Itineraria publica un libro de Arminda Arteta sobre el escultor Pancho Lasso que recoge su vida y recopila en imágenes gran parte de su obra
Pancho Lasso comienza a salir del olvido
Itineraria publica un libro de Arminda Arteta sobre el escultor Pancho Lasso que recoge su vida y recopila en imágenes gran parte de su obra
Cuando el MIAC propuso a Arminda Arteta y Vanessa Rodríguez la renovación de la sala que el museo dedica al escultor Pancho Lasso (Arrecife 1904 – Madrid, 1973), ellas plantearon la necesidad de elaborar una monografía sobre el conjunto de su obra. Una gran parte se exhibe en el museo, otra parte está en depósito sin exhibir y otra dispersa en colecciones particulares.
“No había nada que recogiera toda su obra”, señala Arteta, que había comenzado años antes una tesis sobre la figura del escultor. Esa monografía se ha acabado convirtiendo en un libro, Pancho Lasso. Primer escultor de Lanzarote (Editoral Itineraria), con edición y textos a cargo de Arteta y el diseño de Vanessa Rodríguez.
El libro, que cuenta con la colaboración del Gobierno de Canarias, los Centros de Arte, Cultura y Turismo y el MIAC, salió primero en versión digital y ahora en formato físico. Se divide en cinco capítulos: Arrecife 1904-1926: la gestación de un sueño; 1926-1929: en el Madrid de los ibéricos; 1929-1939: la aventura vallecana; Lanzarote 1934-1946: punto de inflexión y 1947-1973: oscuridad y renacimiento.
Los textos están en español y en inglés y su objetivo es sencillo: poner en valor la obra de Lasso y divulgarla, “despertar el interés hacia él para que otros profundicen después”, señala Arminda, que considera que Lasso es un gran olvidado y que debe aparecer en la historia del arte de Canarias y de España ya que participó en uno de los principales movimientos de vanguardia, como fue la Escuela de Vallecas.
Lo tenía todo para caer en el olvido: era de la periferia de la periferia y era comunista. Además, era una persona de grandes convicciones, y la dictadura y el fracaso de lograr un papel predominante de la cultura en la sociedad, lo sumieron en una gran depresión. “Ha estado a la sombra y ha desaparecido buena parte de su obra surrealista realizada en barro o escayola por falta de medios”, señala el texto, pero tuvo un “papel fundamental” en el tránsito a la contemporaneidad artística de Canarias.
Además del estudio de su obra, Arminda pudo entrevistar a la única hija de Lasso, Rosalía, ya fallecida, y también tuvo la colaboración de Fernando Ruiz, que fue conservador de la Fundación César Manrique y es un enamorado de la obra del escultor.
El libro recoge una muestra muy completa, en imágenes, de la obra de Lasso, con fotos, bocetos, dibujos o comparativas. Lasso fue el primero y es aún el escultor más importante nacido en Lanzarote. Formó parte de la Escuela de Vallecas, que fue uno de los grandes momentos de vanguardia antes de la Guerra Civil, pero experimentó con el neocubismo, surrealismo telúrico, realismo popular y también optó no solo por la escultura, sino por el dibujo, la medalla o la pintura.
Tuvo dos constantes en su obra: el compromiso social y el amor hacia Lanzarote, que también era su inspiración. En la primera parte del libro, la autora se pregunta cómo fue posible que surgiera un escultor de un entorno tan poco propicio para el arte entonces, a principios de los años veinte. Dice el texto que Lasso tenía una especial sensibilidad, era un niño introvertido y examinaba con asombro todo lo que le rodeaba. Recordaba él mismo que era un deleite ver las labores del campo, correr y ver la vida vegetal.
Era un artista nato y, aunque tuvo que hacer trabajos menos artísticos para sobrevivir, “lo que le llenaba de felicidad era trabajar en su obra los domingos”, señala la autora del libro, que cree que ha sido ignorado en los estudios sobre el arte español contemporáneo pero que se ha demostrado que no solo fue uno de los primeros en participar en la experiencia vallecana, sino que asumió el verdadero espíritu de ese movimiento.
