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Un año con la vida en pausa: miles de lanzaroteños cumplen 12 meses en ERTE

En la Isla hay más de 21.300 personas en un expediente de regulación temporal de empleo, acostumbrándose a una vida inesperada

Fotos: Adriel Perdomo.
Saúl García 2 COMENTARIOS 16/03/2021 - 07:13

Desde 2013, la Fundación del Español Urgente (Fundeu) elige la palabra del año. Para 2020 había varias candidatas claras, pero la elegida fue confinamiento. La Fundeu no elige el acrónimo del año, pero si lo hiciera tampoco lo tendría difícil: las siglas que conforman ERTE, el expediente de regulación temporal de empleo, no son desconocidas para nadie, pero miles de lanzaroteños las tienen muy presentes desde hace un año.

En Lanzarote, con los datos del 31 de enero, había en la isla más de 21.300 personas en ERTE, y aproximadamente la mitad no se ha llegado a reincorporar en ningún momento a su trabajo desde el confinamiento.

El ERTE suspende la actividad laboral, reduce el sueldo a un sesenta por ciento de la base de cotización, pero mantiene el empleo. La vida no se suspende pero queda en pausa, a la espera de volver.

Diario de Lanzarote ha hablado con cuatro personas que llevan un año en esa situación, que no esperaban, obviamente. Los casos son diferentes y las reacciones y consecuencias, también. No son las situaciones más graves que se dan en la Isla, donde hay muchas personas que han perdido el empleo, que han cerrado su negocio, que no tenían contrato, que han sido desahuciadas o que el virus se ha llevado a un familiar. No son estos casos.

De hecho, el reencuentro con el tiempo para uno mismo, la posibilidad de formarse o de pasar más tiempo con la familia aparecen como elementos positivos en esta pausa inesperada. Lo peor, eso sí, la incertidumbre.

PILAR SAN GINÉS

“Creo en el poder de la resiliencia y no hay que esconder la cabeza para hacer frente a los problemas”

“Esto es como un terremoto: un temblor grande y las réplicas”. Así lo explica Pilar San Ginés. El 25 de marzo dejó de trabajar y aún no ha vuelto, como muchos trabajadores de la hostelería. Hace seis años se recicló laboralmente después de trabajar en otros sectores y de tener su propia empresa y sufrir la anterior crisis de 2008. “Cambié los tacones por los fogones”, dice. Y no le ha ido mal. Trabaja en una de las cocinas del Arrecife Gran Hotel.

Desde el primer momento del confinamiento empezó a prepararse para el día en que volviera, aunque no pensó que iba a tardar tanto. “Lo primero que hice fue suscribirme a páginas especializadas en hostelería para ver cómo iba a ser esto para la restauración, y ahí empecé a enterarme de la realidad”, señala. Decidió fijarse una rutina, una disciplina y comportarse en casa como lo haría en el restaurante, emplatando para ella como si lo hiciera para un comensal. Cocina y cuelga algunos de sus platos en Instagram, igual que consulta en esa misma red las recetas que comparten grandes cocineros “que han sido muy generosos”, dice.

Cree que la incorporación no será fácil, al menos hasta que pueda asumir el ritmo de trabajo al que estaba acostumbrada antes de la pandemia. En el capítulo negativo está la merma de ingresos. Cobra casi 500 euros menos “y con eso pagaba el alquiler”, así que sobrevive, con su perra Greta, con lo mínimo, después de pagar todas las facturas.

También está en ese capítulo el hecho de no poder salir de viaje ni socializar. “Yo soy novelera de cuna”, señala. Por otra parte, no deja que las circunstancias le hundan anímicamente, pero reconoce que hay compañeros que lo están pasando muy mal. “Creo en el poder de la resiliencia y no hay que esconder la cabeza como las avestruces para hacer frente a los problemas”, dice.

TEGADAY VIERA

“Antes no podía estar con mi hijo, que tiene ocho años, y en esto sí que estoy aprovechando el tiempo”

Es segundo de cocina en un hotel de cinco estrellas, Lava Beach. Trabaja en este sector desde hace 17 años y solo recuerda haber estado en el paro un mes. Como todos, “al principio pensaba que no iba a durar mucho”, pero el paso del tiempo le ha permitido ponerse a estudiar de nuevo. Primero hizo algún curso, después comenzó a formarse en comercio electrónico. Incluso, ha empezado a tener unos pequeños ingresos extra por ese concepto y, finalmente, ha iniciado un máster online de dirección de empresas.

Dice que hay que marcarse rutinas, “porque si no, te distraes”. Se levanta temprano, va a caminar y después a estudiar. Lo más positivo es el tiempo que pasa ahora con su familia, con su pareja y con su hijo, al que veía poco por el horario que tenía y porque en hostelería “te pierdes todas las fiestas”. “Antes no podía estar con mi hijo, que tiene ocho años, y en esto sí lo he aprovechado”, asegura. Entre lo negativo, el descenso en los ingresos, que “se nota mucho”. Por eso comenzó con el e-commerce, para “mirar hacia adelante” y emprender si es necesario.

