Hace medio siglo se frustraron faraónicos planes para urbanizar de forma integral ambos islotes a través del turismo de masas
De cuando La Graciosa e Isla de Lobos iban a llenarse de hoteles
Hace medio siglo se frustraron faraónicos planes para urbanizar de forma integral ambos islotes a través del turismo de masas
Durante centurias, las ínsulas de La Graciosa e Isla de Lobos no pasaron de ser islotes medios olvidados y sin población fija, pero a mediados del siglo XX sus perspectivas de futuro cambiaron sustancialmente tras la llegada del turismo. Con la aparición de la nueva industria del viaje y en un contexto de gran especulación, gestores públicos e inversores privados comenzaron a soñar con gigantescos planes urbanísticos que estuvieron cerca de confirmarse, pero que finalmente no cuajaron. Exponemos aquí unas pinceladas de cómo La Graciosa e Isla de Lobos escaparon por muy poco del turismo de masas en su estilo más clásico, justo unos años antes de ser declaradas espacios naturales protegidos.
Por tamaño, La Graciosa es la octava isla de Canarias, con casi 30 kilómetros cuadrados, mientras Isla de Lobos es la décima, con 4,6. En medio se encuentra, con 10,3 kilómetros cuadrados, el islote o la isla de Alegranza (no hay una convención geográfica o regla oficial internacional que diferencie entre isla e islote).
Aunque con tamaños reducidos, la relevancia histórica de estas pequeñas ínsulas no es tan menor. Alegranza es la isla más al norte del Archipiélago canario, la primera tierra de Canarias que ven los navegantes que siguen y han seguido durante siglos las corrientes habituales desde Europa en su camino a América.
En Isla de Lobos se ha encontrado recientemente un yacimiento arqueológico que sus estudiosos vinculan al inicio de la primera época imperial de la antigua Roma (del siglo I a.C. al siglo I d.C.). Este asentamiento estaba asociado a la extracción de tinte de púrpura a partir del molusco conocido popularmente como canaílla (Stramonita haemastoma). El colorante púrpura era muy apreciado en la antigua Roma.
Aunque depende administrativamente de Lanzarote, La Graciosa ha sido nombrada de forma oficial hace pocos años la octava isla de Canarias, pero, previamente, ya había tenido un papel esencial en la navegación histórica a Canarias por las buenas condiciones de El Río, el tranquilo canal de mar que la une a Lanzarote y que no solo es apetecible por sus buenas condiciones ante los temporales, sino también por la cercanía a pequeñas fuentes de agua potable en el Risco de Famara y por tener al lado uno de los mejores saladares naturales de Canarias, el de las Salinas del Río. De hecho, en la zona se ha encontrado cerámica que ha sido adjudicada a época romana, aunque hay discusiones respecto a las dataciones.
Sea como fuera el debatido pasado de Canarias y de estos islotes antes de la definitiva conquista europea, de lo que hay poca duda es de que estos territorios quedaron en un humilde segundo o tercer plano en los primeros siglos de dominación castellana que se sucedieron tras su llegada en 1402. El motivo era evidente y lógico: su falta de agua potable.
Sin residentes habituales, durante centurias ambas islas apenas eran usadas en determinadas temporadas para obtener productos de pesca, marisco o ganadería: canaíllas, lobos de mar (foca monje), pescado, marisco, orchilla, cal, sal, barrilla, pardelas... Productos que fueron implantados muchas veces según los ciclos económicos de Lanzarote y Fuerteventura, quienes también usaban estos islotes como corrales gigantes donde dejar tranquilamente al ganado a su suerte para recogerlo a los meses.
Todo esto cambió a partir de los años sesenta del siglo XX, cuando el turismo impulsó los años del ‘desarrollismo’ en España, convirtiendo cientos de kilómetros de costa que hasta entonces habían sido improductivos, en un suculento festín de compraventa de terrenos de cara a la construcción de hoteles y resorts turísticos. Lanzarote y Fuerteventura llegaron un poco más tarde que Tenerife y Gran Canaria a esta fiebre especulativa y constructiva, pero pronto se sumaron con fuerza, añadiendo también La Graciosa e Isla de Lobos.
