Puta
Suena fuerte, como un escupitajo, un golpe seco directo a donde más duele, al hígado, al mentón, al corazón, a la dignidad. Pero que fácil resulta decirlo. Que habitual es que a una mujer, a una chica, a una adolescente alguien la llame así: ¡puta! Por vestir como quiere, por salir con quien le apetece, por tratar sencillamente de disfrutar de su vida sin más. Sin cortapisas, sin miedo al qué dirán. Como hacen sus amigos, los chicos que pueden hacer todo eso y nadie los llama putos. Es más si hacen todo eso y más, la mayoría les reirán las gracias, sentirá envidia de sus grandes dotes como portento, como amante empedernido y triunfador. Por qué tengo que escribir sobre esto, este año, una vez más.
La aparición del cuerpo de Diana Quer en un pozo, después de 500 días de búsqueda, de amargura para sus familiares ha obligado a muchos a tener que torcer el gesto, tal vez a arrepentirse de lo que pensaron, de todo lo que se escribió. Porque no seamos falsos, en muchos medios de comunicación la mirada se focalizó en la vida de esta chica. Si tenía muchos amigos, si no paraba de salir, de publicar cientos de fotos en sus redes sociales. Y claro así, tal vez, sin decirlo lo decían todo. También se hurgó en su entorno, en sus novios, en la intimidad de sus padres, y la historia se repite, las víctimas se convierten en las protagonistas de la trama. Como si ellas con su comportamiento hubieran provocado este resultado. Aunque al final, su cuerpo amarrado a ladrillos para que no saliera a flote, y después de luchar lo inimaginable contra su verdugo, haya hecho sentir vergüenza a unos pocos.
En este punto no puedo evitar acordarme de esa jueza, sí encima mujer, que le dice a una joven víctima de violación que si cerró bien las piernas. Y seguimos con esta sucesión de injusticias, de tratos vejatorios, de machismo descomunal, qué ha ocurrido con el juicio contra los de la manada. A quién se juzgaba en esas sesiones, a los que violaron, o a la víctima, a la que sufrió las agresiones, o a estos amiguitos. Nuevamente aparece en primer plano ella, que después de este suceso decidió seguir con su vida, y no matarse. Esta joven ha sido el centro de atención, el centro de todos los juicios. Ha llegado a dar la sensación de que ella buscó y alentó a estos hombres para que la trataran como un trapo, como agua sucia que se tira y fin. Y es que en esta sociedad para demostrar que las mujeres, las buenas mujeres, si no quieren que las llamen putas deben esconderse en casa, taparse con un velo hasta el suelo, y si alguien las golpea, las viola, entonces deben lograr que el verdugo las mate, y si no, que ellas decidan terminar para siempre con su puta vida.
Verdad que esto así, como un escupitajo, resulta inadmisible. Duele, no se entiende. Por qué las mujeres, sólo por ser mujeres, adolescentes que aman la vida, deben caminar con miedo, con la cabeza gacha, por hacer lo mismo que hacen sus compañeros de clase, de trabajo, de vida. Creo que de momento, esta pregunta al aire quedará sin respuesta. Ninguna Diana se merecía un final así.
Comentarios
1 Leonor Vie, 05/01/2018 - 08:26
2 Mónica Vie, 05/01/2018 - 10:09
3 Andrés Sáb, 06/01/2018 - 12:49
4 CIUDADANO Dom, 07/01/2018 - 15:58
5 Pedro Dom, 07/01/2018 - 20:30
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