La Fundación César Manrique abordó, en un curso con 16 expertos de disciplinas muy variadas, una mirada amplia sobre las causas, situación actual y acciones a emprender, ante el desbordamiento de los límites biofísicos del planeta
El cambio climático no va a cambiar solo: guía de pasado, presente y futuro
La Fundación César Manrique abordó, en un curso con 16 expertos de disciplinas muy variadas, una mirada amplia sobre las causas, situación actual y acciones a emprender, ante el desbordamiento de los límites biofísicos del planeta
Fin de ciclo, cambio de paradigma, capitaloceno, antropoceno, crisis ecológica global, crisis civilizatoria, crisis de la humanidad, crisis de biodiversidad, crisis de valores, crisis de los deseos, sobreexplotación de recursos, desbordamiento de los límites, desastre antropológico, plutoceno… Los nombres son muchos, pero la realidad es una: el cambio climático configura un nueva sociedad y un gran reto. La amenaza, o la certeza, del aumento de la temperatura media del planeta obliga a pensar formas de afrontar la situación. O bien de revertirla (lo que es dudoso que se pueda hacer), o bien de adaptarse a ella y permitir que la vida humana siga siendo posible en unas condiciones dignas.
En el diagnóstico, en las causas que nos han llevado hasta aquí, hay un amplio consenso, aunque con matices. En lo que hay que hacer y en su urgencia, también. El problema es cómo hacerlo y por dónde se empieza. El comisario de exposiciones José Luis de Vicente fue el responsable de la muestra Después del fin del mundo, que se expuso en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona el año pasado. Partían de preguntarse que “si el cambio climático es lo más importante que nos pasa, por qué parece que no nos importa, por qué nos comportamos como si no fuera verdad”.
Esa y muchas otras cuestiones relacionadas con ella se plantearon durante cuatro días en la sala José Saramago de la Fundación César Manrique porque el cambio climático y sus consecuencias son el elefante que está en la habitación y que parece que no se aborda de una forma lo suficientemente seria.
Ante el antropoceno. Cuando la humanidad desborda los límites biofísicos del Planeta fue un curso amplio, variado y con una gran carga de profundidad. Participaron doce ponentes y otros cuatro moderadores que dieron una visión desde disciplinas diversas: un ecólogo, una meteoróloga, otra profesora de derecho, un comisario de exposiciones, una arqueóloga, un filósofo, una economista, un ingeniero, un urbanista, un antropólogo, una activista por los derechos humanos y una ecofeminista dieron su visión sobre las causas y soluciones para afrontar ese desbordamiento de los límites del que ya han alertado quince mil científicos que han firmado el llamamiento mundial Pronto será demasiado tarde.
El curso estaba dirigido por Fernando Prats, redactor del PIO de Lanzarote de 1991 y coordinado por Yayo Herrero, una de las investigadoras más relevantes sobre la ecología y su relación con otras disciplinas. Para las cuatro jornadas se escogieron estos títulos: ¿Hacia una crisis ecosocial de alcance civilizatorio?; Nuevos tiempos, nuevos paradigmas, nuevos imaginarios; Ciudades y territorios para la vida y Ante el Antropoceno, ¿qué hacer?
Uno de los motivos, más repetidos, por los que no se afronta esta realidad es porque requiere de un cambio completo de forma de vida. Para el ecólogo Carlos Montes, ahora “hay más conciencia social, pero los resultados no se corresponden con esa conciencia, quizá porque no tratamos los problemas en toda su complejidad, sino de forma aislada”.
Otros ponentes hablaron de la necesidad de cambiar el modelo educativo, el sistema de valores y por encima de todo, el sistema económico. Se trata no sólo de una crisis ambiental, sino de una crisis de los deseos, como apuntó el director de la Fundación César Manrique, Fernando Gómez Aguilera, en el inicio del curso y para cambiar de rumbo no sólo hay que cambiar el sistema energético sino que hay que hacer un nuevo contrato social con la naturaleza, emprender una forma de vida y renunciar a muchas cosas.
