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Los rostros anónimos del compromiso en Lanzarote

El programa de ayuda a los desfavorecidos de Cáritas ha triplicado la atención a las familias

Instalaciones de Cáritas en Lanzarote. Fotos: Adriel Perdomo.
Lourdes Bermejo 1 COMENTARIOS 18/12/2020 - 07:15

Marcial González es, desde hace tres años, el coordinador arciprestal en Lanzarote de Cáritas Diocesana, una organización cristiana, vinculada a las parroquias, que no ha dejado de prestar ayuda desde su implantación en la Isla a mediados del pasado siglo. Ni siquiera en el peor momento de la pandemia faltó a su “compromiso con la pobreza y las necesidades sociales”, explica Marcial, vinculado como voluntario desde hace tres décadas, que subraya que Cáritas se financia solo a través de “donantes individuales, algunas casas comerciales y la colecta de las misas del primer domingo de cada mes en la Isla”.

“Nunca hemos dejado de atender a ninguna familia que nos pide ayuda, aunque la recaudación ha caído en picado”, asegura sor Berta Rivero, religiosa de las Hermanas de la Caridad, colaboradora activa de Cáritas Diocesana desde su llegada a Lanzarote hace seis años.

Si la media de atenciones a núcleos familiares antes de la pandemia era de unas 180 mensuales, la cifra “se ha triplicado”, dice la religiosa grancanaria, que destaca la autofinanciación de Cáritas, con una ayuda pública destinada al mantenimiento de los locales y dependencias.

Así, la organización humanitaria cuenta con una sede en la calle Triana de Arrecife, en un edificio donde también se ubica una de las dos tiendas de ropa de segunda mano de Cáritas en la capital y el piso que acoge a personas en situación de emergencia. Marcial recuerda los meses de confinamiento como “muy duros”, aunque también destaca que se recibió “mucha ayuda”.

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El coordinador alude a la cantidad de alimentos procedente de los establecimientos turísticos que tuvieron que cerrar sus puertas de un día para otro tras la declaración del estado de alarma: “Muchas de estas empresas nos donaron los excedentes de alimentos y, aunque fueron grandes cantidades, no se estropeó nada. Nos las arreglamos para distribuirlo de manera organizada, sobre todo los productos perecederos, con todas las precauciones que imponía el protocolo sanitario y los permisos oportunos de movilidad. Avisábamos por teléfono y dábamos cita para evitar que se formaran colas en la calle”, explican los responsables de la entidad, que también mencionan la ayuda de otras instituciones en aquellos días, como Emerlan o los propios servicios sociales.

Los peticionarios de ayuda (personas atendidas, como se les denomina en la organización) acuden a la sede de la calle Portugal, donde exponen sus necesidades, “que pueden ser primarias, como la comida del día u otras menos imperiosas, como ropa, asesoramiento o, simplemente, ser escuchados”, cuenta Marcial.

En función de cada necesidad, se las deriva a los distintos Proyectos Comunitarios de Alimentos (PCA), localizados en las sedes de la calle Portugal: El Sayal, destinada a la provisión de ropa y enseres, o Siquem, donde se distribuye los lotes de alimentos a las familias inscritas en el programa.

La otra sede, Betania, ha servido tradicionalmente y hasta antes de la pandemia, para realizar las labores de primera atención y acogida, con una atención muy personalizada, si bien ahora, y por las actuales circunstancias, este trámite se realiza directamente en las parroquias. Todo ello, respetando las medidas anti-COVID, con cita previa.

El perfil de las personas atendidas es muy variado “y mucho más desde hace unos meses, donde se ha incrementado la petición de ayuda por parte de residentes que se han quedado en el paro o están en un ERTE”, indica Marcial. Las familias de origen extranjero, de procedencia árabe o latinoamericana, la mayoría con muchos hijos a cargo, suelen acudir a Cáritas en busca de ayuda.

“Nunca hemos dejado de atender a nadie, aunque la recaudación ha caído en picado”

También se atiende a personas extranjeras que se encuentran en una situación administrativa irregular. “Sobre todo chicas jóvenes, que colaboran en las tiendas de ropa, a las que avisamos de algún empleo en el cuidado de mayores o labores domésticas”, explica sor Berta.

El factor cultural o religioso de las personas atendidas es muy diverso, aunque en Cáritas “solo se ve a la persona necesitada”, asegura Marcial. Aunque el mundo árabe es menos participativo a la hora de colaborar en la organización o incluso de acudir a los talleres de competencias que se organizan “a cargo de profesionales cualificados”, el agradecimiento es un valor universal y da lugar a bonitas anécdotas.

“Muchos colectivos culturales y asociaciones de la Isla están implicados con nuestra labor. Hace unos días, una murga donó un carrito de bebé a una familia árabe y, a cambio, recibió una bandeja de los ricos pasteles de su gastronomía, hechos por la madre”, cuenta Marcial.

La pandemia está sirviendo para conocer la naturaleza humana y parece que “cuando la cosa se complica, la gente es más solidaria”, según han comprobado en Cáritas: “Se está notando mucho en el voluntariado, sobre todo en la gente joven que se ofrece a participar”, cuenta sor Berta.

