ENTREVISTA

Antonio Lorenzo publica 'Historia menuda III': “En Arrecife hay cosas que no cambian”

“El papel de las mujeres en el pasado no ha sido muy destacado, por desgracia. Un índice claro estaba en las estudiantes del instituto”

Antonio Lorenzo atesora una colección de casi 400 ejemplares de literatura canaria. Foto: Adriel Perdomo
Lourdes Bermejo 1 COMENTARIOS 19/09/2020 - 08:54

Se niega a denominarse escritor y, a sus 87 años largos, asegura que si volviera atrás en la vida, se dedicaría “a lo mismo”, sus labores en el registro de la propiedad, donde trabajó por más de cuatro décadas. Sin embargo, la vitalidad de Antonio Lorenzo le impide llevar una jubilación sedentaria, como demuestra su afición por la pintura, las maquetas de barcos y la escritura. La tercera entrega de su saga ‘Lanzarote, Historia menuda’, (autoedición en In [between]), acaba de llegar a las librerías y es ya un clásico del anecdotario lanzaroteño.

-Antes de hablar del libro, comparta con nosotros cuál es su secreto de la eterna juventud.

-Creo que ayuda seguir preocupado por todas estas cosas, estas actividades que llevo a cabo. Se suele decir, y es verdad, que cuando una persona se jubila lo ves sentado en el parque y poco después lees su esquela en el periódico. Así que, aunque me jubilé hace años, he procurado continuar interesado en muchas aficiones porque este es el momento, ya me pueden llevar todo el tiempo que quieran. La escritura, por otra parte, mantiene la agilidad mental y, además, yo intento no perder la memoria, recordando cada día algún aspecto de mi vida, personas que he conocido e incluso anécdotas que he escrito,

-¿Qué encontraremos en esta tercera entrega de ‘Historia menuda’?

-Pues son ocho capítulos que no tienen nada que ver unos con otros. Los dos primeros son una parte de lo que llamo historia menuda y tratan de cosas de Arrecife, donde he vivido la mayor parte de mi vida; así como de mis primeros años en San Bartolomé, de donde procede mi familia y donde mi madre fue maestra. Allí tuve los primeros impactos vitales, los primeros amigos...

-En esta ocasión, también se ha adentrado en el género de ficción.

-Sí, hay lo que se llama novela histórica y, en esa línea, he creado una suerte de cuento histórico, titulado Mi abuelo y el mar, que ocupa el capítulo III. Trata de un marinero jubilado y de escasa cultura y su nieto, estudiante en el instituto, que sentados en el soco del Aguaresío, se van contando cosas. El abuelo recrea su vida marinera y el chico va traduciendo lo que dice a la vida real. Le gustan los libros de historia y de esa conversación sale un cuento. Al final, dice “Pues mira, me han publicado un libro”. Es ficción, aunque algunas cosas de las que se cuentan sí ocurrieron realmente y el contexto histórico es fiel.

-Usted procede de una familia de mujeres pioneras. Su bisabuela, su abuela y su propia madre fueron maestras. También les dedica un capítulo.

-Mi bisabuela Eugenia ya tenía su propia academia en San Bartolomé. A ella la sustituyó mi abuela, que vino titulada como maestra de Tenerife y, después, mi madre ya hizo magisterio en La Laguna. Pero lo más interesante desde mi punto de vista es la vasta documentación que acumuló mi madre, relacionada con el mundo de la enseñanza: certificaciones firmadas por el alcalde, las visitas de inspección... En todos estos documentos que se extienden de 1926 a 1960 aparecen alcaldes, secretarios, presidentes de comisiones, hasta los habilitados que pagaba el Ministerio. Muchísima gente con nombres y apellidos que considero parte de la historia del magisterio y de la política de la Isla. Mi madre trabajó hasta un mes antes de fallecer el 23 de abril de 1960, día del libro. Yo digo con humor que murió con los libros puestos.

-También incluye usted en el libro una novedosa investigación propia sobre el Obispado del Rubicón.

-Este capítulo es ciertamente una investigación histórica que recopila textos al respecto de Viera y Clavijo o Antonio Romero de Armas sobre la historia del Obispado del Rubicón, a través de uno de los obispos, el cuarto, Fray Mendo de Viedma, que tiene una calle de Santa Coloma. Me movió a documentarme el hecho de que siempre se tuviera el Obispado del Rubicón como el primero de Canarias, hasta que en 1959 la prensa canaria difundiera la supuesta existencia de la diócesis de Telde como primer Obispado. Efectivamente hubo nombramientos de obispos, pero creo haber podido demostrar en este capítulo que ni los teldenses fueron los primeros ni siquiera esos obispos fueron personajes de mucha categoría. El primer Obispado fue el del Rubicón.

-Habla también de sus años en la radio.

