Durante años, la maresía ha ido arañando la fachada de la casa de Luis Ramírez en la Caleta de Famara. El inmueble, de estilo modernista, es una de las piezas arquitectónicas más características de la localidad costera y, después de innumerables quejas vecinales, cuenta con proyecto de consolidación y restauración, encargado por la Diócesis de Canarias.

La Diócesis heredó la edificación del filántropo, nacido en El Islote en 1884 y fallecido en Barcelona en 1950. El arquitecto Francisco Cabrera explica que, aunque de la casa solo está protegida “la envolvente”, el proyecto recupera, además de esa peculiar fachada semielíptica que se asoma a la playa de la Caleta, elementos interiores de valor.

Es el caso de los pavimentos, baldosas hidráulicas con diversos mosaicos, o la decena de arcos conopiales distribuidos por esta antigua vivienda de veraneo. Cabrera señala que también hay una lacena “que tiene bastante valor” y otros detalles del inmueble con los que “se va a tener un cuidado especial”.

La fachada, esa explosión creativa llena de conchas, aguavivas, morenas o un pulpo, junto a las iniciales del promotor ‘L.R.’, que buscaba en la Caleta esos baños de aire marino que tanto se recomendaban para las afecciones respiratorias, ha sido escaneada en tres dimensiones “para tenerla bien documentada, al milímetro”, y poder trabajar sobre sus peculiares ornamentos.

Muchos elementos de la fachada están “prácticamente desaparecidos”. En la restauración, señala Cabrera, es preciso que se distinga “lo original de lo que no lo es”, para no caer en lo que se conoce como un “falso histórico”. “No podemos mentir, de tal manera que la gente no diferencie lo antiguo de lo añadido”, explica.

Una experta en restauración ha colaborado con el proyecto, que está pendiente del trámite de la Comisión Insular de Patrimonio, aunque en principio ha existido coordinación a la hora de enfocar los trabajos para recuperar el inmueble, y de definir la financiación.

En conjunto, se estima un presupuesto de ejecución de 172.608 euros. Hace dos años se firmó un convenio entre el Cabildo y la Diócesis, con posibilidad de ser prorrogado.

El arquitecto explica que en el interior se tendrán que efectuar algunas modificaciones, por ejemplo el “gran pasillo” de la entrada, con “poca luz” porque originalmente había ventanas laterales que ventilaban e iluminaban la casa.

También se harán ajustes para cumplir con la normativa de accesibilidad. Desde el punto de vista urbanístico, el uso es residencial y de oficina, aunque no parece complicado que se puedan establecer visitas, exposiciones o crear un espacio de interpretación del Parque Natural una vez esté restaurado el inmueble.