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Mohamed y Youssef, dos viajes y una tragedia: uno pide asilo y el otro se arrepiente

Los dos jóvenes llegaron en patera a Lanzarote con tres meses de diferencia. Uno es solicitante de asilo y empieza a ver la luz. Otro es futbolista y vio morir a 12 compañeros en la patera. Quiere entrenar o volver a su país

Mohamed dice sentirse bien acogido en la Isla. Fotos: Adriel Perdomo.
Saúl García 4 COMENTARIOS 15/03/2021 - 06:23

Aunque uno de ellos nació en Marrakech, los dos son de Safi, una ciudad al Oeste de Marrakech, tan al Norte que está a la misma distancia de Gibraltar que de Lanzarote. Los dos están ahora en la Isla y llegaron en patera. Uno llegó el 29 de agosto y otro el 29 de noviembre. Uno salió de Agadir y el otro de Safi. En ambas embarcaciones salieron 24 personas: en una llegaron todas y en otra solo llegó la mitad.

El viaje de uno de ellos, hasta Órzola, duró dos días, “con una noche mala”, pero todos llegaron bien. El viaje del otro no se le va de la cabeza. Fueron siete días hasta alcanzar la costa del Charco del Palo. Murieron doce jóvenes, de hambre, de sed y de frío. Cuatro de ellos se tiraron por la borda, desesperados o fruto de una alucinación, entre ellos el patrón que se llevó consigo el GPS.

Uno nació en 1999 y se llama Mohamed Abaouri. El otro es de 1996 y su nombre es Youssef Elhorga. Mohamed acaba de recibir una buena noticia que le abre las puertas para poder quedarse. Youssef, hace varios días, fue a la Comisaría a pedir que le devolvieran de nuevo a su casa.

La suerte no tiene compasión con las similitudes. Para Mohamed Abaouri, el mejor día desde que llegó a Lanzarote fue el primer lunes de marzo. Le entregaron la tarjeta blanca, con sus datos y con su foto, que le acredita como solicitante de asilo. Ya sabe que su solicitud se va a tramitar y que, si no le contestan, en seis meses podrá empezar a buscar trabajo. Dice que si vuelve a su ciudad le matan. Y hace el gesto con su dedo recorriendo el cuello. Es solicitante de asilo porque es ateo.

Youssef ni siquiera quería venir. Fue su primo, también llamado Mohamed, el que le convenció y el que le pagó los 1.250 euros del viaje. “El patrón no era profesional”, dice. Lo hace a través de Ahmed Kherani, que ejerce como traductor y casi como tutor. Son de la misma ciudad y sus familias se conocen. Se pusieron en contacto con él para que le echara una mano. Se expresa lacónicamente y da la impresión de estar mirando hacia dentro.

En sus momentos de silencio durante la conversación, que son casi todos, le vuelven las imágenes de la patera. Lo reconoce al final. Hay muchas noches que no puede dormir y desde que llegó no ha recibido ningún tipo de atención psicológica. Fueron siete días de travesía y no se acuerda de la llegada. Lo trasladaron al Hospital. Dice que aún tiene llagas por todo el cuerpo. Sus manos lo anuncian. Del frío que tenía, no sentía los pies.

Al tercer día se acabó la comida, unas latas de sardinas, y el agua. Tuvieron que beber agua de mar y hasta su propia orina. Hubo un día que cada tres o cuatro horas moría un compañero, entre ellos su primo, el que le convenció para embarcarse porque no quería venir él solo. Cuatro de ellos se tiraron. Él también quiso hacerlo porque estaba sufriendo una alucinación. “No me dejaron”, dice.

Antes del viaje pesaba unos setenta kilos. Es futbolista, defensa central en un equipo de una liga regional. Ahora mismo, su ilusión más inmediata es recuperar los diez kilos que ha perdido, ponerse en forma y poder entrenar con algún equipo de la Isla. Lo dice Ahmed, que después de hablar con su familia le quiere quitar de la cabeza la idea de volver a Marruecos “porque allí están las cosas igual de mal que cuando vino”. En comisaría le dijeron que no le iban a deportar.

Youssef estuvo durante unos días en la nave de Cruz Roja, en la carretera de San Bartolomé. Ahmed no tiene sitio en casa para él y cuando salió estuvo en una casa okupa pero ya eran muchos y le dijeron que se marchara. Esa noche durmió en el parque de Los Pinos. Se acercaron a él una chica y dos chicos, le agarraron y le quitaron todo. “Le dejaron en calzoncillos”, cuenta Ahmed. De propina le dieron un golpe en el ojo izquierdo, del que aún conserva el color rojo. Ahora está en otra casa en Altavista.

Un ateo en la mezquita

Mohamed terminó el Bachillerato y comenzó a estudiar un módulo de ingeniería electrónica. No acabó el segundo año porque vino en la patera. Dice que es ateo desde los 13 años, cuando le explicaron la teoría del big bang y entendió que la existencia de Dios no era necesaria para explicar la existencia del universo. No obstante, en Marruecos uno se complica mucho la existencia si reconoce su ateísmo.

Mohamed es ateo, una postura que puede complicar la vida en Marruecos

Mohamed vivía enfrente de una mezquita. Su padre murió en 2019 y él comenzó a encontrarse con amenazas e insultos diarios. “Se portaban mal conmigo y decidí venir para salvar mi vida”. Habla árabe, inglés y francés, pero esto lo dice él mismo en español: “España es el país de la libertad, puedes creer o no creer en Dios”.

