Los estudios confirman que ahora hay más cuervos en Canarias que hace 15 años, cuando la especie estaba a punto de extinguirse, con tan solo 25 parejas en Lanzarote
Mejora la población de cuervo canario en Fuerteventura y Lanzarote pero se mantiene su leyenda negra
Los estudios confirman que ahora hay más cuervos en Canarias que hace 15 años, cuando la especie estaba a punto de extinguirse, con tan solo 25 parejas en Lanzarote
En Canarias no hay lobos, pero hay cuervos; ángeles para unos, demonios para otros. Tan amados por los cientos de turistas que todos los días se hacen selfies con los ejemplares más confiados, como odiados por los agricultores y ganaderos que sufren sus daños, los cuervos canarios, todo un asombro natural, comienzan a renacer de las cenizas de una cercana extinción a pesar de una leyenda negra que los hace responsables de mil desmanes y exige su erradicación. Diferentes a los cuervos peninsulares y norteafricanos, tanto genéticamente como por su menor tamaño y diferentes costumbres, son por lo tanto únicos en el mundo. Pero los isleños también han heredado el estigma de ave de mal agüero que persigue a la especie a lo largo de su distribución mundial.
“Cría cuervos y te sacarán los ojos”. “Eres más malo que el cuervo”, se dice en Canarias. ¿Tan malvados son? En la naturaleza no hay buenos ni malos, tan solo especies que luchan por la supervivencia. “Se les tiene manía porque provocan daños en cosechas y ganados, pero está claro que no es algo intencionado; no es que sean malos, solo quieren comer, algo normal”, justifica Carmen Portella, presidenta de la Asociación Viento del Noreste y entusiasta defensora de estos animales. En la misma línea se manifiesta Luis Miguel Domínguez, famoso naturalista y divulgador televisivo de la naturaleza: “Al cuervo siempre le antecede la leyenda, lo que impide que nos fijemos en cómo es, en sus proporciones, en el tamaño de su pico, en la belleza de su vuelo, en el negro que no es negro, que es profundo lustre, elogio de la sombra de la estética japonesa”.
Escaso elogio ha recibido tradicionalmente esta ave en Canarias, acusada de sacar los ojos a los cabritos, perseguir gallinas, tirar piedras a quienes se acercan a sus nidos e incluso comerse las uvas de los viñedos. El 24 de octubre de 1616, el Cabildo de Fuerteventura reunido en Betancuria dejó registrado que, “por haber muchos cuervos, que hacen daño en la sementera y en los cabritos que van ahora naciendo, acordaron se pregonase que todos los vecinos de la isla traigan seis cabezas de cuervo ante [el regidor] Lucas Melián, en término de tres meses, so pena de 20 reales”.
Exactamente 400 años después, en septiembre de 2016, de nuevo el Cabildo majorero se reunía para tratar del mismo tema en parecidas circunstancias. Por iniciativa del Partido Popular de Fuerteventura y con el apoyo del resto de los partidos se aprobó una moción donde se exigió al Gobierno de Canarias medidas contundentes contra “la plaga de cuervos”, sustanciadas en reducir su grado de protección legal como especie en peligro de extinción para permitir la puesta en marcha de acciones de eliminación y erradicación que consiguieran “restablecer el equilibro en este ecosistema”. En el texto se afirmaba que existe una preocupante proliferación de los cuervos “que arrasan cosechas y matan animales, provocan graves pérdidas económicas al sector primario de Fuerteventura y se han convertido en un serio problema”. Se señalaba el “ataque indiscriminado de comunidades enteras de cuervos a cosechas de sandías y melones, así como la matanza de cientos de baifos”.
Los políticos se mostraban extraordinariamente alarmados, el problema era muy gordo, una emergencia insular, el fin del mundo agroganadero estaba en peligro de extinción por culpa de una invasión de negros seres con plumas. ¿Con qué datos científicos contaba el Cabildo para hacer unas afirmaciones tan preocupantes? Con ninguno. Tan solo se hacían eco de las quejas sin confirmar de algunos ganaderos y agricultores denunciando ataques sistemáticos de los cuervos, una ola de rumores que no paraba de crecer, viralizada por las redes sociales.
Alejados del huracán mediático, los técnicos del Gobierno de Canarias trataron de poner mesura (y cordura) en la polémica con algo tan sencillo como encargar un estudio que confirmara o desmintiera la existencia de esa supuesta plaga de cuervos en Fuerteventura. Contra todo pronóstico, tras dos años de estudios concienzudos, los investigadores no fueron capaces de demostrar la supuesta plaga de córvidos. Paradójicamente, los censos sirvieron para exactamente lo contrario, evidenciar la importancia de la isla de Fuerteventura como refugio de la amenazada especie, estimando una población de mil ejemplares, la más alta y mejor conservada de Canarias a pesar de su pequeño tamaño, menos de un cuervo por kilómetro cuadrado.
