Ana Carrasco

¡Tocada!

De pequeños jugábamos a correr unos detrás de otros, nos perseguían y perseguíamos hasta decir ¡Tocado! Jugábamos al escondite, al gato y al ratón... juegos de acción que activaban el cuerpo, la mente, también la risa nerviosa y divertida. La adrenalina corría por nuestras venas.

Los niños y jóvenes de hoy no corren tanto como lo hacíamos nosotras. No juegan en las calles, ni en los callejones. No corren tras ellos hermanos, amigas o primos, sino algo tan incorpóreo como son los algoritmos. Hay una razón: en este mundo tan hiperdigitalizado, cada búsqueda, cada me gusta, cada clic, cada palabra tecleada, cada acción que realizamos cuando estamos conectados a internet se computa, se procesa matemáticamente, con la finalidad de vendernos cosas, emociones, ideologías, o simplemente capitalizar nuestros datos. Es el marketing digital, la publicidad personalizada, el microtargeting.

Sin darnos cuenta, nos hemos visto atrapados en un juego en el que no hay piernas, caras, ni manos, sino anuncios, recomendaciones, sugerencias e informaciones. Toda una insinuante oferta que los algoritmos disparan para alcanzar nuestra mente, ¡Tocada! Y suelen acertar, puesto que, las personas ni corremos, ni reímos, ni socializamos, sino que nos mantenemos quietas, sentadas, acomodadas ante una pantalla, que luminosa, nos incita a ver aquello que la inteligencia artificial cree o pretende que nos guste.

"Ya no vemos lo que queremos, sino lo que nos enseñan", es una frase extraída de un artículo de Karelia Vázquez. La periodista describe la ansiedad generada por la preocupación de que la tecnología controla lo que elegimos y no nosotros. Leyéndola, recordé al escritor y filósofo Santiago Beruete porque equipara el "neuromarketing" con la forma de proceder del hongo Ophiocordyceps unilateralis, una especie parásita capaz de alterar la conducta de la hormiga carpintera.

El proceso empleado por el hongo es tan peculiar que merece la pena contarlo. Las esporas del hongo infectan a la hormiga, entran y se expanden por su cuerpo, secuestrando su sistema nervioso y haciendo que el animal trepe una planta y se cuelgue del borde de una hoja. Los micelios del hongo invaden los tejidos blandos, la cabeza incluida y salen al exterior generando nuevas esporas. De esta forma, la hormiga "zombi" termina siendo el alimento para gran júbilo del hongo.

Esta historia de parásitos y zombis que Beruete cuenta a sus alumnos, me parece muy adecuada para metaforizar lo que los expertos creen que está pasando con el Big Data. Y es que los jóvenes empiezan a tener la percepción de que el algoritmo los conoce mejor que ellos mismos, generándoles sensaciones de no control y dudas sobre identidad: "¿me gusta lo que creo que me gusta o me estoy dejando llevar por un algoritmo?".

Estamos construyendo un mundo inquietante, extraño, hipercomplejo, en el que, para júbilo de los grandes "micelios" de las corporaciones del Big Data, de alguna manera, todos nos hemos convertido en sus zombis, rentables económicamente, colgados de internet. Quizás urja volver a jugar al escondite, escondernos de los algoritmos, despistarlos un poco, correr con nuestras piernas y mente y reírnos mucho, felices de saber que somos nosotros los que controlamos nuestras decisiones.

 

Foto: Internet. Imagen de un cadáver de una hormiga infectada, con cuerpos fructíferos de Ophiocodyceps unilateralis.

 

Comentarios

Realmente, siempre nos han ofrecido lo que otros querían que viésemos o pensásemos. ¿Qué decisión tomábamos hace décadas sobre lo que ver en tv o lo que escuchar en la radio?¿No eran "Los 40 Principales" una imposición sobre lo que escuchar en Música?¿Qué poder de decisión teníamos sobre los programas de tv o cuándo verlos? Ninguno. Ahora hay mucho más para elegir y Algoritmo te quita tiempo de buscar vídeos sobre un campo que te interesa y te reduce el tiempo de búsqueda considerablemente. Luego tú decides si esos vídeos sirven a tus intereses. Y, como dice el artículo, está en nuestras manos "jugar" con Algoritmo ya que, aún no es más inteligente que nosotros, es una enciclopedia llena de datos y de gustos, pero aún no controla la ironía, las metáforas, los dobles y triples sentidos... Además, como al "pedante de sobremesa", se le puede vacilar (otro aspecto que Algoritmo aún no controla) y hacerle creer que nos interesan temas que, en realidad, no nos interesan lo más mínimo . Yo puedo buscar vídeos sobre surf, sobre el Real Madrid, la Pantoja, las carreras de motos, la "invasión musulmana" de Europa, la superioridad blanca... y Mr. Algoritmo me elegirá vídeos sobre esos temas que ignoraré totalmente. El perfil de persona que genere en la Red estará distorsionado, lo que inhabilita el deseo de control sobre nuestros gustos. Es un nuevo "juego del escondite", muy divertido, y adaptado a estos tiempos de juegos virtuales. Y una manera de mantener activas nuestras mentes para no vivir aborregados y "dormidos".
Gracias Avelino por el comentario. Interesante leer su reflexión.
Seguro que nuestros abuelos y padres decían lo mismo de nosotros: que no jugábamos tanto como ellos; y lo mismo dirán nuestros hijos de los suyos. Creo que de los primeros en quejarse (por escrito) de la siguiente generación fue Cicerón y así seguimos. Es simplemente un signo de que nos estamos haciendo viejos, y por lo tanto ofendiditos.
c: El asunto no se ciñe a si jugamos menos que nuestros padres, no es una queja al respecto, sino cómo, el uso intenso de las redes sociales, según los estudios, están provocando sensaciones de preocupación, inquietud, problemas para concentrarse y memorizar, trastornos del sueño o pérdida de placer en lo que solía gustarles...Por otro lado está el mensaje de Zuboff, ella explica que los usuarios de la tecnología ya no son meros clientes, sino la materia prima de un nuevo sistema industrial; a los que se exprime para extraer sus datos, hacer predicciones sobre su conducta y vender productos a terceros. No estoy en contra de la IA, si atenta a sus efectos.
Qué buenos son sus artículos señora Carrasco.

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