En marzo de 2018, el Ayuntamiento aprobó el contrato de concesión del pabellón de Argana y de la piscina municipal a la empresa Clece por un tiempo de veinte años. El pabellón llevaba entonces cinco años cerrado y la concesión incluía la obligación de hacer las obras necesarias para abrirlo al público. Clece no tardó ni un mes en pedir una modificación porque había detectado “deficiencias ocultas”. Debe ser que antes de firmar el contrato no se les había ocurrido abrir la puerta.

Hace tiempo que la broma del pabellón ya ha perdido su gracia. De los ocho millones iniciales que iba a costar, acabó costando 13 y otro medio millón más que tuvo que pagar el Ayuntamiento a la empresa constructora, FCC, por sentencia judicial, por retrasos en los pagos. Todo esto por una chapuza de pabellón, que ni siquiera está abierto y cuya adjudicación fue el fruto de un soborno.

Clece tenía que invertir 840.000 euros para abrir el polideportivo y 1,7 millones más en el mantenimiento durante veinte años. La anterior alcaldesa le dio un ultimátum de veinte días para empezar las obras en marzo de 2022. La empresa no cumplió el contrato inicial ni el ultimátum. El pabellón sigue cerrado y para rematar, ha pedido el reequilibrio económico financiero de la concesión para que se le compense por las pérdidas que lleva acumuladas.

El Ayuntamiento sopesó ampliarle la concesión tres años más y ahora anuncia que las obras ya no van a costar 840.000 euros sino 1,7 millones y que el Ayuntamiento va a poner 650.000 euros más. El sueño húmedo de cualquier administrado ante la Administración va a ser éste: “Trátame, por favor, como Arrecife trata a Clece”.

La semana pasada, el Ayuntamiento anunció triunfante en una visita al pabellón que Clece terminará las obras en otoño de 2024, pero no son capaces de dar una fecha concreta de inicio de las obras. Enviaron una foto de la visita, pero falta un detalle importante. Yo que usted no me fiaría del todo hasta que no aparezca el alcalde con el casco y el chaleco amarillo debajo de una canasta.