En cuanto a los daños, los trabajos científicos también evidenciaron lo exagerada de la alarma ganadera. Durante el estudio sólo se notificaron seis incidentes al año para un total de 163 explotaciones ganaderas, ninguno comprobado.
Al final no se redujo la protección del cuervo canario, no se eliminó ni capturó ni un solo ejemplar, no se destruyó ningún nido ni se esterilizó ningún pájaro. Ocho años después, la población de cuervos de Fuerteventura y Lanzarote se mantiene estable, en buen número, con los habituales conflictos entre agricultores y ganaderos. Pero de la plaga nadie se ha vuelto a acordar.
Los guirres
Los estudios confirman que ahora hay más cuervos en Canarias que hace 15 años, cuando la especie estaba a punto de extinguirse, con tan solo 10 parejas en Gran Canaria, 12 en Tenerife, 17 en La Palma, 25 en Lanzarote y cinco en La Gomera. La erradicación del uso de venenos en el campo y la corrección de tendidos eléctricos contra los que chocaban o se electrocutaban las aves están detrás de una esperanzadora recuperación. También la instalación de comederos o muladares para aves carroñeras. En todos los casos los cuervos fueron los principales beneficiados de unas mejoras ambientales que no iban dirigidas a ellos, estaban previstas para proteger al guirre, el único buitre de Canarias. En Tenerife la población supera ahora mismo las 40 parejas.
Foto: C. J. Palacios.
Los cuervos, beneficiados de mejoras ambientales dirigidas al guirre
Los comederos benefician a los guirres, pero también a otras especies carroñeras que se pueden alimentar de animales muertos como cuervos, aguilillas y gaviotas. Son espacios vallados donde periódicamente se depositan restos de los mataderos, del tipo de cabezas de cerdo o cabras muertas. En el marco de los diferentes proyectos para conservar al guirre se han acondicionado en los últimos años hasta seis muladares en Canarias. Están en Honduras, Peña Humar-El Jable y Las Breñas en Lanzarote, Tiscamanita y Villaverde en el caso de Fuerteventura. Un alimento suplementario que ha permitido aumentar la población del buitre canario, pero también la de otras especies carroñeras.
Como concluyen las biólogas Nuria Selva y Ainara Cortés-Avizanda en un estudio publicado en la revista Munibe, en el medio natural la carroña es un recurso aleatorio. Por el contrario, en los muladares y estaciones de alimentación suplementaria la disponibilidad de alimento resulta constante. Son auténticos restaurantes gratuitos, con comida predecible y abundante, siempre disponible. Por eso tienen importantes efectos en el comportamiento, densidad y distribución de estas especies carroñeras, que tienden a visitarlos con frecuencia, no solo para comer, sino también para socializar. La parte negativa descubierta con estos estudios es que esta artificial agregación de carroñeros conlleva un aumento de la depredación de presas alternativas en el entorno, afectando a otras especies protegidas como las hubaras o de interés cinegético como las perdices.
Es un efecto secundario no deseado y muy preocupante. Los comederos para guirres podrían estar detrás del aumento de la depredación por cuervos en nidos de aves que crían en el suelo como alcaravanes, hubaras, corredores, gangas, bisbitas, terreras o tarabillas canarias. En un experimento realizado en Fuerteventura por investigadores de la Estación Biológica de Doñana, Universidad de Sevilla y Universidad Pablo de Olavide, se instalaron más de 300 nidos artificiales hechos con huevos de codorniz a distancias variables (de 200 metros a 34 kilómetros) de comederos para guirres o cadáveres individuales. El resultado fue alarmante: el 90 por ciento de los nidos fueron depredados, aumentando el riesgo cuanto más cerca estaban de esos muladares. El estudio, publicado en la prestigiosa revista científica Animal Conservation, alerta respecto al peligro que puede tener la ubicación de los comederos para especies carroñeras respecto a la conservación de otras especies que viven en las inmediaciones. Y resalta la importancia de favorecer la gestión del ecosistema completo en lugar de limitarse a enfoques de especies únicas, como es el caso del guirre.
