“No hay sensibilidad y falta conciencia de la importancia del patrimonio industrial”
Amara Florido, experta en patrimonio industrial
El patrimonio industrial de las islas empieza a no tener secretos para Amara Florido. Ha elaborado los inventarios de Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro. Ahora, tras el encargo de la Dirección General de Patrimonio Cultural, comienza con la primera fase del inventario de Lanzarote, centrado en tres municipios: Yaiza, San Bartolomé y Tías.
-¿Cuál es el objetivo principal de elaborar un inventario de patrimonio industrial?
-Saber qué elementos quedan, qué restos materiales quedan de antiguas industrias, de antiguos molinos, panaderías, carpinterías, de imprentas... de toda actividad industrial, tanto lo que son bienes inmuebles como muebles. Ese es el objetivo primero. No podemos empezar a estudiar o catalogar algún elemento del patrimonio sin saber lo que hay. Por eso el inventario de los catálogos es lo primero.
-Tras los inventarios que se han hecho, que algunos ya tienen más de diez años, ¿qué medidas se han tomado?
-Se han acometido algunas actuaciones, sobre todo por parte de cabildos o ayuntamientos que han reconocido el valor que tienen algunas edificaciones y han decidido recuperar y rehabilitar. Por ejemplo, en Granadilla de Abona, el secadero de tabaco como un espacio cultural. El Ayuntamiento de Candelaria también ha comprado unos almacenes de empaquetados y lo van también a rehabilitar con otras funciones. Sí que ha habido algún efecto práctico, sobre todo porque ha habido un cambio de visión de lo que es el patrimonio, que antes era todo artístico, etnográfico, arqueológico, y la vertiente industrial también es muy importante. A la sociedad hay que cambiarle un poco el chip, porque a lo mejor el patrimonio industrial no es tan bonito como puede ser una iglesia o un yacimiento arqueológico, pero tiene su valor histórico, social sobre todo, económico y muchas veces incluso sentimental, porque un almacén de empaquetado, por ejemplo, lleva asociado a toda la gente que trabajó ahí, a nuestros abuelos, familiares, que también es verdad que lleva muchas veces asociado cosas negativas, la penuria y todo esto.
-¿Y cómo está, en líneas generales, el patrimonio industrial en Lanzarote?
-No puedo dar una visión o unas conclusiones generales porque todavía estoy empezando, estoy en la Fase 1 que incluye San Bartolomé, Tías y Yaiza, pero el estado actual es penoso, triste, sobre todo el arquitectónico. Se ha perdido muchísimo, no ha habido un relevo de padres a hijos o de abuelos a nietos. En los municipios que estoy analizando hay molinos de gofio totalmente olvidados, molinos y molinas en muy mal estado. Los lagares, también fatal. Las salinas han desaparecido, por lo menos las de estas zonas que son las del Berrugo y las de Matagorda. La especulación urbanística y el turismo las ha ocupado con hoteles. Después es verdad que te encuentras con algunas esperanzas, cosas positivas, como puede ser el caso de la molina de José María Gil, que se ha recuperado y es el único molino de gofio que está en funcionamiento en Lanzarote.
“Son capítulos de una historia que sacaron del apuro a muchas familias”
-Da la impresión de que hay una cierta conformidad con que se salve un elemento para que sirva como ejemplo, y nada más.
-Estaría bien que cundiera el ejemplo y se recuperaran algunas. Estuve viendo la molina de Juan Armas que todavía tiene dentro todo el equipamiento, la tostadora, el motor y creo que está en vías de cerrar un acuerdo con el Ayuntamiento de San Bartolomé.
-¿Hay algún otro tipo de industrias que hayan quedado más o menos bien, aunque no tengan tanto valor histórico?
-La tonelería... que también aquí ha sido una actividad importante relacionada con el tema del vino, la fabricación de barricas, todavía se conservan, sobre todo herramientas relacionadas con eso. En San Bartolomé he tenido bastantes problemas con poder visitar la antigua tonelería de Felipe de León, porque el heredero actual no permite el acceso y eso podría incluso tener una visita o un punto de atracción turística. Básicamente los puntos fundamentales eran el tema del cereal, molinos y molinas, el mundo del vino y las salinas... Digamos que en el sector del vino probablemente se haya conservado mejor, sobre todo las grandes empresas. El Grifo tiene su propio museo, Rubicón, Bermejos… pero se ha encaminado no solamente a la producción sino también a la actividad turística. En Lanzarote se está atendiendo mucho al enoturismo, a aprovechar o rescatar algunas bodegas o lagares para el tema turístico. Es una buena opción.