Yayo Herrero apuntó: “Es necesario conectar lo subjetivo con las dinámicas sociopolíticas y económicas, dar espacio a lo relacional y cambiar el sistema de valores en la educación”. Dicho de otra forma por Jorge Riechmann: “Solo viviríamos mejor con un cambio de valores: o empobrecimiento voluntario o barbarie”.
O Carlos Montes, que no sabe si el cambio debe ser una transición suave o un colapso traumático: “Si no cambiamos la forma de ver la naturaleza, la naturaleza no cambiará de forma”. El antropólogo Emilio Santiago señaló que “no queda otro remedio que reducir el tamaño de la economía, aunque no sepamos cómo llevar la necesidad del decrecimiento a la esfera política”.
Riechmann advirtió de que la transición ecosocial será “más difícil de lo que pensamos”, ya que estamos muy lejos de poner las bases para la sostenibilidad. Desde 2008 hasta hoy hemos emitido tanto dióxido de carbono como los dos primeros siglos de industrialización y “estamos devastando la biosfera entera para disfrutar de este modo de vida”.
La sobreabundancia energética no se podrá sustituir con energías renovables sin reducir drásticamente la movilidad. Para desarrollar el coche eléctrico de forma generalizada no hay minerales suficientes en la corteza terrestre. Las soluciones no van a ser tecnológicas, así que “está fuera de la realidad seguir viviendo como hasta ahora y habría que aceptar alguna clase de empobrecimiento voluntario”: “No nos creemos que esta civilización está acabada y hay que salir del capitalismo y cambiar de valores”.
El diagnóstico está claro. Manola Brunet dijo que el 97 por ciento de la comunidad científica sabe, “no cree”, que el calentamiento está causado por la acción del hombre. Durante el holoceno hicieron falta mil años para que hubiera una variación de un grado centígrado en la temperatura del planeta y ahora sólo han hecho falta sesenta años. La gran aceleración ha provocado que la mitad de las emisiones de CO2 de la era industrial se hayan concentrado en los últimos 35 años y que los dos años con más emisiones han sido 2017 y 2018, después de la firma, para reducirlas, del Acuerdo de París.
Los océanos se calientan, y en Canarias va a haber cambios en la energía y en la dirección de las olas. El aumento del nivel del mar es imparable. Según el ingeniero Íñigo Losada, “Canarias es probablemente la comunidad autónoma con mayor riesgo en su costa” y la adaptación va a ser necesaria hasta en el escenario más favorable porque “es más barato adaptarse que reparar los daños”.
Claire Roumet, de la iniciativa Energy cities, aseguró que en Europa se podrá ser cien por cien renovable solo reduciendo el consumo al cincuenta por ciento: la mitad en las ciudades y la otra mitad en grandes consumidores. Y Fernando Prats aseguró que la logística a larga distancia, de la forma que la conocemos, “no va a ser posible”.
Los océanos se calientan, y en Canarias va a haber cambios en la energía y en la dirección de las olas. El aumento del nivel del mar es imparable.
Gómez Aguilera destacó que el cambio climático es “un asunto que debería exceder las ideologías” porque “nos concierne que no se agote la vida y hay que sacudir el sopor de los gobiernos del mundo”.
En el capítulo de búsqueda de soluciones, fueron varios los que apostaron por “movimientos sociales vigorosos para que haya cambios profundos” o que “el movimiento ecologista es el único que puede dar respuesta a todos los retos”. Montes, que advirtió de que no se puede crecer sin límite, apostó por el “antropoceno como revulsivo: poder cambiar la vida cambiando de vida, ya que en tiempos de crisis la población está dispuesta a cambiar”.
Susana Borràs habló de los refugiados climáticos, de gente que tiene que huir de su país por los cambios causados por el calentamiento o por las guerras causadas por la lucha por los recursos, otro de los efectos. A estos refugiados aún no se les reconoce ese estatus y para que la situación cambie primero hay que cambiar los marcos jurídicos, políticos y sociales actuales. Dijo que “están invisibilizados y desprotegidos” cuando emigrar no es una opción, sino una necesidad.
