Santiago Medina, referente de la lucha ecologista en Lanzarote, afronta una nueva etapa a sus 87 años con la creación de los tradicionales instrumentos en su carpintería de Titerroy
La construcción de timples como terapia
Santiago Medina, referente de la lucha ecologista en Lanzarote, afronta una nueva etapa a sus 87 años con la creación de los tradicionales instrumentos en su carpintería de Titerroy
Santiago Medina Cáceres (Berrugo-1937), expresidente de El Guincho y cabeza visible de la lucha contra la destrucción de Berrugo se ha convertido en creador de timples. Es su manera de mantenerse activo y productivo a los 87 años. Carpintero de profesión, este ecologista de corazón y luchador incansable se mantiene en forma gracias a su ingenio y talento innato para la talla de la madera.
Los ha elaborado de todos los tamaños, hasta un modelo a modo de llavero que bien podría venderse como souvenir. Parece como si esta nueva afición le rejuveneciese. En apariencia mantiene el mismo porte de hace una veintena de años. Es como si el tiempo se hubiera detenido en su taller, aunque curiosamente a este nuevo luthier aficionado le falla un poco el oído.
Mantiene la misma labia que le permitió, durante décadas, luchar contra el expolio de la costa de Lanzarote. En Berrugo se asentaba la casa de su familia, donde nació él y los tres hermanos más jóvenes de una familia de diez. Desde hace años, Santiago no ha querido volver a la costa y comprobar en qué se ha convertido esa bahía donde se desarrollaba no sólo toda su vida, sino “toda la historia de los marineros de Playa Blanca, que se subían al Castillo, y en cuanto saltaban los delfines, que agrupaban el pescado, se echaban a los botes para pescar”. En esa bahía había de todo: pulpo, morena, vieja... “Si me acuesto en la noche y me da por soñar que voy con el barco con el mirafondo en la mano, veo todas las peñas que había debajo”, dice.
Ahora su vida se cierne, principalmente, en torno al taller de su residencia en Titerroy, la antigua “casa de las pancartas”, como le gusta recordar de su época de cabeza visible del movimiento ecologista en la Isla. “No conseguimos mucho, pero sí que la corrupción saliera a flote”, asegura Santiago Medina. Allí, pueden contemplarse ahora otras creaciones, un sinfín de sencillos timples con los que experimenta nuevas formas y materiales.
El objetivo es que este instrumento, que forma parte de la tradición folclórica lanzaroteña y canaria, llegue a los más pequeños de manera más económica. Con el mismo sonido que cualquier otro modelo, ha descubierto que si el aro se confecciona de fibra resulta menos laborioso y más económico. “Es lo ideal para que los chiquillos puedan tocarlos en las escuelas. Esto se cae y no se rompe. No son para venderlos”. Su intención es donar sus creaciones musicales de fibra a las escuelas de timple. Aunque le han ofrecido comprárselos en una tienda musical de Arrecife. Allí le garantizaron que sonaban a la perfección.
“No conseguimos mucho, pero sí que la corrupción saliera a flote”, dice Medina
Comenzó con los timples en julio de 2023. “Cuando saqué el primero que afinaba”, dice. Lo importante es que la caja de resonancia siga siendo de madera para que suene como debe, después de probar a hacerla de fibra sin un óptimo resultado. Ha descubierto, además, que es determinante para el sonido la elección de un tipo de madera u otro, así como la profundidad de la caja. “Lo hice más profundo y no sonaba más, sino menos”, aclara. Adquiere la fibra de la resina o de una tela específica.
Dice que ni siquiera sabe tocar el timple, pero disfruta confeccionándolos, al igual que las tallas de madera que luce en las estanterías del taller, como las réplicas a pequeña escala del camello canario o las de barcos. Asegura que por ahora trabaja con los timples, pero que cualquier día le da por otro instrumento u otra creación, como una lámina a modo de aplique que ha probado en una radial y que reduce la vibración de la máquina. “Ya como no tengo que ir para Berrugo, me da igual”.
Berrugo en el recuerdo
Santiago recuerda que su padre empezó a vivir en esa casa, que ya estaba construida, antes de que existieran las salinas, en 1905. Berrugo era puerto de embarque de productos agrícolas y de “piedra cal y piedra barrilla”. “Mi padre fue de ‘listero’ en 1905, luego fue a hacer las salinas de Janubio y después volvió, con Ginés Díaz, en 1921, para hacer las de Berrugo y se quedó como encargado, pero la casa nunca estuvo en las salinas”, cuenta. Su padre murió allí y él se mudó a Arrecife en 1978.
Después de unos años, volvieron a la casa. “Era el punto de encuentro de toda la familia, toda la familia se conoció allí, había una vinculación muy grande”. “A mí, hoy, me dan a elegir entre la casa o limpiar el mar y prefiero que desocupen el mar, que lo limpien, antes que la casa”, decía hace años en una entrevista con Diario de Lanzarote. Porque en esa bahía, dice, estaba toda su vida.
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