Samuel Cabrera

Ciudadanía, devoción, o vecindad, que no populacho

No existe una tradición vinculada al traslado de la imagen de los Dolores desde su santuario, al borde de una colada ya fría, hasta el templo de San Ginés en Arrecife, pues tres desplazamientos en  ochenta y cinco años no parecen suficientes para declararlo así. Pero es el germen de algo que en dos siglos más, de continuar celebrándose con esa periodicidad, se podría denominar como tradición.

Me sale, pues, comparar esta bajada con la que las imágenes gráficas que conocemos nos devuelve de cincuenta y nueve años atrás.

La gente no es la misma, evidentemente, pero el  número de participantes  era ostensiblemente superior hace seis décadas, con una población de hecho en el municipio de unos doce mil habitantes. La prensa de la época fijó en veinticinco mil los asistentes a la llegada de la imagen a la capital, lo cual puede ser una lectura muy optimista del cronista, pues es probable que  la población insular podría no alcanzar esa cifra.

Hoy, con sesenta y cinco mil, en Arrecife, y cien mil más en el resto de  municipios, nos da como resultado, a la vista de los participantes en la bajada de 2024, un extraordinario desinterés en este acto religioso con una dimensión cultural.

No es de despreciar, no obstante,  la participación, ni se debe descuidar la consideración que se debe a los fieles, a los peregrinos ni a los acompañantes por pocos que nos parezcan.

Para mí, que el recorrido estuvo desprovisto de magia, y de eso se ocupa determinada escenografía, pues es un hecho demasiado sobresaliente como para que quede en algo tan simple limitado a cargar la imagen en un vehículo. Es esa la primera observación.  Lo segundo que me sugiere es que al encuentro con el patrón del municipio en la boca del muelle le sobró desorden y caos; le faltó majestad, protocolo y respeto.  Es la ausencia de esa escenografía que tan bien conocen la iglesia y la monarquía y que establece la diferencia entre las cosas mundanas y las trascendentes. Y tercero, no se puede escupir a los fieles, a los vecinos, a los peregrinos ni a los acompañantes que merecían ser reverenciados por dedicar su tiempo a su fe, a su cultura, o a la curiosidad,  al prohibírseles el acceso a las inmediaciones del templo en el momento de la entrada de las imágenes, con las calles valladas  mucho antes de la plaza de la iglesia, y los agentes haciendo de muro de contención. Es una ordinariez y una torpeza ese cierre del paso que no han calibrado la Iglesia, ni el Ayuntamiento. El pueblo, desconcertado porque no se le permite acceder al templo  para finalizar su peregrinación con la patrona,  apretujado contra las vallas, fue tratado como populacho, ese mismo pueblo que acompañó desde la madrugada tan generosamente.  Nunca una imagen los retrató tan bien, prestando su nombre a los perplejos acompañantes que sufrieron los dolores  del abandono.

Es el recorrido, es la compañía, el tiempo y la distancia  que cada uno pudo recorrer, pues se trataba de estar. Es también el momento de la entrada de la imagen a la casa de su anfitrión. Insisto, la salida de Mancha Blanca, el largo recorrido a pie  y la llegada al templo que la acoge.

La Iglesia falló en el protocolo del encuentro de Los Dolores y San Ginés de Clermont. El párroco y el alcalde fallaron en esa emotiva parte final de entrada a San Ginés donde al pueblo se le prohibió asistir y se le trató como populacho, hurtándoles el acceso para  reservarlo para sí y para las autoridades, por lo que la talla humana de ambos quedó comprometida y la talla política del mandatario, por los suelos. Ya lo manifestaron los agentes: "son ordenes", ante los lamentos y las quejas de los rechazados.

De San Ginés obispo, que vivió a mediados del primer milenio, se dice que combatió las herejías, lamentablemente el santo no llegó a tiempo para poner firmes al alcalde y al cura contra la hostilidad manifestada.  

Por mí, visto lo visto en Arrecife, mejor dejan a Los Dolores en su santuario y nos ahorramos el sofoco y la vergüenza ajena de observar como la Iglesia y el Ayuntamiento descienden unos escalones en su sentido de la bondad y la corrección hasta alcanzar una posición nada cristiana ni inteligente, pues ya sabemos que sin fieles la Iglesia no subsistirá, y sin nuestro voto, algunos no estarían. Del mensaje de fe y unidad de Oswaldo Betancort, a propósito del hito religioso, parece que no se siente concernido el alcalde, no sé si porque  no pilla el mensaje o porque él tiene su propio mensaje, vinculado a su afán de protagonismo.

A la población  le están sobrando razones para  dejar para sí el culto y alejarse de tan sesgada Iglesia. Y después otros se quejan por los asientos vacíos.

La ciudadanía está acumulando razones  contra su alcalde. Hoy, le habría tocado un corte de mangas por gilipollas. Extraordinariamente desagradecido, injustificadamente arbitrario, soberbio y muy gilipollas.
Dentro de cincuenta y nueve años, en la cuarta bajada, yo no estaré, por suerte, Jonathan de León,  tampoco.

Comentarios

De acuerdo, pero su nombre es Yonathan, con Y.
Comparto su opinión . Falta de organización y falta sobre todo de respeto a los ciudadanos, algo que según me cuentan fue cosa del alcalde con apoyo del párroco de San Ginés cada día más alejado de los vecinos . La obsesión del alcalde por su protagonismo absurdo con el cierre del acceso a la iglesia generó mucho , mucho malestar . El párroco en segundo plano pero participando plenamente del absurdo . La patrona de la isla merecía más pero cuando los políticos organizan ya sabemos lo que esperar . Importante desafección de los jóvenes para los cuales el sentimiento religioso ya no importa y menos si no hay alcohol y juerga en todo.
Amén!!!
Tenemos que aprender de Sevilla. Son insuperables en sus procesiones.

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