Yayo Herrero dijo que se ha declarado una guerra contra la vida: “Somos seres ecodependientes e interdependientes, pero actuamos en contra de estos principios. Tomamos los recursos naturales como si fueran una parte de la economía e invisibilizamos las tareas de cuidado porque no forman parte de la economía productiva”.
Frente a esto apostó por “cambiar la forma de entender la ciencia, que la vida sea la preocupación fundamental, cambiar el modelo de educación, la lógica de los derechos y disputar la hegemonía económica y política mundiales”.
“Estamos abocados a un decrecimiento y los cambios han de ser para todo el mundo”, dijo, y para ello hace falta una mezcla de subversión y ternura para afrontarlo. De nuevo ante las causas, Herrero apuntó que se ha creado un proyecto científico ligado a una lógica mecanicista “como si se pudieran controlar todos los factores de la naturaleza” y un capitalismo que no solo hace bienes y servicios sino que “nos fabrica como personas” y lo reduce todo a lo monetario.
Prats afirmó que los países ricos han fracasado y será necesario “replantearse lo que significa bienestar” y Emilio Santiago que “el mundo se da entre límites pero se instaló la ilusión de que podíamos eliminarlos”. “Los combustibles fósiles han expandido esos límites y hay una relación inversamente proporcional entre los responsables y quienes sufren las consecuencias.
Dos visiones más
Prats afirmó que los países ricos han fracasado y será necesario “replantearse lo que significa bienestar” y Emilio Santiago que “el mundo se da entre límites, pero se instaló la ilusión de que podíamos eliminarlos”
José Luis de Vicente habló de lo que puede aportar el arte al futuro y puso sobre la mesa diferentes corrientes que aportan posibles escenarios: existe una vertiente que dice que se trata de un problema técnico, después están los extincionistas, “que dicen que el meteorito éramos nosotros y que todas las especies se extinguen; los aceleracionistas, para los que hace falta utilizar la geoingeniería y acelerar el proceso; y los que piensan que debemos prepararnos para ir al espacio, que para De Vicente saben que no es posible y se trata de una narrativa de distracción.
También están los decrecionistas, “una fantasía de vuelta al origen, difícil de pensar en un mundo con 8.000 millones de personas”. Y por otra parte, Lolita Chávez, activista amenazada de muerte en Guatemala por su su oposición a proyectos que destruyen su medio ambiente y su modo de vida, entre los que hay empresas españolas, pidió que España se replantee su historia y sus acciones neoliberales en América y que se hable de responsabilidad “porque muchos de los privilegios que se disfrutan son por nuestra sangre y eso la historia lo tiene que reconocer”. También pidió que se asuma la responsabilidad en el calentamiento global.
La lógica patriarcal
La ponencia de Almudena Hernando, la autora de El mito de la individualidad, fue sobre las causas más profundas del sistema, a la lógica patriarcal. Hernando afirmó que hemos llegado al colapso: “Creemos que lo que nos da seguridad es la ciencia, la tecnología y la razón” y que el orden patriarcal niega que sin lo relacional no podríamos vivir. “Este es el orden lógico causante de la devastación”, dice.
Además, el responsable de la devastación queda oculto si decimos que es toda la humanidad porque “no todos somos agentes de la devastación”, ya que se reduce a los hombres occidentales con lógica patriarcal. “Si no identificamos esta lógica, seguiremos con ella”.
Hernando habló de que en la Ilustración se asienta la idea de que lo relacional representa el atraso y que el progreso consiste en la razón, la ciencia y la tecnología. “Para cambiar la lógica del sistema hay que poner el énfasis en lo relacional, dejar de pensar que la ciencia y la tecnología son la única forma de cambiar las cosas, porque no es suficiente”.
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