Aunque esta participación es coyuntural, ha sido de gran ayuda para la organización, que se nutre de voluntarios fijos, en su mayoría personas de edad avanzada y, por tanto, población de riesgo en este momento.

Marcial reitera su profundo “agradecimiento” a todo el voluntariado de la entidad, “que merece un homenaje por su fidelidad y fuerza y sin el cual no hay proyecto que valga”, dice, emocionado. En Arrecife prestan de forma habitual sus servicios medio centenar de voluntarios, que llegan a 80 si se contabiliza el resto de parroquias de la Isla.

Todas las manos son pocas, ya que Cáritas ha pasado a atender al mes a más de 600 familias en la actualidad y “la mirada está puesta en el repunte de enero”. La capital es, hoy por hoy, el motor de la labor de Cáritas, con sus parroquias: San Ginés, La Vega, Valterra-Altvista y San José Obrero, de Titerroy, que engloba los populosos barrios de Argana Alta y Baja y Maneje.

El resto de las parroquias de la Isla se reparten entre Tías, Tinajo, San Bartolomé, Teguise y Haría, sin olvidar el grupo solidario que se está constituyendo en Yaiza. Por su parte, las dos tiendas de ropa de segunda mano que gestiona Cáritas actúan a la vez como punto de distribución y local de atención de las personas atendidas. Una está situada en la calle Triana y la otra en Inspector Luis Martín, con un horario de lunes a viernes de 09.30 a 13.00 horas y ambas están decoradas “como cualquier boutique de moda”, indica sor Berta Rivero.

Están abiertas al público en general y ofrecen precios por pieza entre 50 céntimos y dos euros. Las personas atendidas recogen allí las prendas que han solicitado previamente en la parroquia, a través de un vale derivación.

Vocación

Tanto Marcial González como sor Berta aseguran sentirse felices realizando estas acciones solidarias: “sin mucha pompa, sencilla y calladamente, día a día”, subraya la religiosa. “Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda, decimos los católicos”, apostilla Marcial, para quien este voluntariado es muy gratificante: “He aprendido a tener paciencia, a no desconfiar y también que muchas veces es mejor compartirse uno mismo que compartir cosas materiales”, dice, asegurando que ha sentido verdadera emoción tras atender a una persona “completamente desconocida, que se ha abierto ante mí, solo por el hecho de escucharle”. Estas experiencias “compensan todo el trabajo y el agotamiento”, asegura.


Sor Berta.

“Tras la pandemia ha aumentado el voluntariado, sobre todo entre la gente joven”

El caso de sor Berta, que se consagró como religiosa en la congregación de las Hijas de la Caridad a los 24 años, cuando acabó sus estudios de enfermería, es el de una auténtica luchadora. Vinculada siempre a la sanidad, se jubiló hace unos años en el Servicio Canario de Salud, tras recorrer varias islas que le dejaron profunda huella. “Sobre todo recuerdo mi salida de La Gomera, donde viví 19 años. El día que me fui de allí sentí que se me partía el alma”, reconoce.

Lleva seis años en Lanzarote, donde es coordinadora arciprestal de la Pastoral Penitenciaria, otra rama de acción social de la Iglesia. Su labor en la prisión de Tahíche es una de las más gratificantes. Pastoral Penitenciaria realiza su actividad fundamentalmente con los internos del centro de inserción social (CIS) y mantiene un piso del que pueden hacer uso los internos en tercer grado o con permisos, así como sus familiares, en caso de necesidad. “Acogemos a personas de fuera de la Isla que vienen a visitar a sus seres queridos y no cuentan con recursos para quedarse en un establecimiento”, explica.

Cumplió 70 años en el peor momento de la pandemia, pero no en Lanzarote, sino en Granada, donde se trasladó para ayudar, en una situación límite, a una residencia de religiosas de su congregación y sus familiares. Durante su estancia murieron siete religiosas. “Estabas allí, con el EPI (equipo de protección individual) frente a ellas, les mirabas las caritas, escaseaban los guantes, no podías tocarlas...”, recuerda.

¿No sintió temor corriendo tal riesgo? “El riesgo es relativo. Puedo salir a la calle y ser atropellada por un coche”, sentencia esta mujer, que asegura estar “identificada con la ayuda a los pobres”, lo que le aporta “una paz interior” difícil de encontrar en el mundo secular y que la mantendrá en activo “hasta los 80 o hasta los 90, porque tengo ilusión y me siento feliz. Así que haré lo que esté en mi mano mientras pueda, en movimiento y, si ya no puedo, sentada, hablando y escuchando a la gente. La entrega es mi vocación”, asegura.

Comentarios

Ahí está siempre el voluntariado de Cáritas, realizando una labor encomiable, no solo ahora en este momento de tanta incertidumbre, de tanta hambre, desolación y miseria, sino a lo largo de todo el año. La iglesia, a la que tanto ataca la ultraizquierda e izquierda, desempeñando el papel que les corresponde a los distintos gobiernos, bien sea Autonómico o Central. No digamos nada de la labor del Padre Ángel, con los comedores sociales y luego los proyectos de la Iglesia católica, a través del Domund y Manos Unidas. Mi enhorabuena a todas estas personas que hacen más llevadera la vida a los más marginados de nuestra sociedad.

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