DESTACAMOS

“No nos paramos a pensar qué es lo que queremos consumir”

La Reserva de la Biosfera organiza talleres sobre economía y consumo consciente

Saúl García 0 COMENTARIOS 03/07/2023 - 06:47

Vivimos en un mundo economizado, repleto de reglas económicas. Se genera dinero que se gasta en más consumo, que genera a su vez más producción y tiene como resultado la degradación del planeta. Cada decisión de compra tiene impacto en el mundo. Entramos en ese consumo compulsivo “en el que estamos todos”, que nos conduce a ese camino de destrucción, sin ni siquiera identificar cuáles son nuestras necesidades reales y si las estamos solucionando de manera consciente o arrastrados de forma inconsciente por las necesidades de quienes nos venden esos productos que compramos.

Para resolver este complejo problema, contamos con la acción colectiva, pero también con la decisión individual, partiendo de una base: ser conscientes de cuáles son las necesidades que queremos cubrir y las posibilidades que tenemos, tanto a corto como a largo plazo. Belén Gallego es consultora especializada en modelos de negocio y planes de viabilidad. Impartió en Lanzarote un taller para la Reserva de la Biosfera sobre economía familiar y consumo consciente. Entre los asuntos que trata el taller se encuentran algunas soluciones a estos problemas: cómo afrontar un presupuesto familiar, cómo ahorrar, qué banco elegir (banca ética) y qué servicios, los derechos como consumidor, los impuestos, herramientas de economía familiar, previsión de los gastos, planificación, etc.

El desarrollo sostenible es el que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de satisfacción de las necesidades de las futuras generaciones mientras que el consumo consciente es aquel que intenta identificar qué nos empuja a consumir, a diferenciar si se trata de una necesidad real o, por el contrario, consumimos para cubrir otras necesidades impuestas. “Como identidad humana, estamos por encima de lo que tenemos o no tenemos”, señala Gallego. Pero no se nos valora igual, en función de lo que tengamos. “Si compramos un móvil de mil euros, no estamos comprándolo por la necesidad de comunicarnos, sino porque nos aporta una identidad o una imagen, y si compramos un coche determinado no lo hacemos para desplazarnos, sino también porque nos aporta una imagen determinada o un estatus”.

De la misma manera, no compramos 2,5 prendas de ropa al mes, que es la media actual, solo para vestirnos o protegernos del frío. “Hay muchos sesgos que nos empujan a tomar decisiones de compra”, señala Gallego, que destaca que, sin reflexión previa, podemos gastarnos más de mil euros en el móvil de nuestro hijo cuando no hemos invertido esa cantidad, por ejemplo, en su formación extraescolar. “No nos paramos a pensar qué es lo que queremos consumir”.

Resistirse ahora a este consumo masivo o compulsivo es más difícil que hace unas décadas. Los dispositivos y las redes llegan a todas las partes de nuestro cerebro a cualquier hora. “De la misma manera que hay hambre emocional, hay consumo emocional que las empresas aprovechan para incentivar con el marketing, con técnicas de comunicación, y se aprovechan de que nuestro cerebro está mal hecho y responde a decisiones que no nos sirven”, dice Gallego.

Lo de que “el cerebro está mal hecho” es una expresión coloquial que revela que el cerebro humano no está adaptado al tiempo que vivimos: a su velocidad y a todos los estímulos que recibimos. “Tener poco dinero, ahora es aún peor que hace treinta años, porque los impactos nos llegan a todos y no filtramos, nos enseñan permanentemente lo que no tenemos”.

Las grandes empresas ya sacan nuevos productos, nuevos diseños, no para ser consumidos en su totalidad, sino para mantener el interés en el consumidor, “para mantener viva la posibilidad de consumir”. En el desierto chileno de Atacama crece una inmensa montaña de ropa abandonada formada por excedentes de prendas sin estrenar pasadas de moda, que representan ese exceso en una oferta permanente que mantiene viva esa posibilidad de consumir, pero que la demanda es incapaz de absorber.

Publicidad

“Hay que preguntarse -señala Gallego– si hacemos lo que queremos hacer o si somos el producto de alguien que se está enriqueciendo”. La publicidad, cuyo único fin es facilitar la venta de productos, pone el foco en determinadas necesidades que tenemos que cubrir. Descarga esa responsabilidad en la decisión individual, así que es difícil resistirse. En el taller se muestra la importancia de planificar el gasto. Tener claros unos objetivos a medio plazo y actuar en consecuencia: aplazar gastos inmediatos para conseguir los no tan inmediatos. “Si planificas eres más dueño de tu futuro”.

En el taller se muestra una fotografía en la que se ve un barrio de favelas junto a un barrio rico. Son vecinos. “Nadie elige dónde nace, ni los ricos ni los pobres, no hay mérito en el nacimiento”, señala esta consultora, que añade que necesitamos una mano externa para nivelar, pero que no podemos esperar siempre por esa mano, por una intervención ajena. Por eso es necesario hacer una reflexión crítica sobre el consumo, aunque en el colegio no se fomente el pensamiento crítico.

“Igual que hay hambre emocional, hay consumo emocional”

En este tipo de talleres se ponen de manifiesto algunas tareas por hacer: revisar los gastos y cuestionar aquellos no alineados con nuestros objetivos, revisar los consumos de aquellos gastos imprescindibles, revisar las condiciones de tarjetas y otros productos bancarios, revisar gastos inferiores a cinco euros mensuales y elaborar un listado de gastos irrenunciables ajustado a un 90 por ciento del salario.

“No es solo el volumen de ingresos -puntualiza Gallego- sino qué haces con tus ingresos. Si te da para comprar un maquillaje de un euro, comprarás el de un euro y si te da para uno de mil, pues comprarás el de mil”. La lógica es la misma: el ‘chute’ de comprar, poder estrenar o poder gastar. “Si puedes alcanzar una proporción de consumo, a poco que puedas, vas a hacerlo, vas a consumir”.

Por eso, se trata de “ir eliminando conductas que no te aportan nada, ni en lo individual ni en lo social”. Y además de lo material, ahora también se consumen experiencias. Precariedad Pero hay muchos trabajadores, instalados en la precariedad, para los que ahorrar es una misión imposible o casi imposible, que no tienen margen si tienen que dedicar más de la mitad de su sueldo a la vivienda y el resto a otros gastos necesarios. “No se puede renunciar a tener una casa, pero sí a lo mejor a pedir un Uber para que te traigan una hamburguesa a las once de la noche”, señala Belén Gallego. “No hace falta fomentar la precariedad en grupos que están peor que tú”, añade.

La consultora habla de este tipo de gastos y de la autoayuda como una “filosofía rápida sin base ninguna que puede provocar aún un mayor malestar”. “Si tienes mal trabajo y mal sueldo, pero los demás hacen lo que quieren, puedes llegar a la conclusión de que es culpa tuya, que no sirves”. Apunta que “nadie es feliz durante el cien por cien de su tiempo, no existe el derecho a la felicidad, porque a lo mejor resulta que eres feliz haciendo daño a los demás". Pero sí existe el derecho a tener una vida digna. Por eso, “debemos hacernos fuertes en la trinchera de aquello que nos convierte en humanos, porque seguimos siendo humanos aunque no tengamos recursos”, concluye.

Añadir nuevo comentario