en estos lares del Atlántico. Ya no hablamos de cantidades masivas de turistas, sino de un escalón muy superior en donde el turismo, cual rey absoluto, centraliza casi todas las actividades económicas, sociales, culturales y territoriales. Bienvenidos al ‘Turisticeno’.
Comentarios
1 IslasHermanas Dom, 18/02/2018 - 16:20
2 DE PLAYA BLANCA Lun, 19/02/2018 - 08:05
3 Valentin Oliveros Lun, 19/02/2018 - 15:19
4 Imparcial Mié, 21/02/2018 - 18:55
5 Antonio Mié, 21/02/2018 - 21:58
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