Aunque solo lleva seis meses aquí, se puede decir que ya habla español. Ha estado aprendiendo con libros que le han prestado y con vídeos musicales de Youtube, de Morat y de Don Patricio, con subtítulos. El primer día que le alojaron en Los Pocillos fue a la playa, pero el resto se quedó estudiando.

Ahora se dedica a echar una mano a sus compañeros si tienen que ir a algún sitio o hacer algún papeleo. Se convirtió, dice, en el traductor de Cruz Roja. Explica muy claro por qué vino. Y es la misma razón que tiene “todo el mundo”: para buscar una vida mejor, porque en Marruecos, “el salario es muy bajo”.

“Todo el que viene sufre mucho”, añade. Sabes que puedes morir en el mar, sabes que dejas atrás a tu familia y a pesar de eso vienes porque quieres buscar otro futuro. Pasó 16 días en la nave de la carretera de San Bartolomé y después lo trasladaron a un hotel en Los Pocillos, donde convivió con otros chicos de Marruecos, de Senegal, Mali o Guinea Conakry. Lo único malo fue el miedo a que le deportaran, porque iban haciendo traslados a la Península a otros centros, pero nunca a marroquíes. Tampoco tiene pasaporte, así que no puede viajar.


Youssef lleva seis meses en Lanzarote.

El futuro

A los dos les queda todo un futuro por delante, pero hay que empezar por algún sitio. Ahmed quiere que Youssef pueda encontrar un hueco en algún equipo para entrenar. Dice que ahora se ha tranquilizado un poco y no piensa tanto en marcharse. “Yo le digo: ¿qué vas a hacer allí?”. Si se queda, le gustaría que fuese en Canarias y, por supuesto, jugando al fútbol: “Aquí hay gente muy buena”, señala. También tiene familia en Alemania, donde podría ir en cuanto se pueda viajar. Pero si no se queda, su sueño más inmediato sigue siendo el de poder subirse a un avión y volver a reunirse con su familia.

Ahmed quiere que Youssef encuentre un hueco en algún equipo para entrenar

Mohamed dice que él tiene suerte. Como solicitante de asilo se sigue alojando en un recurso de Cruz Roja, pero tiene muy presentes a sus compañeros, porque ahora, tras el cierre de Los Pocillos, muchos están en casas okupas o en la calle, “y la gente está sufriendo mucho en la calle”. No sabe cuánto tiempo podrá estar ahí pero tiene claro que si vuelve a Marruecos le matan, asegura. Cuando embarcó no sabía que llegaría a Lanzarote, solo que iba rumbo a Canarias. Aquí también se siente muy bien acogido: “A nadie le importa de qué religión eres”.

Dice que se quiere quedar en España, ya sea en Lanzarote o en la Península. Sus planes de futuro pasan por encontrar un trabajo relacionado con la electrónica y poder traer a su madre y sus hermanos, pero sabe que tendrá que empezar trabajando, con suerte, en la hostelería o el turismo.

-Pues has venido en una época complicada.

-Ya, pero es complicada en todo el mundo, contesta.

ENTRE TREINTA Y CINCUENTA CHICOS EN LA CALLE

Con el cierre del hotel en Los Pocillos, solo queda la nave para acoger temporalmente a los que llegan en patera. En Los Pocillos había unas 150 personas. Algunos, unos 40, han sido trasladados a la Península, otros han sido deportados a Marruecos. Otros 50 están ahora en el centro de El Matorral, Fuerteventura, y los que no quisieron ir, por miedo a que los deportaran, se han quedado en la calle. De esos, algunos han podido viajar a la Península y otros, entre treinta y cincuenta, aproximadamente, están en casas okupadas o directamente en la calle, donde están expuestos a la marginación más absoluta.

El Consulado de Marruecos está poniendo muchos problemas para poder obtener el pasaporte, ya que hay que hacerlo en Gran Canaria y no se puede viajar. Además, para obtener el pasaporte hay que estar empadronado, y el Consulado exige un acta notarial de que está residiendo en una vivienda de un familiar o un amigo que se haga responsable. Para rematar, la Policía está dificultando mucho el tránsito hacia otros destinos en España o en Europa donde los migrantes tienen familia.

Comentarios

Manu te paga Soros para que le des bombo a este tema o que? Fuera todos los inmigrantes de la isla... son gente sin preparación ninguna, lo único que hacen es jugar al fútbol y pintarse los pelos como cristiano Ronaldo ser unos despreciables...! No necesitamos gente así.
Ayuden a estos chicos que vuelvan a su tierra. Aquí hay mucho paro.
Ya no dan pena ni conmueven a nadie, la pena es perder vidas pero aquí no caben más. No se adaptan, no se quieren adaptar y no respetan, que casualidad que los que no se adaptan son los marroquíes, los Senegaleses trabajan en cualquier cosa.
Vaya cuento tiene España y Europa, no son deportados ninguno de los que vienen. Quisiera ver alguna avión donde los manden a su país, mentirosos politicos impresentables. Se crean una mentira tras otra,luego se quejan cuando esta gente ocupa casas, pues normal en la calle no querrán estar pero si alguno se quiere ir yo mismo le compro el billete. Las leyes de España, asi vamos, llegará un día que seremos el hazme reir, pobreza absoluta y un país en el que nadié querrá venir....

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