DESTACAMOS

Bladimir: medio año esperando que le evalúen la dependencia y sin ingresos

El joven inició el trámite para acreditar su discapacidad hace seis meses, pero no le han respondido. No tiene residencia ni recursos. Su madre tuvo que dejar a una hija menor en Venezuela para cuidarlo

Saúl García 2 COMENTARIOS 06/05/2022 - 06:05

“Hoy no está de buen humor”. Bladimir Arellano está tumbado en un colchón en el salón. Viste solo un pantalón de chándal y no lleva camiseta porque le ha salido un herpes en la axila. “No ha dormido nada”, dice su madre, Nubia, que desde hace más de dos años se ha convertido en su asistente durante las 24 horas del día.

Bladimir no es autónomo. Necesita andador para movimientos en corto y silla de ruedas para desplazarse, aunque sale poco de casa. En los últimos cuatro años ha sufrido varios trombos, tres infartos y, finalmente, un ictus el año pasado. Acaba de cumplir 32 años. No tiene papeles: no tiene la residencia y no tiene ingresos de ningún tipo. Su madre tampoco.

La salud de su hijo no solo le cambió la vida a él. Nubia tuvo que dejar Venezuela, donde vivía, para venir hasta Lanzarote a hacerse cargo de Bladimir. Dejó allí a una hija “que tenía seis años y ahora tiene nueve”, dice y se le saltan las lágrimas.

-¿Y no ha vuelto usted a verla?

-Si aún estoy pagando el pasaje...-, responde.

Apenas tienen ayuda institucional. Viven en una casa en Argana Alta gracias a la solidaridad de una persona que conocían de Playa Blanca, que también les paga las medicinas que necesita Bladimir. Y salen adelante también gracias al apoyo de los miembros de la iglesia evangélica a la que pertenecen y de otros vecinos. “Pero quién sabe cuánto tiempo podremos estar así”, dice Nubia.

Juan Carlos es uno de los vecinos que les ayuda. “En octubre o noviembre del año pasado” presentó la solicitud para que evaluaran el grado de discapacidad de Bladimir. “Todavía no le han llamado, he ido varias veces y nada”, resume.

Cuenta que desde el mes de enero en el Gobierno de Canarias no hay médico forense, que es uno de los profesionales que debe evaluar, junto a otros, el grado de dependencia, y se pregunta a cuántas personas estará afectando esta situación. “¿Cómo es posible que no haya médico si hay tanta gente esperando para ser evaluada, si hay mucha gente en la misma situación?”, dice.

Juan Carlos asegura que, si le evalúan pronto y determinan que su grado de discapacidad es alto, podría acceder a una plaza en una residencia o a otras ayudas. “Yo quiero ir a una residencia”, dice Bladimir, que se ha incorporado para hacer una foto para este reportaje. No habla mucho.

-Bladimir, ¿y qué haces durante todo el día?

-Ahí tirado, dice, señalando el sofá con el mentón.

Ve la televisión. Si puede, ve el fútbol y, principalmente, al Real Madrid. Tiene un cuadro en la habitación de su equipo del alma. “Le hace más ilusión si le traen una camiseta o una gorra del Real Madrid que lo de la residencia”, dice Juan Carlos, con cierta sorna.

Recibió una ayuda puntual de Servicios Sociales y tiene el apoyo del servicio a domicilio municipal para bañarse, tres días a la semana. También va al psiquiatra y otros dos días por semana una ambulancia le traslada a hacer rehabilitación. Esta semana no puede ir, por el herpes, y le acaban de borrar del servicio. Los problemas se van añadiendo.

Juan Carlos ha tenido que ir de nuevo a intentar arreglar los papeles para obtener el NIE. La primera vez se caducó el expediente. “Me vuelven a pedir todos los datos y los documentos cuando los tienen ellos allí”, dice.

Bladimir muestra un grave herpes en el brazo.

En los últimos cuatro años ha sufrido trombos, infartos y un ictus

Este vecino cree que en breve podrá pedir la Ley de Dependencia, aunque su resolución lleva un retraso considerable, y podría solicitar de paso que su madre fuera su cuidadora, lo que a su vez facilitaría una posible reagrupación familiar con la hija que dejó en Venezuela.

Nubia necesita una oferta de trabajo para poder empezar a regularizar su situación, pero no puede trabajar si tiene que cuidar a Bladimir durante todo el día.

Bladimir llegó a Lanzarote en 2016 con su pareja y su hijo recién nacido. Venían a vivir a casa de su suegra, en Playa Blanca. Los dos años que tuvo una buena salud hizo algunos trabajos, pero poco más. Ahora ya no tiene pareja y tampoco tiene solucionado el régimen de visitas.

Hay días, como el de este reportaje, que no tiene ánimo, “y otros peores”, dice Nubia, que se pasa todo el día en la casa, aunque a veces recibe alguna visita o sale a la calle para hablar por teléfono, porque en la casa no hay cobertura.

Comentarios

Para este tipo de casos los políticos no existen. Los ciudadanos son invisibles cuando requieren ayuda y molestan a las instituciones. Los políticos, asesores y corte están ocupados en presentaciones, en ferias, en actos banales que pagamos todos y ellos utilizan sin el mas mínimo sentido de respeto a los ciudadanos. Los servicios sociales, salvo honrosas excepciones, hacen poco y se dilatan hasta el desespero informes o ayudas ya que el funcionario de turno o no está o está muy ocupado. Gracias a la prensa que hace visibles a aquellos que son ignorados .
Pues a mi me gustaría conocer a esta familia y echarles una mano en lo que pueda

Añadir nuevo comentario