Ana Carrasco

El deseo de ser y de saber

Desde ese atrevimiento a publicar que me han regalado las canas, aquí me hallo, ordenando lo que aprendo a golpe de teclado con el ánimo de escribir, esta vez, sobre dos mujeres que han compartido casi idéntico apellido: la recientemente fallecida Jueza del Supremo de EEUU, Ruth Bader Ginsburg, y la escritora y política italiana, Natalia Ginzburg.

Cuando la jueza Ruth Ginsburg nació en 1933, Natalia Ginzburg tenía 17 años y publicaba su primer cuento, Los niños, en la prestigiosa revista literaria italiana Solaria, revista que fue severamente censurada en 1936 por el régimen fascista. El mismo régimen que en 1944, bajo el dominio nazi, acosó, torturó y mató a su marido, el intelectual de origen judío Leone Ginzburg.

Escribe el ensayista Rob Riemen en su libro titulado "Para combatir esta era" que Leone Ginzburg, fue un hombre excepcional que defendió la cultura porque entendía que solo ella puede ayudarnos a encontrar la verdad sobre nuestras propias vidas. También cuenta que Mussolini obligó a los maestros de Italia a firmar una declaración de lealtad hacia su régimen, o de lo contrario perderían el empleo. De los mil cien maestros, solo diez se negaron a firmar, y Leone Ginzburg fue uno de ellos.

Leone murió asesinado sabiendo que el fascismo, que siempre brota en nombre de la libertad, solo pretende la destrucción de la misma. Natalia, que siguió su lucha, no dejó de escribir tras su viudedad, caracterizándose por introducir las relaciones familiares en sus historias. En sus obras sus protagonistas son mujeres fuertes, dueñas de su vida, como fue la jueza Ruth, que se hizo abogada en una época en la que se despreciaba a la mujer.

A pesar de los impedimentos para ser y saber, Ruth fundó en los años 70 la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), conquistando el éxito y la popularidad con cada pleito ganado sobre discriminación de género. Y en 1993, dos años después de la muerte de Natalia, Bill Clinton la nominó para jueza del Tribunal Supremo de EEUU. No solo se convierte en la segunda mujer del alto tribunal, sino en un referente importantísimo del sistema legal de Estados Unidos al conseguir grandes avances en pro de una sociedad más justa. La clave de sus logros, según ella, radica en la educación que recibió de sus padres.

No sé si la jueza Ginsburg llegó a leer la obra de Natalia Ginzburg, pero creo que el breve ensayo escrito por ésta en 1960, Las pequeñas virtudes, le habría gustado porque empieza así: Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber.

La desaparición de Ruth Bader Ginsburg ha causado un gran impacto en EEUU. Es la primera persona judía velada con honores de Estado en el Congreso. La lloran jóvenes y mayores, pero su muerte, además de dejar un vacío moral, puede alterar negativamente la salud democrática de EEUU. Y es que Trump, fanático de su propia irracionalidad, en vísperas de las elecciones presidenciales, se ha apresurado a nombrar a la jueza suplente, Amy Coney, conservadora de 48 años. Esa decisión inclinaría la balanza del TS, aún más de lo que ya estaba, hacia una mayoría conservadora unas décadas más, al ser nombramientos vitalicios, y pondría en riesgo los avances en justicia social conquistados hasta la fecha.

Dice Rob Riemen: no se reconoce al fascismo por las ideas pues carece de ellas, sino por cultivar determinadas acciones como la incitación a la xenofobia, el materialismo vulgar, violencia, el nacionalismo asfixiante, el odio a la vida intelectual o la banalización del arte. Ojalá que tras estas elecciones, los maestros americanos no tengan que firmar una declaración de lealtad a la estupidez en nombre de la libertad, a lo Mussolini.

Pero dejemos a Trump y volvamos a ellas. Natalia y Ruth han marcado historia, cada una a su manera. El instrumento utilizado ha sido lo de menos, da igual que fuera una pluma o un mazo. Lo que realmente une a estas dos grandes mujeres es el deseo de ser ellas mismas, el deseo de ser y de saber.

 

"Ser felices o infelices nos lleva a escribir de un modo u otro".

Natalia Ginzburg

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Siempre aportanto lo mejor de tí misma, Ana.

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