Tegaday, en realidad, no lleva un año sin trabajar porque tuvo un breve paréntesis de tres semanas desde mediados de diciembre, pero cree que no le fue muy bien. “No tenía ganas, no estaba muy motivado y estaba el hotel a medio gas –afirma-, además ya has visto otra realidad, porque antes era estar todo el día trabajando y existen más cosas, me había acostumbrado a mi día a día y no sentía esa alegría”. De momento, lo positivo supera a lo negativo en este año.

ALFREDO DÍAZ

“Tras dos años organizando el centenario de Manrique, había fantaseado con un largo descanso, pero no así”

“Después de dos años de mucho trabajo, organizando y celebrando los actos del centenario de César Manrique, en algún momento había fantaseado con un largo periodo de descanso. Pero no así”, indica Alfredo Díaz. Al principio, no obstante, la sensación fue la de la tranquilidad buscada: fueron momentos de relajación y aceptación. “Venía de una actividad frenética y pensé: vamos a relajarnos”. Pero luego se pasa por diferentes etapas, un sube y baja.

Alfredo también destaca la necesidad de fijarse rutinas, de “no estar con el pijama”: hacer deporte, leer, arreglar la casa, hablar virtualmente con amigos... “Así es mucho más fácil”. Alfredo comenzó a trabajar como profesor de Secundaria en cuanto terminó la carrera, y después en la Fundación César Manrique. Llevaba trabajando 37 años de forma ininterrumpida.

Su mayor preocupación durante este tiempo ha sido el estado de salud de su madre, que es mayor, y hubo que plantearse cómo cuidarla entre los hermanos y no contagiarla, claro, que era lo principal. Alfredo no lo ha pasado mal, pero ha tenido momentos de bajón.

También le ha servido este tiempo “para situar a determinadas personas en la realidad, a los que se preocupan y a los que les da igual”. No se refiere solo a los negacionistas, porque “a veces es un mecanismo de defensa, negar lo que pasa”, sino a algunos “energúmenos”, con una evidente falta de solidaridad. “Eso me ha hecho daño, se muestra aquí la calidad humana de cada uno”, dice. En varias ocasiones vio la vuelta al trabajo cerca, pero no fue así. “No sé si habremos aprendido mucho de esto, pero ahora toca cuidarse, que es lo principal”.

RUTH SANTIDRIÁN

“A esta situación la llamo tiempo libre, no disfrutable”

En 15 años de vida laboral, nunca había estado en paro. Como mucho, el periodo de incorporación entre un trabajo y otro. Cuando se anunció el estado de alarma, tardó una semana en dejar las cosas en orden y cerrar. Ya no ha vuelto. Trabaja en la administración del Hotel Aequora Lanzarote. “Apunté en mi calendario el 21 de mayo para volver, mucho más del plazo inicial”, dice, pero la cosa se alargó. Luego pensó que sería en noviembre o en Navidad. “Ahora ya sé que esto va para largo”. Esa situación de interinidad constante se ha alargado. “Ahora que tengo tiempo no se puede hacer nada y tampoco tengo ganas, yo lo llamo tiempo libre no disfrutable”, señala.

En verano se fue a la Península a casa de sus padres, aprovechando las vacaciones de verano de su hija de nueve años. Pasó allí dos meses “pero casi sin salir de casa”. Al final, no se ha autoimpuesto ninguna rutina. En casa son ella y su hija, que “es el centro de todo, me entretiene ella a mí y agradece que yo no trabaje”. Lo más positivo es estar con ella, pero puntualiza que no vale para la vida de ama de casa. “Cocinar, ir a la compra... A mí me cansa”. El caso es que tenía pensadas varias cosas para cuando tuviera tiempo, pero no ha podido por esta incertidumbre. “Anímicamente no me apetece hacer ciertas cosas”, asegura, y tiene la sensación de haber perdido un año.

Pensando en volver a trabajar, a veces bucea en la central de reservas, para mantenerse activa. En las últimas semanas, Ruth Santidrián ha tenido a personas cercanas contagiadas, aunque no graves, y tiene la inquietud de que se contagien sus padres “y además no poder ir a verles o estar allí si pasa algo”. Entre los proyectos suspendidos: un viaje con su hija a Eurodisney que habrá que aplazar, y que espera mantener. Dice que no tiene problemas económicos, pero que el descenso del sueldo le hace plantearse solo los gastos más básicos.

Comentarios

Buen artículo. ¡Enhorabuena! porque creo que cosas así son las que hacen falta porque para malas noticias y tristezas no hay que buscar mucho, pero para ver ejemplos de otras personas que siguen saliendo adelante en condiciones parecidas a la mía ayuda para mantener el ánimo. Saludos y a seguir así!
Cuando hablarán de los cientos si no miles que fueron despedidos sin erte ?

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