Pájaros del mundo, bienvenidos
Octubre trae consigo a los viajeros más aerodinámicos de la temporada. Son aves que provienen de la región paleoártica, la ecozona más extensa del planeta. Algunas inician su migración desde los Urales, otras emprenden un vuelo directo desde el Norte de Europa para disfrutar cuanto antes del cálido invierno africano. Lanzarote es un lugar privilegiado para observarlas en acción.
Uno de los conciertos más espectaculares del otoño lo protagonizan cada año las garzas (reales, comunes) y gaviotas (patiamarillas o reidoras) que se acicalan y pasan la noche en el Islote del Quebrado, al abrigo de la marina de Arrecife. Sus reclamos se escuchan con redoblada potencia en las noches de viento manso o ausente. Particularmente hechicero es el canto del pequeño zarapito trinador, que derrama su “bibibibí” por los bajíos, en un precioso vuelo costero de exhibición.
En Lanzarote existen siete Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA). La Marina de Arrecife no es una de ellas. De hecho, no tiene ningún grado de protección. Pudo ser Bien de Interés Cultural, por sus yacimientos arqueológicos subacuáticos, pero la autoridad portuaria de Las Palmas pleiteó para impedirlo. Pudo ser Sitio de Interés Científico, por su inventario de invertebrados (en 2008 se descubrió una especie nueva para la ciencia), sus aves marinas y sus ricos bosques de Zoostera nolti, pero el expediente administrativo caducó mientras la Administración local discutía con la Dirección General de Costas.
Costó cinco años colocar una señal que prohibe la entrada de perros en una de las playas del Castillo de San Gabriel. En letra pequeña se detalla la sanción que acarrea el incumplimiento de la norma (entre 150 y 1.500 €) y en letra ilegible en la distancia, se ofrece una genérica explicación: “Esta es una zona de interés para aves. Se ruega no pasar. Aves en peligro de extinción”. Ningún otro soporte cuenta que se trata del chorlitejo patinegro, que tiene en Lanzarote una de sus principales colonias del archipiélago y que acapara la atención de la comunidad científica. El ayuntamiento de Arrecife sí editó en 2014 un folleto sobre las aves acuáticas costeras, que se repartió en los colegios y está disponible en formato digital en su web.
Aguja colipinta en el Castillo de San Gabriel (Arrecife).
Las aves pelágicas hacen vida en altamar y sólo pisan tierra por la noche para reproducirse. Nidifican en los acantilados de Famara y pueden verse en las zonas más abruptas del Parque Natural del Archipiélago Chinijo y los islotes. Dicen que el reclamo de la pardela cenicienta “pone los pelos como tachas”. La Sociedad Española de Ornitología (SEO Bird Life) ofrece en su web una completa guía con fotografías, sonidos y características de cada especie. El guincho, el guirre (alimoche canario) la coruja, el paíño pechialbo (única población en España) y el petrel de Bulwer residen aquí, en el límite de subsistencia de su hábitat. En esta espectacular zona pasa sus días la única población de halcón de Eleonor de Canarias, un ave que disfruta del invierno en Madagascar y regresa cada año para reproducirse. La comunidad científica los estudia desde hace una década.
Cerca del Centro de Interpretación de Mancha Blanca (Tinajo) pueden verse fácilmente camachuelos trompeteros y cuervos. En los barrancos del Norte (Elvira Sánchez, Chafariz, Temisa, etc.) se han establecido herrerillos, canarios y jilgueros que viven aquí durante todo el año. En el islote de los Halcones y la costa de Timanfaya existe una gran colonia de aves marinas entre las que destaca el halcón de Berbería. El saladar de La Santa es un buen sitio para observar la espátula común o el charrán. El bisbita caminero, las perdices o el omnipresente cernícalo puede encontrarse en La Geria. En Los Ajaches hay de todo. Por la reducida superficie de la isla, los hábitats no están muy diferenciados.
Las Salinas de Janubio son uno de los lugares claves para ver a las especies migratorias (zampullín cuellinegro) y a las anátidas residentes, como el tarro cancelo. Aquí anida la única colonia de cigüeñuela de la isla. Los pedregales de la costa, en los llanos de los Ancones y de las Maretas, son un buen sitio para ver aves esteparias. Igual que el jable, donde, con paciencia y suerte, podemos disfrutar del espectacular baile de apareamiento de la avutarda hubara a partir de diciembre. El macho echa su penacho hacia atrás y se contonea haciendo grandes ochos en el suelo. También pueden verse alcaravanes, corredores y terreras marismeñas (moñas).
El sentido común tiene que primar a la hora de observarlas: hay que guardar una distancia prudencial para no invadir su hábitat, ni interferir en sus actividades. Tenemos que ir provistos de prismáticos o telescopio (además de protección solar o ropa de abrigo si se buscan rapaces), jamás hay que meter el coche por lugares sin pista y la observación debe plantearse con todo el tiempo y la tranquilidad posible. En Lanzarote, hay al menos tres empresas que organizan excursiones ornitológicas. En 2010, el Cabildo encargó a SEO Bird Life la redacción del Plan de Turismo Ornitológico presupuestado en 13.000 euros, que se encuentra en estado de revisión y actualización.
Halcón de Eleonor. Alegranza.
¿Cuándo mirar al cielo?
Entre julio y octubre llegan a la isla los paseriformes: pequeños pájaros como el papamoscas, el mosquitero o la curruca. Se cuentan por miles. Algunos se quedan y otros bajan hasta Sudáfrica. Con el otoño arriban la mayoría de los limícolas (chorlito, chorlito negro, gris, zarapito, gaviotas sombrías, cabecinegras…) y su estancia dura hasta los meses de enero o febrero. Durante la primera semana de febrero, se ha documentado varias veces una gran nube de charranes patinegros. Divagantes asiáticos, rarezas como el mosquitero bililistado (Phylloscopus inornatus) puede encontrarse en los jardines de complejos turísticos y viviendas.
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