En 1918 se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de Arrecife, que hoy lleva su nombre. En 1925 le nombraron profesor de Modelado y Vaciado de ese centro, pero lo tiene que compaginar con el oficio de peluquero. Aunque el ambiente no era propicio para el arte en aquel momento y en aquel lugar, aparece una figura clave: el fotógrafo Aquiles Heitz, que llegó a Canarias como pionero del cine. Proyectaba cine con una cámara portátil y se casó con María Lasso, hermana del escultor, tras volver de un viaje por América.
Aquiles le aporta descubrimientos sobre cine, fotografía y teatro, pero también, dice Arteta, que es una de las primeras personas en valorar el paisaje de Lanzarote, la aridez y el volcán, y que esa mirada influye en Lasso que a su vez incide después en César Manrique. Se hacen amigos y fue un estímulo para César.
El Cabildo da una beca a Lasso para ir a estudiar a la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y llega en un momento de gran efervescencia cultural. Asiste a las tertulias del Café de Oriente y conoce al escultor Alberto Sánchez, que ejerce como una especie de maestro. Sigue trabajando como peluquero y como sacador de puntos de otros escultores, principalmente para esculturas religiosas.
El libro repasa lo que significó la Escuela de Vallecas, fundada por Benjamín Palencia y que supone la primera aportación de España a la vanguardia internacional del arte, con unas señas de identidad: la preocupación por el campo, el mundo rural, y también por la prehistoria hispana.
Falleció en 1973 y no pudo ver la muestra en el Arrecife Gran Hotel con su obra
A partir de 1929, en sus obras, Lasso empieza a abandonar las formas geométricas y angulosas de sus primeros años en Madrid y salta hacia el surrealismo telúrico o popular. Con el estallido de la guerra regresa a Lanzarote donde realiza varios encargos y dibujos, algunos de ellos con gran contenido político antifascista, pero vuelve a Madrid en 1946 donde se encuentra un panorama desolador, tanto en el campo del arte como en la vida política y social. Pasa un mes en la cárcel acusado de instigar a colocar una bandera republicana en el Casino de Arrecife.
También se pone de manifiesto en el libro la concomitancia de Lasso y Felon Monzón y la Escuela Luján Pérez, con quienes comparte ideales de izquierdas, una fuerte voluntad pedagógica y un interés por representar el mundo del trabajo.
Después Lasso gira hacia el realismo, y llega su época más oscura, de supervivencia personal y artística, de la que comienza a salir con el arte de la medalla. Lasso se queda cautivado con ese género y expone en él los paisajes de Lanzarote y las gentes de la Isla, los oficios y trabajos del campo y de la pesca. Supuso un renacimiento como artista. Gran parte de esas medallas las tiene el Cabildo de Lanzarote y otra parte la Casa Museo de la Moneda.
A mediados de los años sesenta, Lasso se adentra en la pintura. En su última etapa realiza dos esculturas que se hallan en Arrecife: la del doctor Jose Molina Orosa y el busto de Blas Cabrera, que está en el instituto que lleva su nombre. Falleció en 1973 y no pudo ver la muestra que se inauguró ese mismo año en junio en el Arrecife Gran Hotel con su obra.
Una de sus mayores ilusiones era la de poder exponer en su isla natal y que su obra estuviera en un pequeño museo al alcance de todos y que ese centro actuara como elemento cultural y educativo para todas las generaciones. De momento, no es así, pero sí tiene una sala específica para su obra en el MIAC. Arminda Arteta señala que existe obra suficiente para poder cumplir con el deseo de Pancho Lasso.
Comentarios
1 Aficionado al arte Dom, 09/07/2023 - 17:35
2 Liborio Mar, 11/07/2023 - 09:02
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