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Por M. J. Tabar
El 17 de enero de 2014, la Sala Buñuel del CIC El Almacén celebrará 30 años de vida. Será un cumpleaños amargo, porque este centro insular de cultura no proyecta películas ni programa actividades de forma estable desde 2009.
El 17 de enero de 2014, la Sala Buñuel del CIC El Almacén celebrará 30 años de vida. Será un cumpleaños amargo, porque este centro insular de cultura no proyecta películas ni programa actividades de forma estable desde 2009.
Manolo Espino fue uno de los habitantes de aquel espacio polivalente de gestión privada que a principios de los 80 coordinaban Cipriano Fierro y Carmenza de la Hoz, con la presencia intermitente de un César Manrique que estaba concentrado, como siempre, en pintar.
El azar hizo que Manolo aterrizase en Lanzarote el segundo día de reinauguración de El Almacén. Corría el año 1984 y la Sala El Aljibe se vistió de gala, con obras de Picasso, Miró, Lamm, Soto, Millares, el Equipo Crónica, Luther, Stocker y muchos más. El País recogió en una crónica de Diego Talavera la importancia del espacio, “único en España por sus características”.
A Manolo le dijeron que había una plaza vacante de operador de cine y de un día para otro, este grancanario autodidacta comenzó a manejar las películas de 35 milímetros. Se estrenó con ‘Fanny y Alexander’ (Ingmar Bergman, 1982) y tuvo que aprender, a marchas forzadas, a empalmar trozos de película rota con la máquina de cinta adhesiva transparente.
“Trabajábamos con el [colectivo] Yaiza Borges, luego con los Alphaville y alguna vez con los Renoir”, cuenta el ex proyeccionista y programador de la Sala Buñuel, que también ejerció de taquillero y acomodador. Pagar el viaje de las películas hasta Canarias era caro y compartían gastos entre la comunidad cinéfila. Las películas se vendían por lotes y la Buñuel proyectaba los ‘desechos’ que no quería el circuito comercial arrecifeño. Títulos como ‘París, Texas’ (Wim Wenders, 1984), entusiasmaban a la parroquia de 60 personas que acudía, todos los días, a la sesión de las siete o de las diez de la noche. El 80 por ciento eran jóvenes de una generación nacida entre 1954 y 1965, que gozaban con los ‘Extraños en el paraíso’ de Jim Jarmusch y las reposiciones de Fellini o de Herzog.
‘La Ley de la Calle’, de Coppola, fue un éxito y tantas otras que se intentaban proyectar en Versión Original Subtitulada al Español (VOSE). “Éramos pocos pero muy aprovechables”, ríe Manolo. “Había mucha intensidad en todo lo que se hacía”. Se vivía una pequeña gran movida moderna y rupturista. El que no estaba viendo la película estaba sentado en el Bar Picasso.
El Almacén era un sitio con solera al que se podía acudir en solitud. Era la casa de todos, donde uno o una tenía la certeza de encontrar un sitio para sentarse, hablar y discrepar con salud. “Se vivía al día, la gente se sentía cómoda”. A finales de los 80 su mantenimiento se hizo insostenible y la gestión se hizo pública. Y lo que en principio pudo ser una noticia fenomenal, cayó como un jarro de agua fría entre algunos parroquianos que lo vieron convertirse en “un espacio cultural más”, carente de la vanguardia y participación de sus principios. Acogió exposiciones, teatro, tertulias literarias, ciclos de cine hasta que la programación comenzó a menguar y el edificio se convirtió en oficina diurna con bar vespertino.
Manolo Espino piensa que El Almacén debe ser un espacio diseñado y participado por la gente. Marco Arrocha y Juan Rafael Martínez, programadores de la III Muestra de Cine Europeo de Lanzarote, también criaron su espíritu en la Buñuel, gracias a profesores de instituto como Nazario de León que les regalaban bonos: “Nos cambió la vida. El cine dejó de ser un pasatiempo y se transformó en otra cosa”.
Esperar por el Gobierno de Canarias
En enero de este año el edificio terminó de adecuarse a la normativa vigente en materia de instalación eléctrica, protección contra incendios y supresión de barreras arquitectónicas. La obra fue financiada por el Gobierno de Canarias. Como la partida asignada no se gastó en su totalidad, el Cabildo redactó un proyecto para usar el remanente en luminarias nuevas y en restituir el falso techo de la sala.
Las obras, que el Cabildo considera “prioritarias”, no se han podido empezar porque se precisa una autorización del Ejecutivo regional, que no llega. La demora de este permiso bloquea cualquier otra actuación en el edificio, como la reparación de la carpintería o la compra de un nuevo equipo de proyección, tareas que el Cabildo podría afrontar con fondos propios si no existiera la actual parálisis burocrática.
Comentarios
1 Flaneur Lun, 16/12/2013 - 12:15
2 Yo quiero ser p... Lun, 16/12/2013 - 16:56
3 Flaneur Lun, 16/12/2013 - 22:00
4 Crucero Mar, 17/12/2013 - 15:48
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