“La igualdad supone estar negociando continuamente”
Henar Sastre, formadora en materia de violencia de género
Henar Sastre participó en las jornadas sobre feminismo y autocuidado organizadas por Mararía. Sastre, que desarrolló la ponencia titulada Perspectiva de género en salud: malestares/bienestares de las mujeres es fundadora de la Asociación de Enfermería Salud Mental y formadora en materia de violencia de género.
-¿La brecha de género también afecta a la salud mental de las mujeres?
-Lo que más afecta a las mujeres, a todas las mujeres del mundo, es la violencia, todas las violencias. Aunque no haya violencia física, todas vivimos violencia simbólica, que la vamos asumiendo, interiorizando, como si ese fuera el precio que tenemos que pagar las mujeres por ser mujeres. A todas las mujeres nos han llamado “puta” en algún momento, forma parte de nuestra manera de estar en el mundo.
-¿Y se puede decir que esta situación está cambiando?
-Está cambiando. Este es el mejor momento de vida para los hombres y las mujeres. ¿Cuál es la diferencia? Que ahora las mujeres hemos tomado conciencia y hemos dicho que no queremos violencia. Ese es un cambio enorme, en todo el mundo. Y muchos hombres nos acompañan, pero la violencia es el arma con el que se han premiado unos hombres a otros. Por ejemplo, en todos los pueblos en Francia hay un monumento al militar. ¿Quién decide cómo se relata la historia? Los hombres deciden lo que tiene valor. Es una gran paradoja, porque la violencia destruye, pero el cuidado es básico y por primera vez hemos tomado conciencia de eso.
-La mujer ha cambiado de sujeto pasivo a sujeto activo...
-Es que la solución al riesgo siempre se ponía en las mujeres, nunca se ponía la mirada en el agresor. Solo una grandísima minoría de los hombres controla con la fuerza, y además en los países democráticos donde al menos hay una igualdad legal, no se utiliza la fuerza para controlar a las mujeres, lo que sí se hace en la mayoría de los países. Pero en las democracias se utilizan unos métodos más sutiles, como el consentimiento. Eso de decir: “Yo soy puta porque yo lo decido”, pero ¿quién lo decide? Algunas mujeres solucionan la pobreza utilizando su cuerpo. También hay hombres pobres pero no utilizan su cuerpo. Ese paradigma es cierto, pero no explica todo. Lo que sí explica es una construcción masculina de la sexualidad que ha desarrollado un privilegio para acceder al cuerpo de la mujer. Los hombres están convencidos de que las mujeres hemos venido al mundo para ser servidoras domésticas, laborales y reproductivas.
“Aunque no haya violencia física, todas vivimos violencia simbólica”
-Y que mientras no se diga que no, es así...
-Exactamente, esa mirada de “tú eres mi servidora sexual” tiene muchos matices, desde pagar por ello a vernos solamente como cuerpos sexuales. Las mujeres utilizamos estrategias para hacernos perdonar. Si una ingeniera se dirige a un auditorio masculino, cuando termina hace una estrategia que se llama prodigar, que es hacerse perdonar, ponerse al nivel de la sexualización. Eso no lo hace un hombre con otro hombre.
-Lo que tampoco hace un hombre con otro hombre es darle un beso después de una victoria en el Campeonato del Mundo.
-Porque los hombres nos siguen viendo como cuerpos sexualizados. Esto es difícil, porque en las relaciones entre hombres y mujeres está el deseo, pero tenemos que desarrollar claves para ello… En definitiva sabemos cuáles son los códigos.
-¿Tiene la sensación de que se apoyan las reivindicaciones feministas pero solo hasta un límite?
-Eso siempre le pasa al feminismo. Desde pedir el voto, que se pedía en realidad para acceder a la formación y para el derecho a decidir el estado civil. Solo había esas dos reclamaciones. Se dice lo mismo que con la clase trabajadora: no pidáis más, si ya sois iguales, nos dicen...
