LA HUELLA CONEJERA

Las cenizas del tiempo

Iglesia de Guadalupe de Teguise, 1909.
Gregorio Cabrera 3 COMENTARIOS 08/10/2015 - 08:57

La escena supera los diques de tiempo y se clava en nuestras pupilas. En un principio la mirada se detiene en la castigada silueta de la Iglesia de Guadalupe de Teguise, arrasada por un nuevo incendio. Decenas de personas van y vienen ante el templo hasta que de repente todos se detienen: el alguacil, el guardia civil, los señores de la burguesía, los niños que correteaban, el hombre que parece llevar a un bebé en brazos y otro que venía subido en un burro, el único ser viviente que con su fijación animal mantiene los ojos perdidos en un lugar distinto a la cámara fotográfica ahí plantada un buen día de 1909.

La imagen está bañada por una lluvia de imperfecciones, degradaciones, manchas, gotas de tinta y algún pequeño roto. Es parte de lo que queda de aquel momento capturado por el fotógrafo: cenizas iguales a las que se vieron reducidas las techumbres y portales de la Iglesia de Guadalupe. Suficientes sin embargo para que también la memoria venza las inclemencias propias del paso de las décadas y los siglos. El sortilegio que hace posible estas regresiones se debe a instituciones y personas concretas. En este caso, este legado visual de Lanzarote forma parte del fondo de 100.000 fotografías de toda Canarias de la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía (Fedac) Canaria del Cabildo de Gran Canaria. Se añade así alguna pincelada en blanco y negro al sublime paisaje del recuerdo de Memoria Digital de Lanzarote.

El impresor fotográfico francés Louis Desiré Blanquard puso en el mercado en 1849 un nuevo sistema fotográfico que requería en una de las partes del proceso la utilización de clara de huevo saldo y batido a punto de nieve para cubrir el papel y darle una apariencia más brillante. Esta técnica se llegó a utilizar en Lanzarote por un autor desconocido al que le llamaron la atención los grandes pajeros propios de las islas orientales. Se trata de unas llamativas estructuras con base de paja que servían para guardar el grano y protegerlo de las plagas, la humedad y la intemperie, pero sobre todo de los gorgojos.


Salinas de Arrecife.

En el inventario de fotografías conejeras existe una mirada que también atraviesa los años. El primer elemento de relieve es que el retrato data de una fecha comprendida entre 1864 y 1868, según los datos de la Fedac. En ella vemos lo que se supone que es un campesino de Lanzarote, aunque por el tipo de traje, el entorno arquitectónico inmediato, la pose y la tez del protagonista parece tratarse más bien de una vestimenta ad hoc. En este caso se tiró de una técnica basada en un tipo de gelatina mezclada con cloruro de plata. La magia del tiempo se sirve de la química.

Cuando nos adentramos en el blanco y negro aparecen curas y militares por doquier. Es el caso de la insólita irrupción del Capitán General de Canarias y Jefe del Mando Económico regional Francisco García-Escámez Iniesta, que aparece a punto de descender de la escalerilla del barco que le trasladó a Arrecife en 1944. En la embarcación de apoyo, abajo, los grumetes se debaten entre mantener el equilibrio, saludar y ayudar en la maniobra de fondeo del buque del que llegara a ser Marqués de Somosierra, muy lejos de la bahía donde le recibían con convencidos, oportunistas o temerosos vítores.


Paso religioso en Yaiza, 1940.

* Fotos: Fondo de la Fundación para laEtnografía (Fedac) del Cabildo de Gran Canaria.

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