
Añu(r)gados
Cada vez que vuelvo a Lanzarote, tengo un sentimiento encontrado de amor hacia la tierra que me vio nacer y de tristeza ante el abandono institucional en que se encuentra la isla. Su belleza luminosa y árida, sin embargo, no me impide ver lo dificil en que se está convirtiendo vivir o viajar aqui.
En una isla saturada, se siguen batiendo record de llegada de turismo, más de tres millones setecientos mil, la sensación de hartura y de haber llegado al límite es cada vez mayor.
No es de extrañar, pues la problemática de esta tierra sigue siendo la misma de hace siglos: la escasez de agua, que debería ser un servicio público y básico, sin embargo en los hoteles nunca carecerán de ella.
Por otro lado, la turistificación y el número disparatado de visitantes, hace que la red de transportes públicos se halle colapsada. Un amigo me contaba que para ir a su trabajo debía aguardar más de una hora para ir de Arrecife al sur de la isla , tenía que esperar por la tercera guagua porque las dos anteriores llegan repletas de trabajadores. Lo que en condiciones normales serían quince o veinte minutos de trayecto, se convierte en una larga espera para los sufridos habitantes de esta tierra sobrexplotada. La que les escribe, estuvo a punto de perder un vuelo esperando más de una hora por un taxi en Arrecife que me llevara al aeropuerto.
El incremento poblacional y turístico ha provocado una saturación en las carreteras, no solo por la cantidad de automóviles sino por el aumento de bicicletas que tienen vía libre para circular por cualquier carretera y poner más de una vez en riesgo la vida de quien circula.
Tengo la sensación, y no creo ser la única, de que los turistas tienen un salvoconducto para hacer y deshacer lo que quieran, protegidos por el mantra de que “vivimos del turismo y no somos nadie sin ellos”. Un discurso falaz, pero que algunos han asumido con la ligereza de que “el que paga tiene derecho a destrozar”. Así, podemos observar cómo los vehículos quad de cuatro plazas, circulan levantando nubes de polvo, por espacios protegidos y de lava volcánica, provocando un atentado paisajístico que nadie parece ver. O lo peor de todo, que no tiene sanción alguna.
Todo por y para el imperio turístico. Sin embargo la sostenibilidad está en riesgo. Se han sobrepasado todos los parámetros energéticos. No se elaboran planes de contingencia ni hay conciencia, en la clase política, de que la capacidad física de la isla tiene un límite. Y mientras se abandona el sector primario porque no hay agua para el cultivo.
La capacidad de carga ha sido desbordada. Los hoteles ilegales siguen funcionando a todo ritmo, en una isla volcada en el sector terciario, con una población inmigrante, sin sindicatos ni conciencia de clase, y trabajadores que no llegan a fin de mes porque esta isla tiene la bolsa de la compra más cara de todo el estado.
Hartos y añurgados, o añugados como decimos aquí. Nuestra tierra, se sigue explotando y los beneficios del turismo ni se ven ni se sienten.
Sin embargo, el dispendio en gastos para fiestas y conciertos no parece avergonzar a nadie cuando las necesidades básica y diarias son tan manifiestas. Ojalá la cordura y el amor a esta tierra hagan de ella un lugar tranquilo y extraño como lo fue siempre.
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