OTRA HISTORIA DE CANARIAS

El puzle aborigen y la reveladora escritura de los majos

Nona Perera y Juan Antonio Belmonte describen en un nuevo libro las inscripciones de la población aborigen de Lanzarote y Fuerteventura, al tiempo que plantean hipótesis sobre la llegada y la procedencia de estos pueblos

Mario Ferrer 1 COMENTARIOS 19/09/2021 - 09:02

El pasado remoto de Canarias es una de la grandes singularidades culturales del Archipiélago. Con posibles influencias de varios pueblos africanos y mediterráneos de distintas épocas, ese mundo aborigen canario y lo que le sucedió al ser conquistado por castellanos y normandos, tienen, además, grandes paralelismos con lo que luego pasó en Sudamérica o en otras partes del planeta a causa de la expansión colonialista de los países del Viejo Continente.

El panorama arqueológico de las islas lleva mucho tiempo cautivando a especialistas que se han sentido atraídos por una época tan fascinante como misteriosa, un puzle hermoso, pero incompleto, al que le faltan piezas para entenderlo del todo. Quienes investigan llevan décadas buscando nuevas piezas de ese rompecabezas, novedosas pistas con las que averiguar más sobre las múltiples incógnitas que faltan por resolver de las culturas nativas de Canarias.

En este camino, recientemente se ha publicado un nuevo libro que trata de arrojar nueva luz sobre lo sucedido en el Archipiélago y especialmente en Lanzarote y Fuerteventura: 'Las escrituras del pueblo majo. Claves para el poblamiento de Canarias', de María Antonia Perera Betancor y Juan Antonio Belmonte Avilés.

Esta obra tiene el valor de acercarse a unas fuentes no muy estudiadas hasta ahora, las inscripciones líbico-bereberes, así como las líbico-latinas, localizadas hace poco en las islas de Lanzarote y Fuerteventura. Estos testimonios epigráficos son los protagonistas de un estudio en el que sin embargo, no se centra solo en la descripción pormenorizada de estas manifestaciones rupestres sino que van más allá. Apoyándose en las inscripciones y también en nuevos avances de otras ramas, Perera y Belmonte plantean o refutan hipótesis sobre el origen geográfico de la tribu maja o maxie que pobló Lanzarote y Fuerteventura, su fecha de llegada u otras cuestiones claves del mundo aborigen que llevan décadas debatiéndose con ardor, desde posiciones, en ocasiones, muy enconadas.

Conscientes de las polémicas que rodean estos temas y de que aún faltan muchas piezas por encontrar de este puzle, las personas que han escrito este libro admiten honestamente que: “Si nuevos hallazgos científicos demostraran que nos hemos equivocado en el todo, que es poco probable, o en parte, lo que es ciertamente posible, sabremos rectificar para avanzar”. El tiempo dirá si sus presunciones son acertadas, lo que es difícil de negar es la seriedad y el interés científico y divulgador de la investigación que realizan.

Las piedras

El capítulo central de esta obra es el dedicado al análisis de 36 estaciones alfabéticas encontradas en ambas islas, muchas de ellas registradas en las últimas décadas a base de un extenso trabajo de campo. Se describen con detalle paneles, sectores, signos alfabetiformes y técnicas de elaboración de las inscripciones, así como los entornos de donde se emplazan y otros elementos destacados del contexto para su interpretación.

Fuerteventura tiene 12 estaciones rupestres, pero su contenido se eleva a 416 líneas alfabéticas, frente a las 164 líneas totales halladas en Lanzarote, donde han sido estudiadas 24 estaciones. Por alfabeto, 463 líneas son del líbico-latino, mientras 117 se adscriben al líbico-bereber. No obstante, hay que recalcar un dato importante: hay muchas estaciones que registran ambas escrituras y, aunque a veces se superponen, no se busca “alterar o borrar lo grabado en primer lugar”.

Estas son las inscripciones bialfabéticas, las más peculiares de estas islas y las más analizadas en este libro. La pauta general es que los signos líbico-latinos ocupen los principales espacios de los paneles de piedra. Recordemos que esta escritura, también llamada previamente líbico-canaria o latino-canaria, solo ha sido hallada en Fuerteventura y Lanzarote, de momento.


Vista de panel en Montaña Tenésara. Imagen: Jorge Cáceres.

Para Perera y Belmonte, es “indudable” que la misma población era capaz de escribir en ambos alfabetos. Ambas personas sostienen que esa capacidad, no obstante, estaría restringida a un pequeño sector, porque consideran “muy probable que la gran mayoría de la población aborigen de las dos islas no supiera escribir”.

Otras conclusiones de la investigación apuntan a que, por un lado, “preferentemente se escribe donde se vive”, de manera que las estaciones suelen estar en barrancos o espacios cercanos a los asentamientos y poblados aborígenes y estos se sitúan en las proximidades de correntías de aguas.

Por otro lado, señalan que esta tribu escribía con un “propósito funcional, no estético, sino de comunicación gráfica, probablemente para evocar a las divinidades o a las generaciones ascendientes, como acto conmemorativos, testimonial, de filiación y pertenencia, o de marcar su presencia en el lugar”.