-Estuve muchos años en Archipielago TV y Radio Archipiélago y de esa época rescato 57 crónicas. Luego estuve mucho más tiempo en la Cadena Ser, pero estas colaboraciones eran solo guiones para desarrollar a viva voz.

-Hemos descubierto, asimismo, que es usted aficionado a las greguerías. Díganos alguna de su creación.

-Quise intentar crear algo parecido a lo que inventó Gómez de la Serna y también cultivó Rabindranath Tagore: ‘La jirafa es un cuadrúpedo con periscopio’; ‘Por un extraño fenómeno universal, todos los nietos son guapos e inteligentes’. Son verdades no? Hay 190 y tantas. Se me ocurren yendo por la calle, en mis paseos,

-Y, por último, le dedica un capítulo al humor canario.

-Bueno, yo creo que el humor canario es distinto a cualquier otro. Me baso en humoristas canarios y fundamentalmente en los de Lanzarote. Abel Cabrera fue un maestro. Escribió en La Provincia, pero no se ha publicado su obra, lo que es una pena. Luego está Leandro Perdomo, que sí es conocidísimo y, después, hay humoristas, no ya de escribir, sino de vida, como Maestro Alejandrino, que fue un carpintero remendón (no zapatero, sino carpintero) que caricaturizaba todo lo que se le ponía por delante. Se cuenta que a uno que iba por la calle con la boca medio abierta y los ojos medio caídos lo calificó de hurón destetado. Era un hombre de gran inteligencia y se rodeó de la elite cultural de Arrecife, entre ellos el grupo conocido como Los Moros notables, que eran casi todos socios del Casino. Pues esta gente antes de ir al casino, pasaba por la carpintería, que llamaban El tercio, porque estaba decorada con carteles de La Legión y aquellas cosas. Yo vi muchas veces a Maestro Alejandrino y una vez, que me dirigía al instituto muevo, lo vi subiendo los escalones con mucha dificultad. Era ya muy mayor. Se dirigió a mí diciéndome “Ya ni puedo subirlos”. Siempre he recordado con satisfacción aquel momento en que oí una de las frases del gran Maestro Alejandrino.

-¿De dónde saca tantas anécdotas? Ya en la primera entrega de Historia Menuda parecía que había agotado las existencias de recuerdos.

-Pues parece que en el almacén de la memoria quedaba todavía material. También recopilo cuentos de mucha otra gente. Por ejemplo, Manolo Bravo todo un personaje, ya fallecido, que era albañil, con una gran formación y cultura, que incluso escribió el libro Cantares de candil. Me pidió que se lo prologara, cosa que hice con mucho gusto.

-¿Cómo ve a las nuevas generaciones. Sus nietos, por ejemplo, que están ahora en la treintena?

-Es gente muy buena. Yo digo que estoy muy orgulloso de los miembros de mi familia porque han salido trabajadores y preparados, pero no creo que tengamos la exclusiva. Por suerte he tenido siempre mucho contacto con jóvenes, ya desde que publiqué el primer libro y, aunque siempre trasciende la anécdota, la gamberrada, creo que la juventud está preocupada y ocupada en que todo vaya bien.

-Qué queda del Arrecife que usted conoció?

-Hay cosas que no cambian, por ejemplo, el café en el bar. Habrá matices, pero eso es eterno (risas). Después, cambian la costumbres. Cuando veo desde mi terraza a las chicas cómo se bañan, con qué biquinis, me pregunto qué pasaría en aquellas épocas si se viera algo así. En el cuento histórico que incluyo en el libro, hay una escena parecida. Una chica pasa en minifalda ante el abuelo y el nieto y éste le pregunta al anciano qué ocurriría en su tiempo. “Que la criticarían. Que le dirían todas las barbaridades que les vinieran a la boca”, responde. Eso ocurría y había pocas que se atrevían a desafiar lo establecido.

-¿Qué papel han tenido en el pasado las mujeres en Lanzarote?

-Pues no muy destacado por desgracia. Un índice claro estaba en las estudiantes del instituto. En un curso como el mío, con veintitantos muchachos, las chicas eran seis o siete.

-Pero usted se crió en una casa con mujeres emancipadas.

-Es una inmodestia decir esto, pero en mi familia eran adelantadas. Y no solo las mujeres. Dos hermanos de mi abuela eran funcionaros del Ayuntamiento y otros se fueron a América, donde montaron academias de música y de enseñanza. En el caso concreto de las mujeres estoy muy satisfecho y es verdad que ese talante me influyó muchísimo, aunque es posible que de forma inconsciente.

Comentarios

Buenos días. Soy profesor y me interesa saber cómo contactar con Antonio Lorenzo porque preparo una exposición sobre la historia de la vida académica de la isla. Incluyo los expedientes de depuración que el franquismo imputó a muchos maestros y maestras. Sería de una gran ayuda poder revisar la documentación que Lorenzo tiene desde 1926 a 1960. Gracias.

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