¿Quién está detrás de Lanzarote tiene un límite? ¿Hay una renovación generacional en el ecologismo? Veteranos y nuevos rostros analizan el presente y el futuro del movimiento

El relevo silencioso: la trastienda del ecologismo que ha vuelto a la calle
¿Quién está detrás de Lanzarote tiene un límite? ¿Hay una renovación generacional en el ecologismo? Veteranos y nuevos rostros analizan el presente y el futuro del movimiento
“Casi todos tenemos canas, la mayoría estamos jubilados y seguimos siendo los mismos”. El mensaje llegó desde el público, pero la mayoría de los participantes en la mesa redonda que organizó el Ayuntamiento de Haría con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, coincidieron en la misma inquietud: ¿Dónde están los jóvenes? ¿Hay renovación en el ecologismo en Lanzarote?
El nuevo pulso que han tomado las calles de la mano del movimiento Canarias tiene un límite contrastaba con esa imagen de la Sociedad La Tegala, donde la mayoría de los ponentes eran veteranos que llevan décadas de lucha medioambiental en la Isla. Y lo mismo sucedía con el público, donde casi todos se conocían de viejas batallas, como suele ocurrir en este tipo de actos.
La dependencia de las pantallas y la hiperconectividad digital; la sensación de invulnerabilidad ante los problemas; el predominio del individualismo; el uso de discursos poco accesibles y una mirada adulta que a veces los juzga más de lo que los escucha, fueron algunas de las razones que se señalaron para explicar por qué cuesta “enganchar” a la juventud.
Sin embargo, aunque no sea un grupo numeroso, sí hay algunos jóvenes -más en la treintena que en la veintena- que están tirando del carro del ecologismo en la Isla. Aunque lo hagan con otras vías de expresión, aunque cueste dar con ellos... y aunque cueste aún más convencerlos para que hablen en un reportaje.
Temores y desconexión
“Es una isla pequeña y creo que hay gente que tiene un poco de miedo a salir diciendo determinadas cosas. A lo mejor temen las repercusiones, lo que pueda pasar, el qué dirán”, apunta Rayco Sarmiento, que se encargó de leer uno de los discursos que cerraron la manifestación del pasado 18 de mayo en Lanzarote. Él nació en Gran Canaria, tiene 33 años y se mudó aquí hace ocho: “Un compañero me decía que a mí me da igual porque no soy de aquí y a lo mejor no me conoce tanta gente, y quizá sea un poco eso”.
Omaira Díaz, que nació en San Bartolomé, también forma parte del grupo que mueve Lanzarote tiene un límite y coincide con su compañero, pero apunta algo más: “Creo que hay una parte de miedo a exponerse y también al señalamiento, a quedarte encasillada ahí”, apunta. Lo dice con conocimiento de causa, porque durante un tiempo se involucró en política -cuando era aún más joven y se ilusionó con el proyecto de Somos Lanzarote-, y afirma que eso lo ha “arrastrando un montón de tiempo”. Por eso ahora ha tratado de mantenerse en un segundo plano: “Siempre que te expones se te queda la marca, te encasillan: tú eres esto y de aquí no vas a salir, hagas lo que hagas”.
“Hay miedo a exponerse y al señalamiento, a quedarte encasillada ahí”
El más joven en este encuentro con Diario de Lanzarote es Carlos Shanka, que cree que el problema está en que los jóvenes no encuentran su espacio en las asociaciones tradicionales: “Hay gente con mucha experiencia y si llega alguien con 18 años puede sentirse intimidado, sobre todo si no hay más jóvenes”. Él tiene 24 y lleva años de implicación: desde limpiar playas con Lanzarote Limpia hasta participar en 2019 en el movimiento Lanzarote por el clima, que recuerda que “acabó pronto”. De hecho, esa es la impresión que tiene de muchas iniciativas ecologistas que surgen en la isla: que acaban apagándose y desapareciendo.
Su último intento fue sumarse a la coordinadora medioambiental Alcogida, que se creó hace tres años para aglutinar a distintos colectivos, pero afirma que lleva mucho tiempo sin reunirse y que tampoco enganchó a los jóvenes: “Hubo gente que probó y sentía que no aportaba nada y se desilusionó. Hacían falta herramientas y decir: así es como puedes contribuir”. Por eso Carlos ha terminado impulsando una asociación especialmente dirigida a los jóvenes. Tras estudiar Biología en Bristol y sumergirse “en movimientos más globales”, vio la oportunidad de traer a la provincia de Las Palmas Global Shapers, una iniciativa del Foro Económico Mundial que reúne a jóvenes para desarrollar proyectos que aborden problemas sociales, económicos y ambientales.
