Vivir con un pitido permanente dentro de la cabeza
El día a día de un residente en Lanzarote con acúfenos, que llega en uno de los oídos hasta un nivel de 100 decibelios: “Es complicado vivir así”
“Lo vas a entender rápidamente”. Antes de comenzar a explicar lo que le pasa, saca el móvil y busca un sonido que tiene grabado. Lo tiene grabado en el móvil pero es lo que escucha dentro de su cabeza durante 24 horas al día. Es un pitido insoportable: agudo y a un volumen insufrible. Desde hace cuatro años, siempre le acompaña.
El sonido habla por sí solo, pero no cierra otros interrogantes. ¿De qué se trata? ¿Tiene tratamiento? ¿Se puede curar? Dice que no es una enfermedad, sino que es un síntoma, el tratamiento es para poder soportarlo y no se puede curar, pero puede haber una solución, aunque de momento prefiere no pensar en ello.
“Es complicado vivir así el día a día”, dice. Tiene 50 años, vive en Arrecife, trabajaba como camarero y prefiere mantenerse en el anonimato porque no quiere que le pregunten y que le mareen. Porque tiene que vivir tranquilo. Lo necesita.
Todo empezó por el estrés. El pitido se le activó trabajando, por un golpe de nerviosismo, una subida de tensión. Recuerda, incluso, el gesto que hizo, apretando los puños. Era el año 2019. A partir de ahí empezó una visita interminable a médicos y hospitales: medicina general, otorrinos, el Hospital Molina Orosa, el Doctor Negrín, y por fin el Hospital Insular de Gran Canaria, en la Unidad de Hipoacusia. El hospital grancanario es pionero en implantes de estimulación para la recuperación del equilibrio y la audición.
“Cuando te entienden ves la luz”, señala. “Los otorrinos suelen saber poco sobre esto, no es algo en lo que esté muy avanzada la investigación”. El último intento no salió bien. Era un medicamento llamado Oto313, una inyección que se debía introducir en el oído interno, pero los ensayos clínicos no mostraron una mejora significativa en los síntomas. Funciona como un placebo. El primer médico le dijo que tenía acúfenos pero que no podía demostrar el grado o la intensidad que tenía: “Todos podemos tener algún acúfeno en algún momento, pero se van”, apunta. La audiometría reflejaba el problema pero no el grado. No era un documento válido para el Tribunal Médico.
Después de dar muchas vueltas y mediante un informe pericial logró una sentencia favorable que le reconoce el grado de acufenometría, que en uno de sus oídos llega hasta un nivel de entre 95 y 105 decibelios. Es similar al ruido de una aspiradora, una banda de rock, el claxon de un coche o la explosión de un petardo. Pero dentro del oído. Su situación es aún más complicada, porque además de los acúfenos tiene presbiacusia (pérdida auditiva) y algiacusia (hipersensiblidad), principalmente con los sonidos agudos, pero no solo. Pone algunos ejemplos: un plato, un tenedor, el ladrido de un perro, el bullicio de una cafetería, un camión, la voz de Google, un martillo neumático... Cuando sale de casa lleva siempre consigo unos tapones de tres capas, por si acaso, para mitigar el ruido externo.
Consiguió la discapacidad, aunque fue difícil “porque no es una enfermedad”
Sale poco, apenas tiene vida social, vive en una casa por la que apenas pasa el tráfico y ve la televisión con subtítulos. Necesita paz, relajación y descanso. Le vienen bien los sonidos de la naturaleza, como el mar. Eso le calma un poco, igual que caminar. Pero el pitido es tan fuerte que no desaparece. A otras personas con acúfenos, con un pitido de menor volumen, el sonido se les difumina durante el día, por el ruido de fondo.
Solo duerme gracias a la medicación, y es el tratamiento lo que le permite dejar de oírlo. “Sin medicación no podría dormir”, señala. Pero a las tres o cuatro horas se pasa el efecto y el pitido vuelve. Cuando se despierta, el pitido está ahí. Intenta caminar mucho por la noche para cansarse, se da una ducha fría y toma pastillas para dormir. Pero el pitido le despierta. “Por la noche el ruido se nota más, es como una película de terror, no sabes si podrá subir el volumen todavía más”. Necesita medicación y apoyo psiquiátrico y psicológico. “Te vuelves irritable y muy nervioso”, dice.
Médicos
Consiguió que le otorgaran la discapacidad, aunque es difícil “porque no es una enfermedad”. Dice que la Seguridad Social se ha portado muy bien, que la atención ha sido muy buena. Le han hecho pruebas de todo tipo para detectar de dónde puede surgir, pero todo está bien, aparentemente. Comprobaron si era un problema en la mandíbula, o una resonancia magnética de los oídos, o una prueba para localizar venas obstruidas. Pero “es un problema coclear con el cerebro”. No se sabe el origen. “Puede ser por muchas cosas o solo por una”, explica.
“Los otorrinos suelen saber poco sobre esto, no está muy avanzada la investigación”
Dice que todo apunta a que el pitido irá subiendo aún más si pierde audición. “Y yo iré perdiendo audición probablemente”. Si no fuera así, habría alguna solución, “pero es que el sonido está muy alto y es imposible olvidarte. Siempre está ahí y si te pones nervioso sube más, y para bajar tarda un día como mínimo”. De momento, la recomendación médica es “paz y buen rollo”, pasar el día tranquilo porque cualquier ruido le puede dañar el oído y le puede alterar porque “hay sonidos que pitan de repente, que no los puedes evitar”. Aprendió técnicas de respiración y de relajación.
Y, finalmente, hay una medida más drástica. Es una operación para dejarle sordo totalmente, pero no solo desaparecería el pitido. De momento no lo contempla. Dice que hay mucha gente que no lo soporta, que puede causar un efecto postraumático y que hay que prepararse para ello. “Cuando tenga que llegar, llegará”.
Comentarios
1 Alguien Mar, 12/09/2023 - 21:09
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