El tercer capítulo del libro cuenta con la coautoría de César González García, del Instituto de Ciencias del Patrimonio, quien sirvió de apoyo para realizar un complejo análisis comparativo estadístico de un total de 27 grupos distintos de escrituras líbicas identificados en el norte de África y Canarias.

Los resultados preliminares de este estudio apoyan la teoría de “una patria común para las gentes que portan la escritura líbico-bereber al archipiélago en algún lugar de Numidia o de la antigua Tripolotania”, añadiendo que eso pudo suceder “en un momento cercano al cambio de era o ligeramente posterior”. No obstante, señalan el deseo y la necesidad de encontrar más inscripciones parecidas a las de Fuerteventura y Lanzarote en la zona de Numidia y Tripolotania, que aún está casi sin investigar, para sustentar con más fuerza sus hipótesis.

Primeras poblaciones

La idea de que los pueblos que poblaron originariamente Canarias provenían de zonas que hoy ocupan Argelia, Túnez, Libia o incluso Marruecos, dado la gran movilidad de estas tribus, y de que llegaron en torno al siglo I a. C. o I d. C. lleva tiempo siendo defendida por Perera y Belmonte y otros destacados como Antonio Tejera Gaspar. Lo novedoso de este libro no solo es que se apoya en las inscripciones, sino que también resume otras aportaciones recientes como las del Carbono 14, las últimas investigaciones genéticas y la astronomía cultural, especialidad esta última en la que Juan Antonio Belmonte es un reconocido experto.

Efectivamente, en los últimos años se han abierto nuevas líneas de investigación desde diversas ciencias y disciplinas (genética, astronomía, etcétera.) que han ido dando nuevas pistas sobre las culturas aborígenes de Canarias. Las inscripciones de este libro vuelven a apuntar a “la alternativa más probable compatible con las evidencias disponibles”, es decir, pueblos de origen libio, en el sentido clásico del término desde tiempos de Heródoto, más concretamente de las tribus llamadas makhrues, maxyes o maxues, las cuales eran de etnia bereber, pero también manejaban el latín por haber tenido contactos con la población romana, aunque no tan fuertes como para haber olvidado la escritura bereber, lo que les sitúa en un tiempo determinado, que esta investigación considera que debe de ser en torno al cambio de era.

Además de lo ya señalado, proponen que la colonización fue planificada y no fruto de una arribada fortuita y casual: “en el equipaje de las naves se incluía animales domésticos, semillas de cereales, legumbres y frutales.” Este argumento clásico se completa con la idea central del libro: que una parte del pueblo majo, el que pobló Lanzarote y Fuerteventura sabía usar dos sistemas de escrituras diferentes (el líbico-bereber y el líbico-latino), aunque ese era “un conocimiento reservado”, por lo tanto, “una élite no se embarca en navegaciones de fortuna sin una planificación previa”.

Si la llegada fue planificada, la consecuente pregunta es saber por quién. Tradicionalmente se han dado dos respuestas. Por un lado, que fueran navegantes fenicios o de Cartago, fechando la llegada en edades tempranas. La segunda opción apuesta por Roma y sus “aliados norteafricanos, como los reyes númidas o mauretanos”, lo que supondría fechas más tardías, en torno al cambio de era. Esta teoría concuerda cronológicamente con lo propuesto en este libro por quienes lo escriben, que no solo la señalan como la correcta, sino que incluso apuntan, con cautela, al reinado de Juba II como opción “razonable”, especialmente para Lanzarote y Fuerteventura, pero admitiendo que solo tienen “planteamientos eruditos sin evidencia científica que sirva de apoyo”.

De la misma manera, apuntan a que tal vez se tratara de grupos rebeldes que fueran deportados a la fuerza, combinando las familias más educadas que lideraron esas revueltas, con grupos de personas iletradas, aunque a “falta de nuevas evidencias”, tampoco descartan que la colonización del Archipiélago fuese pacífica y en un contexto de expansivo del poder imperial de Roma.

La escritura estudiada también les sirve de apoyo para acercarse a otro de los grandes enigmas del pasado de Canarias: ¿la colonización de las islas se produjo en una sola oleada o en diversas arribadas separadas sustancialmente en el tiempo? Perera y Belmonte piensan que fue en una sola o de varias, pero muy pegadas en el tiempo, puesto que en los siglos posteriores el dominio arabo-islámico estaba fuertemente implantado en el Magreb.

Pocas veces unas líneas grabadas en la piedra han contado tanto. No obstante, la arqueología canaria vive todavía un intenso debate abierto, lleno de preguntas por responder, y es de agradecer que estas dos personas se muestren abiertas a posibles cambios o matices con nuevos descubrimientos que permiten hacer que el conocimiento avance. El futuro nos dirá con más precisión qué sucedió en el pasado.

Imagen con los signos remarcados sobre la fotografía de un panel en el Cuchillete de Buenavista. En él se lee la inscripción líbico-bereber TIMAMASIR AV MAKVRAN y abajo el líbico-bereber WMKRN, es decir, Timamasir hijo de Makuran.

Comentarios

Muy interesante, enhorabuena por este trabajo.

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