¿Estamos solos los canarios?
La emigración canaria hacia América supuso llegar a lugares con una riqueza natural nunca vista antes por mis ancestros, sin embargo, en su bella y lejana mirada estaba el auténtico origen de la abundancia que se encontraba al final de su obligado éxodo hacia esas nuevas tierras.
De nada vale la prolífica tierra, si los que la ocupan no llevan la fertilidad en su espíritu para así poder apreciarla y hasta reflejarla en ella. En nuestra novela “La Piedra” se recrea literariamente la aventura de unos canarios que el siglo XVIII fundaron la ciudad de San Fernando de Bexar, futura ciudad de San Antonio (USA), y de las primeras cosas que hizo esa gente al llegar a aquella especie de tierra prometida fue hacer dos grandes canales de regadío (el de La Concepción y el de San Pedro) para aprovechar así el agua del río San Antonio para sus riegos. ¡Crearon una tierra mejor para el ser humano! No se encontraron, simplemente, con una tierra rica y se recrearon en ella. La abundancia de las cosechas estaba ya en su mente, luego en su esfuerzo, en su sacrificio y en su ilusionante trabajo.
La emigración, y la correlativa inmigración, es generadora de riqueza en el mundo. ¡Qué duda cabe! Y Los canarios lo sabemos mejor que nadie.
Hoy Canarias se enfrenta al fenómeno migratorio a la inversa, y muchos dicen que no podemos estar en contra de ello pues somos descendientes de emigrantes. “Es lo que hicieron nuestros antepasados”, dicen, los más solidarios, y con ello regocijan su espíritu y se sienten buenas personas. Nos queremos sentir igual. Sin embargo, a mi modesto entender, parece que dejamos de ponderar algunas cosas en los tiempos actuales, y me temo que algo pueda fallar en ese complaciente regocijo. Los budistas dicen que las dos manos que ayudan a otros deberían ser, solidaria una y sabia la otra, todo para que así sea eficaz y equilibrada la ayuda que damos a nuestros semejantes. Hay que intentar ser inteligentes en todo, al menos, cuando se pueda.
Sabemos que es complicado tener las ideas claras en este asunto, pues ante el fenómeno migratorio masivo africano nadie en Canarias parece tenerlas todas consigo. Ello es de lo más normal, sobre todo, dado que enfrentamos el fenómeno de la movilidad de las poblaciones de Estados fallidos, ya que ello es un problema, no solo en Canarias, sino a nivel mundial.
Para poder entender el problema específico de las islas debemos partir de algo que no es ni natural ni geográfico: Canarias es parte de Europa. Y esa Europa de la que formamos parte políticamente, es la que nos debe proteger y amparar en este caos, siendo la que debe enfrentar el fenómeno migratorio que sufrimos promoviendo políticas correctas de control del flujo de estos nuevos nómadas del siglo XXI con medidas decididas y de hondo calado. Lo primero, será, a nuestro modesto entender, el desarrollar una intensa actividad diplomática con los países emisores de emigrantes, debiendo ser la UE firme en unos casos, y conciliadora y generosa en otros. Así se podrá hacer algo de grandes miras que beneficie a la propia Europa y, como es obvio, a Canarias.
Sin embargo, a pesar de esa pretensión nuestra, existe el fundado temor en muchos canarios de que se opte por lo más fácil, lo cual puede suponer el dejar a Canarias sola ante el peligro, ¡sola ante la realidad cruda!, ¡sola ante la oleada africana!
Ya es clara la postura de endurecimiento en las medidas contra la inmigración en el discurso de muchos líderes europeos. También españoles. Eso no es malo por sí mismo, el asunto es ver como se conforma esa postura en la práctica. Por lo pronto, la extrema derecha quiere que las comunidades peninsulares no reciban en sus territorios a los inmigrantes arribados a Canarias, dando así muestras de una pésima actitud para con una parte de España.
En el lado opuesto, la extrema izquierda, y no tan extrema, preconiza la absoluta libertad para una inmigración incontrolada, y hasta que los inmigrantes, una vez dentro del territorio nacional, tengan mayores ayudas que los propios nacionales.
