Los primeros de la Casa del Miedo
La sociedad homenajea a los socios fundadores que ayudaron a levantar la actual sede en la ribera del Charco de San Ginés, que se inauguró en 1987
No estuvieron todos, pero sí la mayoría. La Casa del Miedo quiso realizar, el primer sábado de noviembre, un acto de reconocimiento a sus socios fundadores, los que ayudaron a levantar la actual sede en la Ribera del Charco de San Ginés. El homenaje consistió en una comida para los socios a base de garbanzada y caldo de millo, un vídeo de homenaje y una placa a los 35 socios que acudieron, así como un obsequio en forma de barquito de madera para algunos de los expresidentes y la actuación del Cuarteto Taboire.
El acto de inauguración de la actual sede fue en mayo de 1987 y en aquel momento el entonces presidente, Manolo Gutiérrez, ya se dirigió a los socios que habían hecho posible la obra, tal y como recoge la crónica de aquel día de La Voz de Lanzarote: “Nos sentimos orgullosos de estar aquí para proceder a inaugurar este local de la Casa del Miedo, dando las gracias a los presentes, en especial a César Manrique por el cariño que nos tiene y pidiendo excusas a personas o entidades, a quienes por despiste no se haya invitado. Especial mención a los socios y trabajadores, que han hecho posible la obra. La Asamblea ha nombrado socios de honor a César, José María Espino, Ramón Martínez y José Trujillo Cañada, a los que se hará entrega de unas placas”.
Imagen de la inauguración de la sede en 1987.
Esteban Pérez, uno de aquellos socios fundadores, recuerda hoy que Gutiérrez contactó con Ramón Martínez, que era concejal de Arrecife, para ver la posibilidad de que les cedieran el terreno donde hoy está la sede. Recuerda la figura de Gutiérrez, que “era muy listo, sabía cuatro idiomas y era el que llevaba la batuta de la sociedad”. A Manolo le encantaba salir a pescar. “A veces volvía de pescar, pisaba tierra y salía con otro”. Murió hace ya doce años haciendo lo que más le gustaba, junto a Ramón Hernández, cuando se hundió el Popeye II en la bahía de Arrecife.
Por entonces, cuando le pidieron la colaboración al concejal, estaban provisionalmente en otra sede, justo al lado, en Casa Amelia, y habían puesto la mirada en ese pequeño llano en la ribera del Charco. Al Ayuntamiento le pareció bien y no solo cedió el suelo, sino que construyó la estructura del edificio, “las paredes y el techo”, recuerda Esteban. El resto lo hicieron los socios, concretamente 42, y sufragaron los materiales con un dinero que habían puesto anteriormente para comprar una sede.
La Casa del Miedo había surgido como sociedad de manera casi espontánea a finales de los años sesenta. La gente que era aficionada a la caza se reunía en aquella época en el garaje de don Guillermo, en la calle Cienfuegos, donde también se fundó el Club Deportivo Lanzarote. No era ni un bar, era un garaje “y los coches entraban por la noche cuando se iba la gente”. Eran cazadores y allí se hablaba de caza y se jugaba a la baraja, y de la misma manera, algunos decidieron hacer algo similar, pero relacionado con la pesca.
Eran marineros, pescadores, patrones, carpinteros..., gente del Charco y del Lomo que comenzaron a reunirse en una casa que estaba donde hoy está el edificio El Velero, entre el Charco y la calle Jacinto Borges. Era una casa donde vivía, o había vivido, la familia de Marcial Anguilla, que cuando se trasladaron se quedó como inquilino y aquello se transformó en un lugar de encuentro. Eso sí, un tanto precario, según relata Miguel Hernández, otro de los socios iniciales: “Dos habitaciones y una cocina, con el techo medio caído, que daba miedo”. De ahí nació el nombre involuntario. También había un patio de piedra en el que, a marea llena, entraba el agua. Ni siquiera había luz. Un día llegó la Guardia Civil para comprobar si se trataba de una reunión política clandestina o algo parecido. Allí estaban unos cuantos jugando a la baraja “con velas y quinqueles”. “No volvieron más”, recuerdan.
