Empresarios y autónomos de Arrecife han abordado este miércoles los problemas de la capital en una asamblea abierta organizada por la Cámara de Comercio y las organizaciones empresariales de la Isla. En el turno de intervenciones se han escuchado críticas a los servicios públicos de la capital, el estado de las calles o las dificultades para que prosperen iniciativas en el Ayuntamiento.

“Arrecife se está muriendo”, “sufro Arrecife”, “Arrecife es un desastre” o “Arrecife nunca ha estado tan mal” han sido algunas de las expresiones manifestadas por las diferentes personas que han intervenido en el acto, que ha reunido a unas 150 personas en la sede de la Cámara de Comercio.

Miguel Ángel tiene una joyería en la calle Fajardo, una de las tradicionales vías comerciales del centro de Arrecife. “Ninguno de nosotros está paralizado ni quiere perder su negocio ni destruir puestos de trabajo”, destacó. “El Ayuntamiento es como si no existiese”, añadió este empresario, que también destacó algo positivo: “Nunca he estado en una reunión con tanta gente preocupada por la ciudad”.

María lleva “año y medio en Arrecife” y se ha cambiado de casa “cuatro veces”. El problema de la vivienda salió a relucir en varias ocasiones durante la reunión. Una de las propuestas de las organizaciones empresariales pasa por la aprobación del Plan General para “desbloquear” suelo, destinado a uso residencial pero también a uso industrial, para sacar a talleres y otras actividades “molestas” de los barrios.

Sobre el centro de Arrecife, entre quienes intervinieron hay quien considera que hay “muchas dificultades para acceder”, no solo a los residentes sino especialmente a los visitantes, o que no hay actividades impulsadas desde las instituciones públicas para dinamizar la ciudad, de forma coordinada con el tejido empresarial.

Y cuando la iniciativa parte del sector privado, “no hay sino trabas”. Así lo señalaron, por ejemplo, la responsable de un centro de enseñanzas musicales o el propietario de un negocio en Titerroy. “Cuando vas a plantear algo” al Ayuntamiento “parece que vas a pedir un favor, y no es así”.

En el debate, que se alargó durante una hora, hubo más críticas y pequeños empresarios que se desahogaron que propuestas, y también hubo quien sacó a relucir comparaciones. La responsable de una tienda que lleva un cuarto de siglo en la calle Manolo Millares lamentó “las inundaciones” cuando llueve o “que la gente se caiga cada dos por tres” por el mal estado de las aceras. Citó una visita reciente a Fuerteventura a un torneo de ajedrez para establecer la comparación: “¿Por qué Puerto del Rosario puede tener un auditorio y espacios socioculturales en condiciones y Arrecife no?”.

También hubo espacio para la autocrítica. Susana trabaja en una cadena de perfumerías. “Hay que acondicionar la ciudad pero también es responsabilidad nuestra dar una oferta a los clientes que cumpla con sus expectativas”, dijo, y opinó que hay “una dispersión de los esfuerzos”. Una de las conclusiones de la reunión es que el comercio de la capital debe aportar “cercanía”, tener “identidad” y ofrecer un “valor” añadido al cliente, en vez de competir con franquicias o multinacionales que tienen un modelo estandarizado. “El problema es que el entorno no acompaña en absoluto”, lamenta un empresario del sector de la hostelería.

El mal estado del casco histórico, con edificios “que se están cayendo”, fue otra de las reflexiones recurrentes en varias de las intervenciones. La falta de un catálogo arquitectónico municipal actualizado, después de la anulación del aprobado en 2006, “que establezca qué es lo que se puede o no se puede hacer”, ha supuesto un impedimento para la intervención en inmuebles antiguos del centro, añadió Neftalí Acosta, presidente de la asociación de constructores.

La limpieza y la recogida de residuos también fueron objeto de debate. Ángel tiene un negocio en el barrio de Altavista. “Mi calle tiene más agujeros que un queso gruyere”, ironizó el empresario, que puso un ejemplo de los “problemas de limpieza” que a su juicio sufre la ciudad: un vecino tuvo que dejar unos enseres en la acera durante una semana a pesar de haber llamado al servicio de retirada correspondiente. “Al final, le ayudamos y los terminamos llevando al punto limpio porque por allí no vino nadie”.