Marcos Rodríguez sufre estrés postraumático por un episodio vivido dentro de un aerogenerador en la Isla a 44 metros de altura. La empresa no reconoce el hecho como un accidente de trabajo
“Mi vida cambió después del accidente en el molino, ya no soy la misma persona”
Marcos Rodríguez sufre estrés postraumático por un episodio vivido dentro de un aerogenerador en la Isla a 44 metros de altura. La empresa no reconoce el hecho como un accidente de trabajo
Marcos Rodríguez aún se despierta alguna noche recordando lo que ocurrió. El último informe médico, del pasado mes de marzo, realizado por un psiquiatra, confirma un trastorno por estrés postraumático, del que mantiene los síntomas y requiere de atención y tratamientos especializados.
Toma cada día un antidepresivo, tres estabilizadores y dos ansiolíticos. “Aún así, me cuesta dormir y llevar una vida normal”, asegura. “Mi vida ha cambiado totalmente después del accidente, ya no soy la misma persona”.
En agosto de 2020, Marcos comenzó a trabajar en el mantenimiento del Parque eólico de Los Valles, que pertenece a Eólicas de Lanzarote, pero que tiene esa función subcontratada en la empresa Cobra, Instalaciones y Servicios. Marcos es electromecánico y oficial de primera.
El 26 de enero se encontraba dentro del aerogenerador número cinco de ese parque eólico cambiando el rodamiento del generador delantero a 44 metros de altura. Estaba allí, en un espacio muy reducido, con el encargado.
Su cometido consistía en reparar y poner en marcha el sistema, en modo test, para verificar los ruidos y vibraciones y comprobar si el cambio había sido correcto. Comenzaron a escuchar un ruido débil, y al aumentar la velocidad detectan que el ruido proviene del rodamiento.
El encargado, según señala el acta de la Inspección de Trabajo decide poner la máquina en marcha con una velocidad constante de viento de 14 metros por segundo. Se trata de una operación que está “totalmente prohibida si hay operarios en la máquina”, señala Marcos, que así se lo hizo saber también al encargado en aquel momento.
La máquina tardó solo unos segundos en ponerse a máximas revoluciones, y el generador, de cuatro toneladas y media, “empezó a moverse y a vibrar”. Se produjo una situación de máximo peligro porque se podían haber soltado piezas.
Marcos, en el interior de un aerogenerador de Los Valles. Foto: Cedida.
Marcos gritó a su compañero en tres ocasiones que parase la máquina y acabó sonando un estruendo cuando el rodamiento se partió por la mitad. Marcos temió por su vida, se quedó paralizado en el descenso por la escalerilla y no ha podido volver a acercarse a un molino eólico.
Dos días después comunicó a la empresa que se encontraba en un estado constante de nervios. Estuvo varias semanas de baja laboral y pidió el alta voluntaria “para no pensar” y porque le iban a ubicar en otro puesto de trabajo.
Pero a finales de marzo tuvo que ir al médico de cabecera porque no se recuperaba y este le remite con carácter preferente a salud mental. Ahí empieza otro problema, que ha acabado transformado en una demanda contra la empresa porque no reconoce que se trató de un accidente laboral a pesar de que se encuentra en tratamiento psicológico y psiquiátrico desde entonces.
Por ese motivo, la empresa no le permite asistir a la mutua y considera que no está acreditado que la patología que presenta tenga como causa exclusiva su trabajo habitual.
Comisiones Obreras (CC.OO) denuncia ante la Inspección de trabajo no solo por la falta de atención por parte de la mutua, sino porque Marcos se había subido al aerogenerador sin contar con la formación necesaria. No había hecho el curso GWO, para trabajar en altura y, por tanto, la empresa estaría incumpliendo la Ley de prevención de riesgos laborales.
A raíz de esa denuncia, la Inspección de Trabajo hace un informe en el que considera que se trata de un accidente laboral y que se produjo por llevar a cabo una operación de mantenimiento “en condiciones no consideradas e incluso contraindicadas por el fabricante”, y, como causas indirectas, las deficiencias en la formación del trabajador en materia de prevención de riesgos laborales.
Dice Marcos que un responsable de Eólicas de Lanzarote le dijo que no podía estar trabajando allí por no haber pasado por la formación, pero que después le aseguraron que ya se había resuelto, aunque él no hizo ningún curso. Su prueba de acceso fue subir al molino junto al encargado.
La Inspección concluye que la empresa es responsable de una infracción grave y destaca, incluso que la responsable del servicio de prevención de riesgos laborales de la empresa evaluó los riesgos sin haber estado nunca en el lugar de trabajo.
Parque eólico de Los Valles, controlado por la empresa Eólicas de Lanzarote, de capital mayoritariamente público.
Un informe de la Inspección de Trabajo considera que se trata de un accidente laboral
Según el acta, la empresa, lejos de estudiar lo acontecido y tomar medidas correctoras, se ha limitado a dar formación al resto de trabajadores y a cambiarle de puesto, pero no se ha dirigido a él para esclarecer los hechos ni se ha interesado por su estado de salud. Además, el trabajador es objeto de burlas por parte de sus compañeros.
Marcos insiste en que esto le ha afectado a su vida personal, a la de su esposa y a la de su hija. No puede ver un aerogenerador ni de lejos, no tiene ánimo para nada y no entiende que la empresa no haya reaccionado.
Cree que supone un peligro que el encargado siga teniendo personal a su cargo porque no dio muestras de ser consciente del riesgo: “Una persona decidió con un acto totalmente prohibido y negligente cambiarme la vida”, afirma.
El trabajador solicita una indemnización por el incumplimiento de las medidas de seguridad y tiene un juicio en junio en el Juzgado de lo Social número uno de Arrecife.
Por su parte, el pasado mes de abril, el Consejo de administración de Eólicas de Lanzarote, que gestiona el Parque eólico de Los Valles, inició el expediente para resolver el contrato de operación y mantenimiento que presta esta empresa “por graves deficiencias en los servicios”.
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