En Canarias el gobierno español ha improvisado lo que llaman “vuelos humanitarios” que supone casi furtivos traslados de inmigrantes, solo de adultos, desde Canarias a la península. Algo, lo reconocemos, que evita mayor presión sobre las islas, pero que ya comienza a ser mal visto, y que es objeto de ciertas críticas desde algún medio. La realidad es que no hace nada especial el gobierno español con ello, ya que no queda más remedio que fletar esos vuelos, pues solo es la consecuencia lógica de un nefasto control de las fronteras nacionales. Digamos que nuestro ejecutivo nacional únicamente pone parches a una situación que necesita de otro tipo de soluciones de más calado y enjundia que evite, antes que nada, la propia llegada masiva de inmigrantes a Canarias.
También comprobamos como el líder del PP, en la oposición, dice con respecto a los menores no acompañados que se hacinan en Canarias, “que nadie puede dar lo que no tiene”, refiriéndose a que las comunidades que gobierna su partido recibirán a los inmigrantes menores dependiendo de que puedan hacerlo o no. Y luego, en vez de proponer un sistema legal de reparto automático de esos menas, dice que las comunidades del PP acogerán a un total de cuatrocientos menores de los seis mil que ya custodia Canarias. Presumiendo de ello como si fuera un alarde digno de toda una política de Estado. Pero es que Canarias está condenada a recibirlos en un número ilimitado, y a tener que asistirlos sin posibilidad de elección, tenga o no tenga medios, viéndose así obligada a dar lo que no tiene, ¡todo mucho más allá de cualquier previsión!
Lo dicho son peligrosos atisbos que indican que Canarias se puede ver sola en medio del Atlántico frente a una invasión cada vez mayor. Ese “lavarse las manos” lo realizan personas pertenecientes a formaciones que deben tener entre sus valores patrios la unidad y la integridad de España. Es incomprensible. ¿Dónde está la visión de Estado? ¿Es limitada en algunos casos?
Resulta sorprendente que algún comentarista de los medios de comunicación, hablando como solo lo hacen los que no pretenden sino desplegar una amable imagen pública personal, diga que esos, no menas, sino niños inmigrantes, precisión cierta claro, deben ser siempre atendidos por cuestiones humanitarias ¡Ello también es verdad! Sin embargo, ese comentario no va acompañado de la más mínima ponderación de lo que hay que hacer para atender a esos millares de menores, con los escasos medios de una de las comunidades más pobres de España. En las circunstancias legales actuales, los recursos de los canarios, de todo tipo -también el territorio-, deben ser destinados, por lo visto, a conformar una especie de guardería de toda la inmensa África. ¡Qué bueno es ser buenista! ¡Y que fácil es el disparar con pólvora ajena!
Las experiencias pasadas con Europa que afrontaban retos de ajustes de nuestra no tan conflictiva realidad de aquel entonces, no son tan halagüeñas. Efectivamente, la Unión Europea (UE), antes Comunidad Económica Europea (CEE), siempre ha sido implacablemente determinadora de los destinos de las islas, y no siempre ha sido poniendo los intereses canarios por delante. Esa CEE llegó a subvencionar que hundiéramos nuestros barcos pesqueros en el pasado para así hacer desaparecer, tal como sucedió, esa rentable industria de las islas. Y hasta ofreció subvenciones por arrancar las vides de las islas, algo que al final no cuajó para fortuna de los seculares vinos canarios. Todo ello con el fin de dedicarnos, por imperativo legal y por designio de los tecnócratas europeos, a ser los camareros y hospederos de Europa. De eso vivimos hoy, y no renegamos de ello, ¡salvo que se nos quite el vicio de comer, claro!, pues es lo único que nos han dejado como modo de supervivencia. Pero hasta eso está ahora en serio peligro con la inmigración, también. ¿Vendrán ahora a proteger nuestro modo de vida dado que ya no tenemos las sardinas de nuestros barcos hundidos?
Somos el sufrido zaguán de Europa en este asunto de la inmigración, y ese estatus legal puede ser nuestra maldición. Las mafias han encontrado el resquicio para enviar sus clientes a Europa utilizando esta especie de cabeza de puente que es Canarias, como si esta se erigiera en una perfecta pasarela hacia el paraíso. O, quizá, en una torre de asalto, y no nos olvidemos que estos artilugios bélicos del pasado eran derribados desde las murallas desde el acosado castillo como un sistema desesperado de defensa.
