ENTREVISTA

“Abrir una macrorresidencia es crear un gueto para el anciano”

Elisa Corujo, médico geriatra

Foto: Manolo de la Hoz.
María José Lahora 3 COMENTARIOS 16/09/2019 - 05:50

Con una trayectoria vocacional volcada en el cuidado a los mayores, la doctora Elisa Corujo, primera mujer médico de San Bartolomé, ha dedicado sus 35 años como geriatra a la creación de programas asistenciales que mejoren la cobertura a la población anciana.

-¿Por qué decidió dedicarse a la medicina?

-Cuando uno termina de estudiar en la Isla siempre se plantea qué hacer después. Yo siempre lo tuve claro. A mí lo que me gustaba era el cuidado, y el cuidado dentro de los aspectos sanitarios. Con la formación que tengo, la vida me regala que donde más se establece la actitud de cuidado es la geriatría, por lo que puedo decir que es algo vocacional, y la vida no me ha defraudado, poniéndome delante aspectos donde mi desarrollo profesional ha sido amplio.

-¿Cuáles son sus inicios en el ámbito de la geriatría en la Isla?

-Mi labor comienza en el Hospital Insular, con el inicio de los niveles asistenciales. En su momento, fue un centro benéfico dependiente del Cabildo y contrataron a un equipo de profesionales, hace 35 años, para organizar este trabajo. En ese ámbito estuve durante 25 años y desde hace 10 años pertenezco al Hospital Doctor José Molina Orosa.

-¿Qué proyectos desarrolla en el centro hospitalario?

-En el Molina Orosa llevo a cabo una atención al anciano en el servicio de traumatología, definiendo la unidad ortogeriatra, de la que forma parte un geriatra, que lleva la parte clínica del paciente, dinamiza los temas de salud y hace el pronóstico de la evolución funcional del anciano con algún tipo de fractura. También, inicialmente, nos ocupamos de la valoración del paciente dentro del espacio hospitalario abundando en la interconsulta de otros servicios que consultan a geriatría para valorar al paciente anciano con su complejidad. Muchas veces, esta complejidad viene asociada a la yatrogenia que el propio hospital produce. Es la complicación que un paciente tiene durante el ingreso hospitalario, principalmente por la inmovilidad. Esto deriva en que, tras tratarse el problema de salud, el anciano no se mueve y regresa de nuevo al hospital por la fragilidad funcional que tiene.

-¿Cuál es el principal hándicap al que se enfrenta el paciente que ya se encuentra en una edad avanzada?

-El gran caballo de batalla de la geriatría es dar funcionalidad al anciano, dentro de la precariedad que suponen los problemas de salud. Cuando llegamos a un envejecimiento, los problemas de salud están ahí, que pueden ser resolubles o aquellos que ya están establecidos, y el anciano vive con las secuelas de las enfermedades crónicas. Hay que buscar función en esa discapacidad, porque si no conseguimos que el anciano lo logre tras el alta hospitalaria, lo más probable es que al paciente se le solicite una institucionalización, ya sea en una residencia o un ingreso de nuevo en el hospital. Hay que cambiar la mentalidad dentro de los espacios geriátricos, dando cobertura a los problemas de salud del anciano donde el gran pilar del bienestar de la salud es la función.

-¿Cómo se puede complementar la labor de la unidad hospitalaria con una posterior atención en el domicilio?

-En estos diez años hemos llevado a cabo un programa de atención a la fragilidad avanzada en el domicilio para los equipos de atención primaria. Una vez que localizaban esa fragilidad consultaban a geriatría y nos desplazábamos al domicilio para ver el problema de salud in situ, en el ámbito de vida del anciano. Es habitual que lleguen al servicio de urgencias con mucha fragilidad porque la familia no entiende qué está pasando con la salud del anciano. En este punto se valoran los problemas que puedan ser tratables o con abordaje paliativo, y se facilita información o apoyo al cuidador. Con la comunicación con la familia y el anciano en el domicilio se abordan los aspectos bioéticos del cuidado, donde prima la autonomía del anciano y de la familia, a la hora de discernir tratamientos y técnicas a aplicar. Ver hasta dónde queremos tratar un problema de salud y hasta dónde paliamos para dar calidad de vida y de función al anciano y al entorno familiar.

“El gran caballo de batalla de la geriatría es dar funcionalidad al anciano, dentro de la precariedad que suponen los problemas de salud”

-¿Por lo general, cuál es la situación que se encontraron en esas valoraciones domiciliarias?

-Encontramos muchos domicilios insalubres porque el deterioro del anciano se iba produciendo de forma progresiva e iba abandonando su espacio de vida. Cuando vemos un problema gordo de insalubridad, a veces, los servicios sociales no disponen de los recursos para afrontarlo. El problema de cuidado y sociofamiliar de un anciano es un problema de salud, no es una carga para los servicios sanitarios, donde los servicios sociales tienen que tener el tratamiento adecuado para resolver los problemas sociosanitarios. En el momento actual es un problema candente.

