Ayuntamiento de Arrecife y Cabildo de Lanzarote: culpables y corresponsables
No sé si decir que nos podemos felicitar una vez que el Cabildo y el Ayuntamiento han llegado a un acuerdo para proceder a la restauración de la plaza de la iglesia de Arrecife. Señalo esto porque han tenido que transcurrir décadas para que pueda ser una realidad, lo cual es síntoma de algún déficit del sector público.
Reconozco que pocas voces se han alzado por la situación de la plaza, lo cual evidencia cierto conformismo, decepción o impotencia de la comunidad que ya nada espera de sus representantes públicos. Lo que se recoge a continuación ha sido escrito con anterioridad al anuncio del acuerdo para la intervención en la plaza y que comparto porque considero que sigue vigente a día de hoy. El acuerdo se escenifica en una plaza destrozada, con la foto del alcalde de Arrecife Jonathan de León y del consejero del Cabildo Jacobo Medina, ambos del PP, partido que pretende anotarse un tanto tras el anuncio de la aprobación definitiva.
La plaza de la iglesia de Arrecife -la Plaza de Las Palmas- es espacio singular, central, común y de convivencia donde se articula parte de la vida de quienes habitan la ciudad y de quienes nos visitan. Estratégicamente emplazada, recae en ella el ser formalmente entorno de protección del templo de San Ginés en tanto este disfruta de la máxima protección con que el Estado español cuenta para sus bienes relevantes.
No se explica el largo abandono de este espacio por todos los grupos de gobierno de variado color político que en las dos administraciones, municipal e insular, han ocupado los sillones del gobierno. No se explica, tampoco, consciente de que muchos han ido y venido, que otros hayan permanecido instalados en el bloqueo en forma de técnicos y trabajadores de la administración. Son estos los que agilizan o entorpecen las tareas de gobierno, los que dilatan la respuesta a la ciudadanía, abusan del cargo que ocupan, o pretenden imponer su criterio, en todos los casos ignorando el servicio público al que se deben. Y no hay gobierno que quiera, o se atreva, a fajarse, para recordar las obligaciones y deberes a los trabajadores, porque ellos también abusan de su posición y del cargo que ocupan. No esperamos de los sindicatos que aleccionen en sus deberes pues parecen más interesados en ejercer como oposición que en preocuparse por la eficiencia de los trabajadores a quienes representan y que los logros en derechos no pueden pasar por alto que los deberes y obligaciones siguen ahí.
La plaza de la iglesia, símbolo desde hace décadas del abandono de las tareas de gobierno, ha devenido en espacio para la batalla política del Ayuntamiento y del Cabildo; es el escenario del pulso de poder entre técnicos de una y otra administración por ver quién impone sus condiciones en lo que debiera ser una colaboración interadministrativa y para los cuales sus competencias vienen perfectamente establecidas. Todo ello ante la atenta mirada de quienes debiendo poner orden, intentan capitalizar supuestos éxitos políticos fruto del enredo.
Desde un agujero en la calzada a la dejadez en la atención del espacio común, parece todo ello responsabilidad municipal, pero si concurriera en ese suelo una medida de protección promovida por el Cabildo, son dos las administraciones a las que toca preguntar por la dilación en la adopción de las medidas para revertir esos daños.
El alcalde, Jonathan de León, del Partido Popular, no muestra interés ni le conocemos capacidad para estos menesteres, pues los daños se aprecian junto a la casa consistorial y afectan a un espacio, situado frente al templo de San Ginés, altamente frecuentado por la población y por los visitantes. Es obvio que al alcalde le interesamos poco, o que no le interesamos más que en la medida en que necesita de nuestros votos para mantenerse en el Ayuntamiento en calidad de promotor de eventos. De él ya sabemos que no está a la altura, y que no nos merece.
Oswaldo Betancort, presidente del Cabildo, y, por delegación, la consejera de Patrimonio, Ascensión Toledo, no parecen estar en los deberes que corresponde a la primera institución insular, porque es el Cabildo a quien compete la tutela del patrimonio incoado o declarado como Bien de Interés Cultural. Oswaldo y Ascensión tampoco están, porque la vigilancia no es de su interés, aunque sea una de las obligaciones desatendidas.
La plaza se ha convertido en espacio pisoteado por la dejadez de unos y otros; abandonado a su destino; destrozado para la vida sobre él. No hay agujero, grieta, rotura o desconchón que sean atendidos, ya sea para el mantenimiento de los valores de la plaza, ya para la integridad física de los viandantes. No hay policía municipal que preste sus ojos a esta desmesura, ni inspección de patrimonio que advierta, ni representantes de las comisiones municipales o insular de patrimonio que eleven la voz.
Tanto abandono y arbitrariedad es tan impensable en una comunidad tan rica que no podemos creer que en la caja pública sólo haya recursos para festejos y para el pago del caché de artistas de todo pelaje y que tan gravoso nos resulta. Efectivamente, lo esencial es el circo que entre este PP local desnortado y esta Coalición Canaria cómplice han montado para, agarrados al poder, recordarnos quiénes tienen la sartén por el mango, quiénes mandan y por qué van a seguir haciendo lo que les venga en gana en aquello que es parte de nuestra vida, en nuestro espacio público. Ya, Echedey Eugenio, el vicealcalde de CC, anunció sin sonrojo alguno que la fiesta permanente en que han convertido el mandato iba a continuar.
Comentarios
1 vecino Jue, 17/10/2024 - 21:49
2 El Lorax Vie, 18/10/2024 - 09:56
3 Conejero puñetero Vie, 18/10/2024 - 17:28
4 Conejero puñetero Vie, 18/10/2024 - 17:29
5 Juan Carlos Vie, 18/10/2024 - 19:17
6 Lagunero Mar, 22/10/2024 - 11:32
7 Anónimo Mar, 22/10/2024 - 15:22
8 Andrés Mié, 23/10/2024 - 11:10
9 Separata separada Mié, 23/10/2024 - 14:26
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