Pero a ver quién le pone límites al cuervo. Su capacidad para explorar el territorio ha sorprendido a los expertos. Es el caso del Parque Nacional del Teide, en Tenerife. En esa isla la población es mínima, pero se considera fundamental para garantizar la recuperación de los bosques de cedro canario, un árbol autóctono muy amenazado cuyas semillas ayudan a dispersar. Para favorecer su población se instaló en el parque un comedero artificial. Con la intención de conocer la frecuencia de visita a estos lugares de alimentación suplementaria se marcaron varios individuos con emisores GPS. El seguimiento remoto demostró que una de las tres aves equipadas tenía un área de campeo inmensa, 263 kilómetros cuadrados, que incluso llegaba al lejano macizo de Teno. Los otros dos individuos explotaban una superficie mucho menor, 56 y 80 kilómetros cuadrados. Una prueba más de que con estas aves es imposible generalizar: cada ejemplar es un mundo aparte.
“Cuidar y proteger”
El cuervo canario es una subespecie diferente a la de Europa y del norte de África, y por tanto única, tan especial como la hubara o el halcón tagarote. Rendido admirador de estas aves, el naturalista Luis Miguel Domínguez les dedicó un reportaje en el programa Aquí la Tierra de TVE, grabado en Fuerteventura. Al lado de una confiada pareja de Las Peñitas, llegó a decir de ellos que son “una auténtica joya de la ornitología canaria” a la que, en su opinión y la de tantos otros expertos, “hay que cuidar y proteger”. Pero sigue pendiente de aprobación desde hace años un Plan de recuperación de la especie que contemple medidas efectivas para asegurar su adecuada conservación. También la creación de una línea de ayudas a agricultores y ganaderos para paliar los daños que estas aves puedan provocar en sus explotaciones.
‘Corvus corax’. Foto: D. Trujillo.
Se come todo animal muerto o debilitado, evitando plagas y enfermedades
En la naturaleza nadie sobra. El cuervo no solo enriquece la biodiversidad canaria, sino que además ayuda a mejorarla. Gracias a sus hábitos carroñeros es un auténtico basurero del campo, se come todo animal muerto o debilitado evitando con ello la proliferación de plagas y enfermedades. También es un excelente plantabosques. Muchas de las palmeras de Fuerteventura y Lanzarote han nacido gracias a la ayuda de los cuervos, quienes se comen los dátiles y luego escupen sus semillas a decenas de kilómetros de distancia, en lugares casi inaccesibles donde los nuevos árboles podrán prosperar fácilmente. Lo mismo ocurre con los raros acebuches, los olivos silvestres de Canarias, y otras muchas especies vegetales de cuyos frutos se alimentan.
Para evitar el daño ocasional en el ganado, los expertos recomiendan extremar su protección. En 2011, un trabajo de SEO/BirdLife, financiado con fondos europeos para evitar el uso del veneno en Fuerteventura contra cuervos y guirres, aconsejaba a los ganaderos tener siempre los rebaños estabulados en lugar de dispersos por el campo sin vigilancia y contar con perros adiestrados para espantar a cuervos y gaviotas. La propuesta, como tantas otras, cayó en saco roto.
Existen pocas especies en el mundo tan inteligentes como los cuervos, capaces incluso de imitar la voz humana como si fueran loros. Enredadores, curiosos, sociales y muy oportunistas, algunos especialistas los conocen bajo el admirativo apodo de “primates con alas”. Cada uno de ellos tiene su propia personalidad y aceptan jerarquías, tanto de los ejemplares más sabios como de los más fuertes. Sus relaciones de pareja son lo más parecido a la fidelidad, de largo recorrido, aferradas prácticamente de por vida a un mismo territorio, muy pendientes el uno del otro, a quienes regalan delicadas labores de despiojamiento, caricias y seguramente mimos, como explica con no poco asombro la escritora Jennifer Ackerman en su aclamado libro El ingenio de los pájaros.
Aseguran en Fuerteventura que el cuervo tiene malas ideas, que cuando hay muchos anuncian la muerte de algún vecino, que si te acercas a sus nidos te tiran piedras, algo inverosímil que más allá de la leyenda nadie ha podido probar. Pero sí está demostrada su tremenda inteligencia. Y su íntima relación con la cultura popular majorera. Protagonistas de canciones tan divertidas como esa copla escuchada en Corralejo a Guillermo Betancor: “Me dices que soy un cuervo, / yo cuervo negro seré, pero tú tienes la fuente / donde el cuervo va a beber”.
Comentarios
1 Ecólogo Dom, 14/04/2024 - 18:55
2 eco-talibanes Lun, 15/04/2024 - 07:45
Añadir nuevo comentario