¿Y si así, el zaguán, de repente, dejara de servir para acceder a la casa europea? Y si, simplemente, deciden como solución desde Europa, o desde la propia España, que lo mejor es bloquear a inmigrantes y canarios en estas ocho islas. Solo recibiríamos, en el mejor de los casos, las treinta monedas de oro por convertir los hoteles y apartamentos turísticos en la infraestructura de un inmenso campo de concentración. No digo disparates, ya ocurre con la ocupación temporal de hoteles de cuatro estrellas con inmigrantes. En ese terrible escenario no habrá nada que llevarse a la boca, ni por los canarios ni por los inmigrantes. Lampedusa no será un buen ejemplo comparativo. ¡Quizá un nuevo Haití! ¡Dios, en su infinita misericordia, nos libre de eso!
Al margen del fenómeno migratorio como tal, en Canarias todo comienza a estar teñido, además, de intereses espurios que dan auténtico miedo, sobre todo, por la completa ignorancia de lo que se piensa en los sitios de poder sobre el hecho de que algunas potencias miran con codicia los fondos de las aguas que rodean a las islas. Fondos que parece que albergan riquezas mineras sin parangón.
Este descubrimiento minero debe ser un innegable catalizador de las aspiraciones expansionistas de Marruecos. Aunque no se puede ignorar que, según el artículo sexto del tratado de la OTAN, las Canarias, como islas de Europa al norte del Trópico de Cáncer, están amparadas por esa organización defensiva, lo cierto es que tampoco podemos olvidar que el Sahara debía estar protegido por el Estado español como una provincia más de este, y ya sabemos lo que ocurrió al final. Todo con el corolario de las últimas decisiones del señor Sánchez de renunciar a la postura española a favor de las reivindicaciones de los antiguos españoles del Sahara de ser independientes, los cuales ahora ya han sido definitivamente abandonados en el desierto ¡A su suerte!
Lo cierto es que, al margen de la segura protección de la OTAN en caso de conflicto bélico, ahora existe ya una invasión no militar que puede encubrir una futura ocupación soberana del territorio a modo de homóloga “marcha verde”, quizá en nuestro caso, una “travesía azul sobre Canarias”. Pero no maliciando sobre eso, aunque sin perderlo de vista, lo cierto es que existen riesgos de una desestabilización de las bases sociales con la realidad del aumento de una población inestable, y la posibilidad cierta de que ello genere una violencia que irá creciendo en su seno por ser, eso, inestable. Desarraigada. No controlada. Abandonada a su libre albedrío. Nada que ver con el racismo, y sí con el orden público.
Para colmo, por si todo eso fuera poco, comprobamos como la clase política canaria debe ser de las más despistadas del mundo. De lo contrario no se entendería, por ejemplo, que después de tantos años de autonomía y de un nacionalismo, supuestamente militante y en el gobierno, nadie haya reivindicado las aguas y el espacio aéreo que nos pertenece. Somos un conjunto de islas, pero no un “archipiélago” para el derecho internacional ¡Increíble! ¿No? Y todos “calladitos” hasta ahora, ¡año 2024!, fecha en la que parece que se ha dado cuenta el Parlamento de Canarias de que solo tenemos las doce millas de aguas jurisdiccionales alrededor de cada isla. ¡Eso es vergonzoso para todos a estas alturas!
A la crítica sobre eso, no puede permanecer ajeno el gobierno central, ya que no existe protesta alguna de España en la ONU sobre la “invasión jurídica” de las aguas que deberían ser canarias por potencias extranjeras, y eso es un “despiste” canario, pero, también, una “pista” de lo que le preocupa Canarias al gobierno central en los foros internacionales, ya que el luchar por sus aguas en ese ámbito mundial es de su exclusiva competencia.
Sí, además, también sufrimos en Canarias “el complejo racista”, igual que en el resto de España. Se ha minado la mente de los canarios con complejos de racismo que nunca han sido pecado de nuestra gente, y hasta se les intenta convencer de que, siendo europeos, si protestan contra lo ilegal en que se implica a gentes de otras razas no europeas, son eso, “racistas”. ¿Pero qué cuento es ese? Esos complejos no los pueden tener las pobres comunidades isleñas, mezcla, además, de muchas gentes, solo empeñadas en sobrevivir a lo largo de su historia, sin explotar a nadie, y más bien sufriendo a lo largo de la misma abusos de invasores de todo tipo. ¡Que se vayan a otro sitio a decir tales dislates! ¡Que se manden a mudar!, como diría nuestro Caco, con esos argumentos.