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Al límite
Omaira también ve una desconexión entre las asociaciones tradicionales y los jóvenes. Ella lleva desde los 14 años “metida” en colectivos sociales y ecologistas, y donde vio una oportunidad fue en el movimiento Canarias tiene un límite, que encontró un fuerte impulso en entornos juveniles y estudiantiles en la isla de Tenerife. Y lo mismo le ocurrió a Rayco: “En su momento pusieron una convocatoria en Instagram y me animé”.
Cuando se celebró la primera manifestación el 20 de abril de 2024, no había estructura alguna, ni existía aún la coordinadora regional. Se lanzó la convocatoria en Tenerife a través de las redes sociales y el resto de las islas se fueron sumando. En Lanzarote, explican que fue el colectivo Tabaiba -que también se mueve desde el anonimato- quien difundió en sus redes el primer anuncio de una reunión para preparar la manifestación.
“Cuando un joven se acerca a los colectivos se desilusiona, siente que no aporta”
“Se publicó una convocatoria abierta, se juntó gente que no se conocía, casi todos nuevos en esto, y se organizó”, explica Omaira. Lo mismo ocurrió después con la manifestación de octubre de 2024, y ahora con la del pasado 18 de mayo. La esencia de este movimiento está en que lo abandera la ciudadanía, sin protagonismos personales ni banderas de asociaciones, ni mucho menos de partidos políticos. Sin embargo, Omaira lamenta que los colectivos de la Isla, aunque sí acudieron a la manifestación, no se hayan implicado más.
“Me llama la atención que ninguno se ha ofrecido a colaborar en algo, ni han venido a las asambleas. A pesar de haberlos avisado, ni siquiera contestaron, ni se han ofrecido para nada. Eso da una radiografía de cómo está el movimiento ecologista aquí, ¿no? Yo a lo mío, a mis charlas y tal y cual, pero la movilización, ahí no me meto. Es preocupante”, cuestiona.
Solo pone una excepción: Ecologistas en Acción Lanzarote. “Vamos a estar en segundo plano y a lo que nos digan. Son ellos los que tiran del carro y nosotros vamos a apoyar en lo que necesiten, porque consideramos que es primordial”, afirma María José Rodríguez. Su nombre es uno de los menos conocidos de este movimiento, porque no suele ser ella quien toma la palabra, pero María José forma parte de la Junta Directiva de Ecologistas en Acción Lanzarote junto a nombres como los de Elena Solís y Nona Perera. En total, cinco mujeres veteranas lideran una asociación creada hace cinco años para cubrir el vacío que había dejado la desactivación de El Guincho, y para que la marca de Ecologistas en Acción estuviera representada en la Isla.
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Manifestación de Lanzarote tiene un límite el pasado mayo.
“Igual hemos fallado”
Rayco y Omaira conocieron a María José a través de Lanzarote tiene un límite. De la mesa, es precisamente ella la que tiene más fe en los jóvenes. Cree que muchos sí tienen una conciencia medioambiental y la aplican a su vida, aunque no estén directamente involucrados en asociaciones. Por eso se suma al debate, para escuchar y conocer su punto de vista, porque cree que los jóvenes tendrían mucho que aportar a Ecologistas en Acción y, en general, al movimiento ecologista en la Isla.
“Igual hemos fallado en la forma de llegar. Hace poco organizamos unas jornadas y mi hija me decía que siempre hacemos lo mismo y que a esos actos solo va gente que ya está interesada y comprometida. Igual tenemos que ir nosotras a los centros educativos para que sepan el trabajo que hace cada agrupación y decirles: estamos aquí y les necesitamos”, apunta.
“Los jóvenes están fritos de charlas. Ellos son más de imagen, de ver, de actuar”
Rayco, sin embargo, discrepa: “Yo creo que los jóvenes están fritos de charlas”. Lo dice remitiéndose a sus propios alumnos, porque es profesor de Secundaria. “Si acaso sería lo contrario: que vayan los chiquillos a Ecologistas en Acción a ver una acción que hagan, o a ver con sus ojos cómo ustedes trabajan, qué hacen”, apunta. “Ellos son más de imagen, de ver, de actuar”.
También Carlos Shanka insiste en que la clave está en esa participación directa: “Cualquier colectivo quiere siempre que se le acerquen los jóvenes, pero luego se acercan y no tienen nada que hacer. Hay que ofrecerles algo donde puedan participar y sentirse útiles, parte del movimiento”.
