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El “fantástico don Aquilino”, compañero de tertulia de Unamuno

El político y empresario, un referente en las primeras décadas del pasado siglo en las islas orientales, fue perseguido por el régimen franquista por masón después de haber fallecido

M. Riveiro 2 COMENTARIOS 20/10/2024 - 08:24

Hay personalidades que protagonizaron la vida política, social y económica de Fuerteventura y Lanzarote en los primeros años del siglo pasado, a las que las cuatro décadas de dictadura franquista enterró en el olvido y hasta ahora no se ha reivindicado su figura. Es el caso de Aquilino Fernández, político, empresario y masón, a quien el régimen llegó a perseguir después de muerto. El “fantástico don Aquilino”, como se refería a él Miguel de Unamuno, en las cartas que el escritor y filósofo le enviaba a Ramón Castañeyra Schamann, al recordar sus tertulias en Fuerteventura, en el tiempo que pasó desterrado en la Isla, entre marzo y julio de 1924.

Precisamente en el marco del centenario de la presencia de Unamuno en la Isla, la historiadora Inma de Armas trazó un perfil de Aquilino Fernández, en el ciclo de charlas Fuerteventura, a la vista de un siglo, que ha servido para rescatar a uno de los protagonistas “del mapa ideológico de las islas orientales a inicios del siglo XX”.

Aquilino Fernández, que lleva los apellidos de la madre, Antonia Fernández, al igual que su hermano Manuel, nace en Arrecife en 1878, si bien su padre, Luis Perdomo Ávila, que reconoce a ambos, es natural de La Oliva. “El padre de Aquilino, en Fuerteventura, es propietario de un molino de harinas, con fincas en Zurita y Los Pozos, fue secretario del Ayuntamiento de Puerto Cabras, consejero de la Sociedad La Esperanza, y uno de los mayores contribuyentes” de la Isla, explica la historiadora.

Esa relación familiar une la actividad política y empresarial de Aquilino Fernández en las dos islas orientales. Ya en 1903, aparece como uno de los firmantes de una carta en el semanario La Aurora, el primer periódico editado en Fuerteventura, en el que alaba un plan de mejoras, que podría traer beneficios para los que siempre habían sido “los eternos desheredados”, en referencia a la población de la Isla.

Muy joven, con apenas 19 años, Aquilino forma parte ya de la directiva de la Sociedad Democracia en Arrecife y es vocal del Casino. En la prensa de la época se publican, a comienzos del siglo pasado, referencias a su trayectoria como empresario e industrial, con la puesta en marcha de unas salinas. También se destaca que, bajo la senda del “progreso”, abandonaría los “clásicos molinos de viento, para sustituirlos ventajosamente por un par, movidos por un motor a gas pobre”. Y, al lado de las salinas, como “socio capitalista”, monta un edificio para la fabricación de harinas y molturación de granos.

Junto a su socio, Casto Martínez, tenía “el grandioso proyecto de instalar, a su vez, una fábrica de pastas y fideos, con panadería moderna y no tahona”. La fábrica, denominada El Triunfo, no terminaría de consolidarse. En el Boletín Oficial de la Provincia se publicó, en 1911, la subasta de una finca que contenía la fábrica y maquinaria. Pese al revés, Aquilino era poseedor de propiedades en Arrecife y Puerto Cabras, y mantendría la actividad industrial durante toda su vida.

En el ámbito social, Aquilino Fernández fue vocal de la denominada Junta de delegados de los pueblos de Lanzarote para la administración del Hospital de Dolores, constituida en 1906. Y en el terreno político, en 1909 es nombrado concejal de Arrecife. También fue miembro de las comisiones que se constituyeron en Lanzarote y Fuerteventura “para asistir a las asambleas por las Canarias Orientales”, con el objetivo de conseguir la división provincial.