Al acto acudieron numerosos socios y amigos.
Después se mudaron a “Casa Amelia”, donde hoy está el restaurante Divina Italia, y formaron una murga, la primera del carnaval de Arrecife, o al menos una de las primeras. Ahí ya tenían hasta bar, aunque no tenían cobrador. Los trastos los habían tenido que dejar en otro inmueble, también cerca, en Casa Tomás, porque no cabían, cuando tuvieron que abandonar la primera sede.
Como murga ya tenían hasta patrocinador. Y no uno cualquiera. Andrés Pallarés era el representante del whisky Passport, que tenía interés en introducirse en la Isla para combatir la hegemonía del ron, y también conocía a Manolo Gutiérrez, que debió pensar que el patrocinador se adaptaba perfectamente a sus necesidades. Sacaban una botella de propaganda de gran tamaño y después llevaban un barril con el whisky, hielo y agua Firgas.
Eso era cuando salían hacia el escenario del Parque Islas Canarias, pero en la boca del muelle se tenían que dar la vuelta para rellenar porque ya no quedaba nada. Incluso llegaron a participar en un partido de fútbol en el Avendaño Porrúa disfrazados de escoceses, contra Los Relamidos “y repartíamos botellas de whisky de esas pequeñas de los aviones”, recuerda Santi Cabrera, otro de los socios. El árbitro iba montado en una especie de caballo de cartón y el botijo también tenía whisky dentro. El resultado no trascendió.
“Nos llevaron incluso al Carnaval de Las Palmas”, dice Esteban Pérez, que también recuerda que había que llevar primero la letra de las canciones a la Delegación del Gobierno aunque asegura que en el escenario eran “unos paquetes”, pero se lo pasaban bien.
Sede
Los primeros socios querían comprar una casa como sede y habían puesto primero 20.000 pesetas y después otras 5.000 más. Como llegó la oferta del Ayuntamiento, al final no la compraron y usaron ese dinero para terminar la estructura de la actual. También hablaron con César Manrique, que participó en la decoración, “pero los ojos de buey son cosa nuestra”, puntualizan. Años después se amplió la sede y el que era entonces presidente, Pepe Tabares, que lo vuelve a ser ahora, compró la parcela de detrás por un millón de pesetas y se construyó el salón de actos.
Santi Cabrera se hizo socio en 1989 y dice que es el más joven de aquella época. La sede ya se había puesto en marcha y la sociedad tenía ya una estructura. Recuerda que hubo una asamblea para decidir si le aceptaban como socio y cuánto tenía que pagar, ya que los iniciales habían aportado ese dinero. También empezaron a incorporarse mujeres, porque hasta entonces no había habido. La murga duró solo unos años más y desapareció. No hubo relevo. Tampoco funcionó el intento de una murga mixta. Pero sí comenzaron otras actividades. Había fútbol veterano, patrocinaban un club de baloncesto y otro de piragüismo, hacían las regatas de barquillos y tenían dos barcos de cinco metros, el 22 y el 10, con el nombre de la Casa del Miedo, y uno de ocho metros que se hizo en Lloret y Llinares. También organizaban las fiestas de San Ginés, como hasta hoy.
El actual presidente Pepe Tabares.
Los sábados se jugaba a la lotería y el bar lo llevaba Marcial Anguilla, excepto ese día, el sábado, “que se iba a enamorar” y se lo dejaba a Santi. Dicen que Marcial era un puntal en el bar, que el primer año hizo un millón de pesetas vendiendo solo cerveza, pejines y pollo al ajillo. Lo recuerdan con cariño. “Era una fiera”. Murió de un infarto en carnaval bailando en El Almacén.
Imágenes
Comentarios
1 Mariano Sáb, 09/11/2024 - 09:25
2 Luis Prieto Sáb, 09/11/2024 - 10:20
3 Para el 1 Sáb, 09/11/2024 - 10:26
Añadir nuevo comentario