María José escucha con atención y apunta ideas, pero también subraya: “A veces el trabajo del voluntariado lo idealizamos. No es solo coger un árbol y plantarlo. Hay mucho trabajo administrativo, tienes que presentar alegaciones, responder a la Administración, estar vigilante...”. Y todo ello con pocas manos, que compaginan ese compromiso medioambiental con sus respectivos trabajos.
Precisamente por eso, María José cree que pueden formar un buen tándem con el movimiento Lanzarote tiene un límite: “Nosotras seguiremos trabajando en el tema de la Administración y la burocracia, porque es importante y hay que hacerlo; y ellos en la calle, que igual es lo más atractivo. Y ahí estaremos para ayudar también en lo que podamos y en lo que necesiten”.
Rayco y Omaira asienten: “En nuestro caso la idea no es tanto que sean reuniones y papeleo, sino que sea más acción directa, más acción en la calle, más organizar cosas”. Tanto ellos como Carlos creen que el movimiento ecologista ha estado “en pausa”, pero consideran que es el momento de que resurja. “La gente se da cuenta de la crisis ecológica en la que estamos, de la crisis hídrica, de la crisis social, y creo que ahora está resurgiendo, pero no es suficiente. Hace falta muchísimo más”, apunta Carlos.
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De Berrugo a hoy
“Yo no viví la lucha que hubo en Berrugo pero la conozco por mis padres, y no sé sí ahora mismo podría darse algo así. Creo que tenemos una conciencia ambiental heredada, algo cultural, que viene también de la época de Manrique. Tenemos en la cabeza que el territorio hay que protegerlo, que no se puede construir lo que te dé la gana, pero luego no hay una acción a partir de esa conciencia”, señala Omaira.
Por eso creen que es esencial que se unan los distintos movimientos que hay en la Isla, que siguen siendo muchos. Solo en la última mesa redonda que se celebró en Haría estaban representados la asociación custodia del territorio Papacría, la asociación Viento del Noreste Desert Watch, la asociación Lanzarote Limpia, Ecologistas en Acción y la Fundación César Manrique, además de otras personas a título individual, como la bióloga Ana Carrasco, el investigador del CSIC Alberto Ucero, que impulsa un proyecto para la protección de la hubara canaria, o la artista y divulgadora científica Cristina Camacho, que con 39 años era una de las más jóvenes en aquella sala y lanzó un mensaje de optimismo.
“El 18-M me escribieron desde Valencia diciéndome: qué guay que estén allí protestando, aquí estamos igual y no se hace nada. Y hace poco hubo un congreso de áreas marinas protegidas y venía gente de un montón de sitios y todos estaban alucinando con lo que se está haciendo aquí a todos los niveles. Creo que nuestro nivel de autoexigencia es muy bueno, pero no debería ser desde el discurso dramático o pesimista, sino saber que estamos haciendo un montón de cosas y que se pueden hacer más y mejor”, defendió. Y también se refirió a la necesidad de que todos los pequeños movimientos que hay en Lanzarote se coordinen y no trabajen solos cada uno en su parcela.
“Los problemas y las soluciones son difíciles, pero la lucha vale la pena”
También Carlos, desde Global Shapers, ve esa necesidad, y cree que Lanzarote tiene un límite podría ser el punto de conexión: “Creo que es lo que hace falta. Un grupo de grupos que conecte todos los nodos”. María José añade que además podría ser el motor que atraiga a la gente que comparte esa preocupación medioambiental, pero que de momento no se ha implicado activamente.
Omaira y Rayco, que están en la trastienda de ese movimiento, son prudentes al responder. Ambos están muy satisfechos con la respuesta ciudadana que han tenido las convocatorias de las manifestaciones realizadas hasta ahora, pero les cuesta verse como un relevo. Aunque este movimiento consigue sacar a miles de personas a la calle en defensa del territorio -como hasta ahora solo había ocurrido con la histórica manifestación de 2002 y con las concentraciones contra las prospecciones petrolíferas- creen que aún es “embrionario” y no tiene la “fuerza” suficiente.
Unas 20 personas son las que mueven Lanzarote tiene un límite y ni siquiera cuentan aún con una estructura, más allá de las asambleas que celebran en la Isla y de la organización que sí ha ido adquiriendo el paraguas de Canarias tiene un límite. De hecho, el objetivo ahora es ese: organizarse internamente y, a partir de ahí, elaborar un calendario de acciones en la Isla y darles difusión, “para que este movimiento se haga más grande por medio de la acción”. Por eso animan a los jóvenes y a la población en general a seguirlos en sus redes sociales. De momento, adelantan que habrá más protestas y movilizaciones: “Hemos contraído un compromiso el 18-M y queremos cumplirlo”.