-A los vestigios industriales, ¿les pasa como a algunas casas viejas? La gente no duda de que haya que conservar un castillo, por ejemplo, pero con una casa humilde de pescadores en el Charco mucha gente dice: esos son cuatro paredes.
-No hay sensibilidad, hay falta de concienciación de la importancia que tiene el patrimonio del esfuerzo, la memoria del trabajo, el patrimonio del sudor, porque al fin y al cabo esos son capítulos de una historia pasada que sacaron del apuro a muchísimas familias, pero que por no tener unos valores que se acercan a lo que nosotros conocemos como patrimonio histórico, pues no se valoran.
-¿Ha habido algún hallazgo inesperado?
-En el caso de San Bartolomé, el Museo Tanit conserva auténticas reliquias dentro. Es una persona, José Ferrer, muy sensible con todas estas cosas, no ya de inmuebles, sino de elementos. Y la molina de José María Gil, las salinas de Janubio o El Grifo, que tiene su museo del vino. En Yaiza, de pena, bastante peor: el molino reconvertido en otra cosa...
-¿Al patrimonio industrial le ha pasado por encima el turismo?
-El turismo y no solo el turismo, sino también la falta de relevo de gente y los problemas que se han encontrado también... Evidentemente tú no puedes mantener una carpintería de madera si después te comen a impuestos o tienes una competencia que no puedes superar. Hay que reconocer que no se lo ponen fácil.
-El patrimonio industrial no es muy antiguo. Hablamos solo de finales del XIX y siglo XX...
-La horquilla que yo incluyo en el trabajo es desde finales del siglo XIX hasta los años 60. Es verdad que aquí la industria es tardía, no es como en la Península. Y aquí se considera patrimonio industrial una panadería, una herrería, una zapatería, el cine, las salinas... Todo eso son industrias, no son grandes industrias, pero son industrias de autoconsumo y sobre todo para la supervivencia.
“Una panadería, una herrería, una zapatería, el cine... Todo eso son industrias”
-En Fuerteventura, después del inventario que se hizo, ¿se ha llevado a cabo alguna acción?
-No sé si a raíz del inventario concretamente, pero sí es verdad que ha habido un cambio de actitud sobre todo por parte de algunas instituciones, aparte de que en Fuerteventura se ha tenido bastante sensibilidad con el tema de los molinos de gofio. Los molinos y molinas son Bien de Interés Cultural. Se restauró el conjunto de hornos de cal de El Charco y se ha convertido en un centro de interpretación. Cuando fui a verlo en 2011 estaba todo aquello fatal. Los faros también se están incluyendo ahora. El faro de Pechiguera está fatal. Aquello es un despliegue de amor porque son todos pintadas de te quiero, te amo, no sé qué, pero al faro lo aman poco, mientras que en Fuerteventura se han conservado, se han arreglado. Es que tiene un gran potencial el patrimonio industrial.
-¿Por qué ese interés por el patrimonio industrial? ¿De dónde nace?
-Soy doctora en Historia del Arte, hice la tesis en 1998 sobre patrimonio industrial. Y después en el año 2006 se hizo una exposición de patrimonio industrial en Tenerife, que fui la comisaria y en 2008 se hizo en Gran Canaria. Le planteé a la Dirección General la posibilidad de hacer un inventario del patrimonio industrial de Canarias, que no había nada hecho. También se han hecho unas publicaciones de cada una de las islas, de carácter gratuito, que recogen las conclusiones de cada isla, son muy divulgativas, son gratuitas, se pueden pedir a la Dirección General, y son un elemento muy importante para sensibilizar, para ver otro capítulo muy abandonado. En la Ley de Patrimonio Cultural del año 2019 ya se incluye el patrimonio industrial. Está el patrimonio arqueológico, el etnográfico, el artístico, el documental y el industrial… Yo le digo el patito feo del patrimonio o la cenicienta porque estaba ahí, pero nadie la veía... Pero poquito a poco ha habido avances.
Comentarios
1 Patitas Mar, 19/12/2023 - 12:45
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