Solo estamos en contra de las agresiones a lo nuestro, en contra de los ataques a nuestro sistema de vida, del desorden público. Nada más. No estamos en contra de los extranjeros. Respetamos la buena contribución que venga de fuera, pero sin dejar de amar lo nuestro, ¡faltaba más en un canario! No es inconstitucional combatir lo ilegal, y como jurista sé que lo ilegal son los hechos, y nunca las personas. Sí, lo que tenemos es una inmigración descontrolada a la que hay que poner remedio, porque eso sí que será cumplir con la Constitución. Esa es nuestra postura, también será la de los inmigrantes legales, supongo. Que no nos digan que los ilegales somos nosotros por pretender algo tan sencillo y fácil de comprender.
¿Mandar la armada para el control de la inmigración? No es un disparate, sino todo lo contrario. ¿Son racistas los ceutíes o los melillenses por tener las vallas que le separa del resto del continente africano? ¿Alguien plantea eso en la valla americana? Todo depende de la gestión legal de esas barreras que solo pueden imponer un cierto orden y evitar el caos.
No entendemos del todo las recientes declaraciones del presidente gobierno de Canarias al decir que desplegar la armada solo servirá para traer sanos y salvos a los inmigrantes que se encuentren en alta mar, pero que no será útil para controlar nada, porque lo primero que se impone es la humanidad. Por supuesto, tiene razón en ello, pero la caridad debe ser bien entendida: TAMBIEN HAY QUE TENERLA CON LOS CANARIOS. Y nos explicamos.
Quizá solo se trate con esa propuesta de conseguir un cierto control y el de tener más datos del trasiego mafioso. Darles un mensaje a los traficantes de personas de que la ruta marítima hacia el “embudo de Canarias” está atestada de barcos militares que no les hace tan cómodo el lucrativo tráfico que hacen a costa de vidas humanas. ¡La presión sicológica también funciona! Tal vez una armada que impida la salida en origen de los cayucos, y que los devuelvan así a las costas africanas, de manera inmediata. No lo sé. Pero si sé que, al margen de hacerse con las máximas garantías humanitarias y bajo el acuerdo con otros países, debe darse un mensaje a las mafias de que la ruta canaria se acabó, o de que, al menos, no es tan fácil el seguir explotándola. Darles a entender a esos perversos de que la misma ya no satisface, tan regaladamente, sus espurios intereses, y que estamos vigilantes e implicados con lo nuestro. ¡Tengamos fe y confianza en el saber hacer de nuestros militares!
Perdidas las Canarias, solo será el primer paso hacia la desmembración de la propia España, de la cual las islas forman parte desde su misma conformación en el siglo XV. ¿Nos perdonarán nuestros hijos el dejarnos hurtar la tierra que les dejaron en herencia sus abuelos? Incluyo en esta pregunta a todos los españoles, no solo a los canarios, sean del color político que sean.
Sabemos que la inercia de un objeto que se encamina en una dirección es una fuerza poderosa, y que solo otra fuerza enérgica puede cambiar ese sentido de la marcha. Así lo dice la física. ¿Dónde está esa fuerza contraria a los acontecimientos actuales? Quizá nuestro destino, de canarios y españoles, sea perder Canarias por ser dos veces buenos, y hacerlo muy calladitos. ¡Muditos! ¡Sumisos!
Tal vez, ellos, nuestros jóvenes, ¡pobres!, no sean dos veces buenos como nosotros, es decir, no sean “tontos”, y en el futuro nos reclamen, en la misma cara, nuestra pusilanimidad y cobardía.
¿Qué les diremos entonces?
* Abogado y escritor.
Comentarios
1 Beatriz Sáb, 13/07/2024 - 10:31
2 Juan Sáb, 13/07/2024 - 10:44
3 Margarita Sáb, 13/07/2024 - 13:23
4 Margarita Sáb, 13/07/2024 - 13:26
5 Margarita Sáb, 13/07/2024 - 13:39
6 Vicente Sáb, 13/07/2024 - 14:15
7 Nazaret Sáb, 13/07/2024 - 15:23
8 Ferry grande Sáb, 13/07/2024 - 19:52
9 iluminati Sáb, 13/07/2024 - 20:45
10 Margarita Dom, 14/07/2024 - 10:07
11 Rosa Dom, 14/07/2024 - 19:37
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