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Radiotelegrafista: siempre a la escucha

Juan Parrilla ejerció esta profesión ya desaparecida en la marina mercante, aunque la mayor parte de su vida laboral la pasó en el aeropuerto

despacho de Juan Parrilla lo preside una mesa de comunicaciones. Foto: Manolo de La Hoz.
Saúl García 2 COMENTARIOS 26/08/2019 - 05:37

Del despacho de Juan Parrilla Medina (Mácher, 1950), en la casa en que nació y donde vive, cuelga el diploma que acredita el título de Oficial radiotelegrafista de la marina mercante de segunda clase que obtuvo en la Escuela Naval de Tenerife. Es un título que ya no se puede obtener para una profesión que hizo desaparecer la tecnología, o que hizo que se transformara en oficial radioelectrónico de la marina mercante.

Para Juan, lo de la radiotelegrafía fue como una especie de llamada. Cuando cursaba el Bachillerato, iba en la guagua de Mácher a Arrecife y hacía una parada en el aeropuerto, junto a la antigua torre de control. El telegrafista de entonces ponía la radio en su casa para escuchar el pi, pi, pi, de las comunicaciones de la torre, que estaba a solo unos pasos, y compartía involuntariamente los mensajes en morse con los pasajeros de la guagua. A Parrilla se le metió en la cabeza el sonido, la melodía, y cuando acabó el Instituto se fue a estudiarlo.

Se embarcó en la marina mercante en varios barcos, como el Monte Anaga o el García Munté. Uno hacía un road trip Tenerife-Gran Canaria-Liverpool-Lanzarote con pasajeros y con carga: tomates, cebollas o plátanos hacia allá y coches hacia acá, y el otro iba a Argentina o al Atlántico Norte o donde hubiera un flete. El trabajo de Juan, en ambos casos, consistía en escuchar y transmitir los mensajes, como avisos a los navegantes, las listas de tráfico, pronósticos meteorológicos, boletines de noticias y, por supuesto, llamadas de socorro.

En la noche del 6 al 7 de septiembre de 1971, Parrilla escuchó y anotó en su cuaderno, que aún conserva: “Nos está entrando agua en la sala de máquinas. No sabemos si podemos pararlo. Todo bien. No tenemos heridos. Hemos visto luz”. El mensaje venía del buque Monte Udala y la luz no era del barco de Juan, sino del Freeport, de bandera liberiana, que acabó rescatando a los 33 tripulantes de ese barco antes de que se hundiera a setenta millas del puerto brasileño de Ilheus.

Juan tuvo que dejar muy pronto su profesión y se vino a tierra por motivos familiares. Después de un periodo breve en un hotel (porque sabía inglés) acabó aprobando una plaza precisamente en el aeropuerto, en la torre de control, como ayudante, aunque la telegrafía ya no se usaba, o se usaba solo en caso de emergencia. Dice Juan que es lo más práctico cuando todo falla. Y eso ocurrió en una ocasión en que una máquina, haciendo obras, arrancó el cable de comunicaciones y dejó a toda la Isla, aeropuerto incluido, sin comunicación. Entonces se puso en marcha el canal de emergencia.

En el aeropuerto, Juan pasó a ser operador de comunicaciones, después técnico, jefe de sección, director del Museo aeronáutico y, finalmente, ejecutivo de servicio hasta 2015, cuando se jubiló. De los momentos complicados, recuerda el accidente mortal de una avioneta en plena pista tras hacer un loop en una exhibición para una marca de tabaco, además de los problemas que daban los Fokker para aterrizar con el tren delantero, y más recientemente cuando un avión de Air Europa se cruzó en la pista y se quedó a cuatro metros de la valla.

También recuerda una avioneta que acabó aterrizando en Papagayo, “con un siroco tremendo” y otra que confundió Lanzarote con Fuerteventura y mientras pedía que se le subiera el brillo a las luces de la pista en Guacimeta estaba tomando tierra en El Matorral entre bidones porque la pista estaba cerrada por mantenimiento.

Juan Parrilla trabajó 38 años en el aeropuerto pero nunca se olvidó de su profesión, y para compensar ese olvido se convirtió en radioaficionado, en la estación EA8VI. Dice que los radioaficionados son “una red de emergencia en la que nadie cobra” y que si todo falla quedan ellos. Calcula que en la Isla habrá unos 40 en activo y dice que ahora se pasa por un momento bajo de actividad solar y eso influye en las comunicaciones. “Un alto porcentaje de innovaciones en telecomunicaciones ha surgido de radioaficionados cacharreando”, señala.

Ese mismo despacho donde tiene colgado el título lo preside una mesa de comunicaciones con todo tipo de aparatos a la que se suma otra estantería repleta de instrumentos electrónicos, como radios, teletipos o emisoras que arregla y expone. Aún le gusta comunicarse por morse. Dice que si se aprende bien, aunque no se practique, no se olvida, que aún es capaz de estar recibiendo una señal, apuntar y a la vez estar pensando de forma automática en otra cosa. Asegura que lo importante es la seguridad al captar, no la velocidad, y que nunca hay que dejarse llevar por la imaginación.

Comentarios

¡¡ Parrilla ¡¡. No dudo de la escuchas a la altura de antiguo aeropuerto, frente a la casa de los militares. ¡¡¡ Pero también influyo en los estudios los que hubieran realizado su primos maternos ¡¡¡. ¿ Ó no ?
73 radiotelegrafista 1era clase Venezuela.

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