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Una lanzaroteña en Lesbos, una cárcel para 10.000 personas

Mar Cañado trabaja como voluntaria con una ONG griega en el campamento de refugiados de Moria en la isla de Lesbos y alerta de la situación inhumana en que se encuentran los migrantes

Laura Anatol, coordinadora. Reparto en Moria
Saúl García 1 COMENTARIOS 27/10/2018 - 08:06

Fue por una visita a su médico de cabecera, Julene Larrañaga, en Playa Honda. La doctora le contó que había viajado en dos ocasiones, una de ellas con Médicos del Mundo, a la isla griega de Lesbos, al campamento de Moria donde se hacinan miles de personas. Le dijo que hacía falta cualquier tipo de ayuda, no solo ayuda médica, así que Mar Cañado se fue para estar dos semanas y estuvo dos meses. Volvió unos días a Lanzarote y ya está de regreso de nuevo en Lesbos, ahora sin billete de vuelta.

El campamento de Moria es un lugar al que sólo van voluntarios porque las personas que están obligadas a permanecer allí no pueden ir a otro sitio. El campamento tiene una capacidad para 3.000 personas y sobrepasa las 10.000. Duermen en casetas de campaña, sobre cartones en el suelo. En verano hace mucho calor y en invierno mucho frío. Hay un baño para cada 72 personas y una ducha para cada 90. Normalmente comen una vez al día, y mal. Para conseguir agua pueden llegar a esperar hasta tres horas. Algunos viven allí desde hace tres años.

Cada jueves se deporta gente y hay refugiados, o migrantes, que piden que los deporten porque no aguantan más. “Allí te vuelves loco”, dice Mar. Y sin embargo, o por eso mismo, Mar, bióloga de formación y coach de profesión, que también imparte cursos en Lanzarote, dice que ahora mismo no ve “otro sitio mejor en el que pudiera estar”. “Ahí me siento útil, merece la pena ver a la gente sonreír, dar un poco de dignidad en medio de todo esto”.

Ha estado trabajando y vuelve a trabajar, como voluntaria, con la ONG griega Attika (attikahumansupport.org) que reparte ropa y objetos para la higiene personal. Lo hacen en la puerta del campamento con un sistema que se organiza por whatsapp. “Los que llegan hasta allí han pasado mil penurias, han perdido todo su dinero, pero intentan mantener como sea el móvil”, dice Mar. Eso les permite comunicarse con sus familiares y enviar un mensaje a la ONG para transmitir sus necesidades. Las familias, iraquíes, sirias, afganas, pakistaníes o africanas de cualquier país, describen en ese mensaje a cada uno de sus miembros, su edad, sexo, talla y número de zapato.

Con esa información, los voluntarios de la ONG les asignan un número y preparan una caja en el almacén que tienen en la isla griega, donde reciben las donaciones. Los que llegan a Lesbos huyen de guerras, de conflictos, de los intentos de reclutamiento del Daesh o de sequías... “Huyen para sobrevivir”, dice Mar, que cree que un primer paso para solucionar el problema de raíz sería no vender armas: “Sería bonito, porque estamos violando los Derechos Humanos todos los días”.

El camino que siguen no es fácil y es variado. Hay muchas rutas y todas acaban llegando a Turquía. Algunos sufren latigazos y hasta electroshock si son detenidos, y todos se embarcan desde esa orilla en pequeños botes pagando una media de 1.500 euros para cruzar los 16 kilómetros que hay entre Turquía y Lesbos, es decir, entre Turquía y la Unión Europea. “A ellos les encantaría vivir en su país”, dice Mar.


Mar con Abdul, 20 años, de Ghana. Ejemplo de superacion constante con pocas posibilidades de lograr pasaporte.

La situación en Moria es mala y no parece que vaya a mejorar. Los migrantes pueden salir del campamento pero el cierre de fronteras les aboca a permanecer en la Isla sin expectativas de salir. Mar asegura que la ayuda de las grandes ONGs no se nota, que en teoría hay diez euros por persona y día para comida y a los migrantes tan sólo les dan “un huevo batido aguado y una papa con gusanos”, una vez al día. Frente a eso, Julio, un cocinero vasco hace comida en la puerta del campamento todos los días para 3.000 personas por un euro cada menú y otras organizaciones atienden otras necesidades. “Solo funcionan las pequeñas ONGs”, dice.

Attika Human Support es una asociación griega en la que sólo trabajan voluntarios. Cuenta que les insisten “en que las cajas se preparen con amor, y no es una tontería” y que los refugiados valoran mucho a los voluntarios españoles “porque escuchamos más, damos abrazos y no nos importa el contacto”. “Nos dicen que se nota que les queremos de verdad”, asegura Mar: “Necesitan sentirse personas”. No es raro porque lo que se vive en el campo es inhumano.

Hay cerca de tres suicidios cada día, también de adolescentes, “casi todas las mujeres que van solas han sido violadas durante el camino o en el campamento, incluso por el Ejército”, hay dos médicos para las 10.000 personas, hay nacimientos y las mujeres, a veces con una cesárea, acaban durmiendo en el suelo. “Y esto es Europa”, dice Mar, que advierte de que va a llegar el invierno, en Lesbos hace mucho frío y la situación se puede complicar aún más. Para donaciones se puede visitar la página web attikahumansupport.org.


Intento de suicidio en Moria.

Comentarios

Otra a la que le gusta el exotismo. Si quiere ayudar, en Lanzarote tiene miles de personas necesitadas.

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