Entre otras cosas, la intención es empezar a convocar concentraciones por temas concretos a los que consideren que hay que plantar cara: “Por más que ahora le pongan a todo el eco delante, como ecorally o ecopuerto, siguen haciendo lo mismo; y estaremos allí molestando, boicoteando y haciendo cosas para que vean que hay una ciudadanía activa que no va a aceptar cualquier cosa”.
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“Maquinaria” en contra
En contra, creen que tienen la “maquinaria” que se activó por parte del poder económico tras la primera gran manifestación. “Esperarían un par de personas haciendo ruido y como se desbordó, se volvieron loquísimos”, apunta Rayco, que cree que esa “maquinaria” ha intentado “asustar a la gente”, diciendo que “estamos espantando a los turistas” y que “nos vamos a quedar sin comer”.
“Tienes que estar ahí desmintiendo cosas e informando a la gente y al final desgasta mucho”, añade Omaira, que reitera que este movimiento no pretende “eliminar el turismo, sino limitarlo”. De hecho, creen que es el actual modelo de seguir creciendo sin límite el que puede terminar con el turismo, porque quienes nos visitan “se encuentran con una isla cada vez peor”, mientras que los residentes “ven cómo empeora su calidad de vida”.
Una moratoria turística para evitar que se sigan construyendo hoteles y la implantación de una ecotasa son las principales medidas que reivindican, pero hay muchas otras demandas en relación a problemas que vinculan al actual modelo turístico, como la vivienda, las carreteras, el tráfico, la sanidad, el agua...
“Yo creo que el hecho de que el movimiento sea transversal puede ser una riqueza, porque podemos aprender unos de otros. No voy a decir que vayamos a ser la solución de todos los problemas ni mucho menos, pero sí que puede ser ese espacio en el que confluyan diferentes sensibilidades”, apunta Rayco. Además, lanza un mensaje: “Hay partidos políticos que venden soluciones fáciles a problemas difíciles y les están mintiendo. Nosotros en ese sentido no mentimos, porque decimos que los problemas son difíciles y tienen soluciones difíciles, y va a costar solucionarlos. Esto no va a ser de un día para otro”, añade. Por eso, tanto él como Omaira, Carlos y María José coinciden en pedir que la gente no se desmotive ni se desmovilice si no ve esas soluciones inmediatas, e insisten en la misma idea: “Los resultados van a ser a largo plazo, pero la lucha vale la pena, porque nos estamos jugando el futuro de Lanzarote”.
“Los jóvenes estamos creando espacios digitales porque no hay espacios físicos”
Las personas que coordinan Lanzarote tiene un límite celebraron su última asamblea en el Parque de los Pinos, sentados en un muro. “Estuvo guay y a mí me divirtió, pero no transmite la seriedad que requiere este tipo de movimiento”, afirma Omaira Díaz, que denuncia que el problema está en la falta de espacios públicos y en la dificultad para acceder a los existentes.
También Rayco Sarmiento coincide en las dificultades y la burocracia que deben afrontar para poder reservar alguno de los lugares disponibles. “Hay que hacer una instancia no sé cuánto tiempo antes”, lamentan, añadiendo que muchos de estos lugares ni siquiera abren los fines de semana. De la Casa de la Juventud de Arrecife, dicen que “ni te cogen el teléfono”, que “siempre está ocupada” y que “solo entras si es un rollo donde van los políticos para la foto”.
“Los jóvenes estamos creando espacios digitales porque no hay espacios físicos. Es la alternativa que encontramos”, advierte Carlos Shanka. Además, añade la necesidad de otro tipo de espacios, como el Consejo de la Juventud. “El canario estuvo paralizado hasta el otro día y en Lanzarote, aunque debería haber uno en cada isla, no tenemos”, cuestiona. Los tres denuncian que las propias administraciones están poniendo trabas a las iniciativas juveniles, y reclaman al menos un espacio donde las asociaciones se puedan reunir “sin tanta burocracia”: “Que tengan la llave, entren y punto”. En Lanzarote, se suma además la falta de un ambiente universitario, como el que está impulsando desde Tenerife el movimiento Canarias tiene un límite. Ese es uno de los factores que creen que explica por qué ahora esa isla está tirando del movimiento ecologista, como en su día lo hizo Lanzarote. Aquí ocurre a la inversa: los jóvenes se marchan para poder estudiar en la universidad, y algunos ya no regresan porque encuentran trabajo en otros lugares.