-¿Por qué los cuidados siguen siendo mayoritariamente una cuestión femenina?
-Las mujeres venimos al mundo con un proyecto proyectado, que es ser madre esposa. En la mayoría de los países es el único que tienen. En algunos países ricos podemos ser otra cosa, pero sin olvidarnos de ese proyecto. Los hombres vienen sin ningún proyecto. La sociedad no se lo dice. Así deciden lo que ser y pueden desarrollarlo. ¿Qué está pasando? Que hacer compatible en estos países desarrollados el proyectado con el elegido nos está costando la salud.
-Es decir, que se suman tareas, más que compatibilizarlas.
-Lo interno es la casa, y nosotras hemos salido al espacio externo, pero los hombres no han entrado al interno. ¿Qué pasa ahora? Que si tenemos que elegir entre tener hijos y cuidar o tener autonomía económica, ya sabemos lo que estamos eligiendo: tener autonomía.
“Las mujeres venimos al mundo con un proyecto proyectado, que es ser madre esposa”
-¿Es el Estado el que debe intentar recortar esas diferencias?
-El Estado, los hombres y la sociedad tienen que entender que la reproducción tiene que ser compatible con el espacio laboral y que se tiene que armonizar. La sociedad tiene que entender que ya no vamos a retroceder. Tiene que entender que tener hijos es una decisión individual y social y por eso las políticas deben ir destinadas a facilitar. No solo es la crianza del primer año, sino que los hombres deben entender el compromiso de la corresponsabilidad. Muchos hombres ya han interiorizado que el cuidado forma parte de su manera de estar en el mundo.
-Con el cuidado de los hijos parece que sí.
-Pero hay que ir paso a paso. Cuando se ve lo satisfactorio que es el cuidado pero también lo ingrato, porque es dar el tiempo propio... Los hombres deciden dónde dar su tiempo y hasta ahora no lo han decidido dar en los cuidados.
-¿Por qué no se avanzó en valorar económicamente el trabajo de un ama de casa, en poner un sueldo?
-El feminismo, en algún momento, defendió eso, pero nos parece una trampa. La ley de dependencia sí ha reconocido una paga pero es más justo y más eficiente repartir los roles porque, si no, generamos medias personas. Se desarrolla mejor la persona si todos compartimos todo. De tal manera que si una se queda sola, no se te venga todo el mundo abajo.
-Pero cuando la cosa se pone fea, por lo general, suelen ser las mujeres las que se encargan de los cuidados más necesarios...
-Porque nosotras a lo largo de los siglos hemos codificado comportamientos. Hay un mandato de ser cuidador para los demás. Por ejemplo, los avances tecnológicos no nos cuestan. En los países árabes, si fueran coherentes con sus modos de ver el mundo, tendrían que ir en burro, pero tienen la alta tecnología, porque cambiar eso no cuesta, no nos cuestiona nuestra subjetividad, pero cambiar un valor, una creencia, te confronta contigo mismo. ¿Si no eres cuidadora qué eres? Los cambios en la forma de ver el mundo son muy costosos, y hay que entender que nos benefician a todos y que los supuestos privilegios por ser hombre se están volviendo en contra.
-¿Si los cambios son drásticos provocan una reacción contraria?
-Es que nunca son drásticos, siempre son lentos. Las mujeres ya hemos hecho mucho cambio, pero si estás en el grupo de los privilegios no quieres cambiar. Los privilegios nos los tienen que quitar con políticas, si no no los damos. Hay que negociar y compartir, pero esto es muy actual, antes no se negociaba. Los roles estaban asignados y no había conflicto. Ahora el conflicto es permanente. Ahora hay que decidir todo. Estamos en un momento de mucha transición. La igualdad supone estar negociando continuamente. No todos los hombres ni todas las mujeres lo entienden. La desigualdad perjudica también a los hombres, el 98 por ciento de los reclusos son hombres y los datos de salud son demoledores para los hombres por su comportamiento, por violencia… El suicidio también es más alto. Con la igualdad ganamos todos.
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