Tal y como subraya la historiadora Inma de Armas, “es en 1910 cuando entra en la escena política otra alternativa al problema canario” y el majorero Manuel Velázquez Cabrera “logra que un gran número de personas, de todas las islas periféricas, apoyen la iniciativa de otro modelo administrativo que permita el autogobierno de cada isla, mediante la figura jurídica de los cabildos insulares”, que se materializaría en la ley que los reguló, en 1912.

Jugó un papel reivindicativo en la política de comienzos del siglo XX

La participación de Aquilino Fernández, que llega a ser alcalde de Arrecife, en reivindicaciones políticas es constante. El perfil, dado a conocer por la historiadora este pasado mes de septiembre, incide en su labor en la segunda década del siglo XX, al apoyar la división provincial, realizar campañas en Fuerteventura y Lanzarote, respaldar al diputado José Betancor (conocido en su faceta literaria por el seudónimo Ángel Guerra), o pelear para que las dos islas orientales se convirtieran en un distrito con representación directa en las Cortes. Su fama de buen gestor y de ejercer la transparencia en la actividad pública se reseña en la prensa de la época.

“No todo son alegrías en el camino de Aquilino Fernández”, apunta la historiadora, que cita un pírrico resultado en La Oliva en unos comicios a Cortes en 1914 o una reunión infructuosa cinco años después, en Villaverde, en apoyo de un candidato ciervista. Según la crónica de El Imparcial, habían prometido un “Grupo escolar” si triunfaba su candidato. ¿La reacción vecinal? Exigirles que “dejasen en depósito el importe de la obra o dieran una garantía de que la promesa se realizaría”. En cualquier caso, su papel reivindicativo no decae: en 1919 envía un documento al Rey con iniciativas para las Islas y también quejas por las malas comunicaciones con la Península.

La masonería

Al año siguiente, en 1920, solicita el ingreso en la Logia masónica Añaza, de Tenerife, donde es admitido en septiembre. A principios de 1921, escribe que había permanecido en la isla de Fuerteventura “durante más de dos meses, con motivo de la última elección para diputados a Cortes”, y que su “iniciación” como masón tuvo lugar de manos del capitán del vapor interinsular León y Castillo. Aquilino Fernández señala que pertenecer “a la gran familia masónica” había sido “una aspiración” durante toda su vida. “Porque viví y me eduqué en un ambiente masónico”, resalta.

Cuando en 1924 llega Unamuno a la Maxorata, Aquilino Fernández “se convertirá en uno de los contertulios habituales” del escritor, como se refleja en la fotografía tomada en la fachada del Hotel Fuerteventura, destaca la historiadora Inma de Armas. La década de los años 30, Aquilino Fernández la empezaría embarcado en aventuras políticas y, de hecho, crea un partido para aspirar a Cortes, con “garantías de adhesión a la República”. No llegaría a ver el estallido de la Guerra Civil: fallece en febrero de 1934 en un accidente de coche, en la carretera de Teguise. Su hermano Manuel, “periodista y vinculado a los movimientos obreros, con ideología cercana al socialismo”, fue “asesinado a palos y puñetazos, en el campo de concentración de La Isleta, en Las Palmas, en los inicios de la brutal represión organizada desde el día 18 de julio de 1936”, con el golpe de Estado liderado por Franco.

La dictadura perseguiría, por masón, a Aquilino Fernández, incluso después de muerto. El Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo le incoó un expediente en 1945, más de una década después de haber fallecido. Y, en 1959, la Comisaría General de Investigación Social, dependiente del Ministerio de la Gobernación, seguía interesándose por el masón Aquilino Fernández. Un personaje clave en el arranque del siglo XX en las islas orientales.

Comentarios

Qué lástima que de todo lo que cuentas de esta persona el titular sea para otro (que además ni estuvo en Lanzarote y solo estuvo en Fuerteventura lo justo hasta que por fin se escapó)
Carlitos, háztelo mirar. A lo mejor, con un buen tratamiento, te curas... un fisquito

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