Respecto a las formaciones específicas con las que sí cuenta la Isla y que podrían ser motor de este tipo de movimientos -como la Escuela Universitaria de Turismo, el Ciclo Formativo de Medio Ambiente o incluso la Escuela de Arte Pancho Lasso-, creen que alrededor de eso no se ha creado un movimiento estudiantil. “No hay un sitio donde se reúnan, no hay actividades organizadas desde los propios estudiantes”. La clave, apuntan, estaría en la creación de un campus universitario, que lleva más de dos décadas anunciándose, pero que sigue sin hacerse realidad.
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La asociación Papacría, al igual que ocurre con casi todos los colectivos que llevan años de lucha medioambiental en la isla, no cuenta con jóvenes en sus filas. “Es la época en la que más se está hablando de medio ambiente, cuando más noticias se están viendo y cuando más vemos los efectos del cambio climático, pero es cuando menos está llegando el mensaje; y debemos analizar qué parte de responsabilidad tenemos”, advierte José Goñi.
“Para ellos somos los que apagamos la música en la fiesta”, sentencia. Y es que cree que el problema está en la forma de transmitir ese mensaje, porque los datos y los “mensajes catastrofistas, aunque sean reales”, hacen que mucha gente “desconecte”. En su opinión, la clave está en cambiar “el lenguaje” y la forma de comunicar; y en meterse en ese “scroll” constante que hacen los jóvenes, en ese desplazamiento de pantalla en sus teléfonos móviles. “Lejos de ver la tecnología como un problema, debemos verla como una oportunidad y utilizarla de forma inteligente”.
Los propios jóvenes que hoy están impulsando nuevos movimientos en la isla, coinciden en que el relevo generacional está siendo “muy tímido”. “Quizá sí hay un poquito más de conciencia medioambiental, pero cada vez vemos menos conciencia crítica, porque cada vez leen menos”, señala Rayco Sarmiento, que habla como integrante de Lanzarote tiene un límite, pero también como profesor de Secundaria. “Cada vez tienen más problemas con asignaturas como Lengua, con comentarios de texto, con Filosofía... Cuesta que sean capaces de distinguir diferentes fuentes, porque la inteligencia artificial se lo hace todo”.
Él está iniciando la década de los 30, y la verdadera brecha se está notando con los veinteañeros y con los adolescentes. “Hay una parte pequeña de jóvenes que sí tienen más conciencia, por la familia y por las influencias que puedan tener, pero en general hay un pensamiento muy individualista. Mientras los problemas no les afecten directamente, no les importa”, añade Omaira Ruiz.
Rayco apunta a la “polarización que hay en la sociedad” -“que se refleja también en los jóvenes”-, y a las redes sociales -que cree que “están cumpliendo su misión de desmovilizar”-; pero Omaira defiende también “la parte buena” que tienen. Ella misma trabaja con las redes sociales, encargándose de la comunicación para colectivos ecologistas, y cree que son una buena herramienta de divulgación gratuita que permite llegar a más gente. De hecho, han sido claves para lograr la movilización ciudadana en las últimas manifestaciones.
Hablan de adaptar el lenguaje, de apostar por el vídeo y de transmitir mensajes sencillos, pero Carlos Shanka, a sus 24 años, defiende también la necesidad de usar las redes para difundir información de calado. “La gente no se moviliza si no tiene información. Es necesario mantener la divulgación científica en redes y transmitir datos comparativos, porque los números impactan”.
















Comentarios
1 Anónimo Lun, 14/07/2025 - 07:51
2 Concuerdo con el 1 Lun, 14/07/2025 - 09:41
3 Chinijo Lun, 14/07/2025 - 12:33
4 al 2 Lun, 14/07/2025 - 13:10
5 arranca al 4 Lun, 14/07/2025 - 18:39
6 Al 3 Lun, 14/07/2025 - 20:03
7 ¿O no? Mar, 15/07/2025 - 06:44
8 Bereber Mar, 15/07/2025 - 10:37
9 Godosplaining… ... Mar, 15/07/2025 - 22:13
10 al 8 Mié, 16/07/2025 - 13:21
11 Godosplaining? Vie, 18/07/2025 - 07:18
12 Adargoma Vie, 18/07/2025 - 16:44
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