-¿Cómo valora que el Cabildo asuma el servicio de ayuda a domicilio desde el ámbito insular?

-Los ayuntamientos no tienen los recursos suficientes para llegar a la demanda que se genera. La idea es crear una serie de recursos insulares y que se repartan entre los ayuntamientos, de forma que no haya anciano al que, por falta de recursos, no llegue la atención. Cada consistorio debe establecer la urgencia social, teniendo en cuenta que la ayuda a domicilio no es un baño, sino que debe ser entendida como una asistencia las 24 horas. Este servicio debe ser un acompañamiento, un centro de día, un apoyo al cuidador, dándole un abrigo a las necesidades que se originen. Todo eso hay que articularlo y de una forma coherente, pensando en las necesidades de las familias. De igual forma que hay unas plazas en el Hospital Insular y en los ingresos hospitalarios, tiene que haber unas plazas para abrigar la urgencia social, porque muchos trabajadores sociales se ven sin las herramientas para su actuación. Hacen un informe, una valoración o un plan funcional de cuidados y todo se queda en algo escrito, sin llevarlo a la práctica.

-¿Hasta qué punto podría cubrirse la demanda asistencial con la futura residencia de mayores de Tahíche?

-Desde mi visión personal, abrir una macrorresidencia de mayores es crear un gueto para el anciano. Las macrorresidencias no son sino almacenes de ancianos con grandes discapacidades. Lo ideal es crear pequeñas unidades de residencia por municipio que pueden ofrecer unas treinta plazas. Ahí está el modelo de la residencia de ancianos de Tinajo, que son unos catorce bungalós, dotados de distintas zonas donde se comparte la vida íntima. Con una residencia por cada municipio se puede dinamizar el voluntariado, la gente es proclive a las visitas y el anciano puede reconocer sus espacios de vida, como la plaza del pueblo, la iglesia o el centro de salud.

“Hay que poner mucho énfasis en las urgencias sociales, porque eso habla de la salubridad de la gestión de un pueblo”

-¿A nivel sanitario se cuenta con suficientes recursos para atender al paciente anciano o faltan recursos, como en el caso de los servicios asistenciales?

-Desde el punto de vista sanitario, la geriatria tendría que establecerse, o bien como un grado de geriatría de agudos, o como unidades de valoración geriátricas, porque da pie a realizar programas de prevención y establecer planes funcionales de salud de cara a atención primaria, servicios sociales o del propio hospital.

-¿Cómo ha evolucionado la asistencia a nuestros mayores en estos 35 años de profesión?

-No cabe duda de que en estos últimos 50 años todo ha sido una mejora. Ha habido un gran avance en aspectos tecnológicos, pero se ha mermado un poco la atención, el humanismo hacia la persona que tiene un sufrimiento por un problema de salud. Ahí está que están proliferando los comités de ética, porque muchas veces la tecnología puede dañar los aspectos humanitarios. De otro lado, la Ley del paciente, que ha permitido dotarlo de autonomía para decidir qué quiere hacer con su propio cuerpo, ha sido un gran avance. Antes se actuaba con una actitud paternalista y era el médico el que tenía la última palabra. Se pensaba que cuanto menos supiera la persona que sufre mucho mejor. Eso ha cambiado muchísimo, y ese es el gran avance de hoy día.

-¿Debe preocuparse la población lanzaroteña por el nivel de envejecimiento?

-Todos envejecemos y todos vamos a ser ancianos. Es cierto que Lanzarote es una población joven pero en igual medida que las tasas de natalidad han disminuido, ha aumentado el envejecimiento. De tener un índice de envejecimiento del siete por ciento se ha pasado al diez. Aún así, es una población joven. Lanzarote se ha caracterizado siempre porque el anciano permanece en el ámbito familiar durante todo el tiempo posible. Los cambios culturales que han arraigado en estos años en la Isla hacen también que los cuidados generen nuevas necesidades, al estar muchos miembros de la familia trabajando, y ahí surge la necesidad de una plaza de residencia o de un centro de día para apoyar al cuidador. Hay que poner mucho énfasis en las urgencias sociales, porque eso habla de la salubridad de la gestión de un pueblo.

Comentarios

El problema de la sociedad actual es que las familias ya no cuidan de sus mayores, bien por cuestiones laborales o por decisiones propias . La situación ideal es que los ancianos mantengan su entorno , que no les ingresen en centros a los que no quieren ir y para eso necesitan apoyos ( sobre todo de las familias ). Gracias a la doctora Corujo por plantear el problema : no a macro residencias .
Autoridades de Lanzarote, por favor, escuchen a esta doctora.
Se puede decir más alto pero no más claro. Gracias Dra. Corujo por su gran labor todos estos años.

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