La Graciosa e Isla de Lobos fueron islotes semi abandonados durante siglos
Isla de Lobos había pasado por diversas manos durante el siglo XX, hasta que el empresario Rudy Meyer Asensio la vendió en 1965 por seis millones de pesetas (unos 36.000 euros actuales) a Playas de Jandía SL, cuyo propietario era Gustav Winter. Este empresario e ingeniero alemán había llegado en los años 20 a Canarias, donde principalmente intentó llevar a cabo varios proyectos agrícolas e industriales en una de las mayores y más aisladas fincas del Archipiélago: la península de Jandía, al sur de Fuerteventura.
La figura de Winter se ha hecho conocida por leyendas urbanas que lo relacionan con el nazismo durante la II Guerra Mundial, pero lo cierto es que no logró hacer la fortuna que quería en el sur de Fuerteventura, donde también intentó la explotación turística (llegó a construir hasta un pequeño aeródromo). Una aventura que volvió a intentar con Isla de Lobos a finales de los sesenta, cuando ya el turismo de masas había despegado en muchos lugares de España y empezaba a plantearse en Fuerteventura.
Folleto urbanístico de Lobos de 1967.
Inversores
Winter buscó inversores y socios para crear miles de camas (hoteles, apartamentos, villas), casinos, aeropuertos y otras grandes infraestructuras por toda Isla de Lobos. Aunque llegó a publicar hasta un folleto de promoción, lo cierto que es que la operación no llegó a fructificar por falta de interés. Una de las historias más llamativas de este peculiar momento en el devenir de Isla de Lobos fue la que desempeñó el célebre botánico Günther Kunkel, un estudioso de la flora canaria que fue contratado por Winter para dirigir la construcción de un jardín botánico de plantas del desierto en 1967 en Isla de Lobos.
Kunkel comenzó a trabajar en unas instalaciones de las que todavía quedan restos en la denominada Hoya del Cagadero del islote, pero el científico de origen alemán dejó el proyecto al poco tiempo, cuando entendió que la idea solo era una excusa para blanquear un plan de pura especulación urbanística. Gustav Winter murió en 1971 e Isla de Lobos siguió cambiando de propietarios hasta que pasó a ser de la empresa Geafond Número Uno de Lanzarote SA, compañía que poseía los hoteles recién instalados en las dunas de Corralejo: Tres Islas y Oliva Beach.
En medio de tanto cambio de manos, el contexto sociocultural empezó a reclamar la conservación de espacios naturales, no solo su venta al mejor postor. Así, en 1982, Isla de Lobos fue uno de los primeros espacios naturales protegidos de Canarias tras los parques nacionales. Fue declarada Parque Natural aunque su gestión y conservación no ha sido un camino de rosas ni ha estado exento de polémicas, mientras el flujo de visitantes ha ido creciendo año a año, hasta la pandemia.
En 2003, Lobos pasó a ser de RIU, cadena turística de origen mallorquín que se hizo con los hoteles rebautizados como Riu Oliva Beach y Riu Tres Islas. Ambos tenían procedimientos abiertos en los tribunales por invadir el dominio público marítimo terrestre y estar situados sobre el Parque Natural de las Dunas de Corralejo, de manera que en 2007, RIU cedió al Ministerio de Medio Ambiente del Gobierno de España la propiedad de Isla de Lobos a cambio de una ampliación de la concesión temporal de ocupación de suelo de dominio público de los hoteles que tiene sobre las dunas de Corralejo.
Después de seiscientos años ligada a herencias y traspasos, Isla de Lobos pasó a ser propiedad pública, quedando además gestionada, a través de las transferencias otorgadas en materia medioambiental, por el Cabildo de Fuerteventura. No obstante, la cuestión de los hoteles en las dunas de Corralejo sigue generando pleitos judiciales y controversias políticas, de la misma manera que los planes de conservación de Isla de Lobos y de limitación turística han generado fuertes polémicas en los últimos años.
La aprobación del PRUG de Lobos ha creado un vivo debate entre los partidarios de abrir la mano a una mayor explotación turística y los defensores de poner coto a la capacidad de carga de una isla que muchos consideran una joya medioambiental delicada.
Zonificación del concurso de 1970.
Los grandiosos proyectos urbanísticos de La Graciosa nacieron del impulso público, pero dirigidos a una explotación privada. Fraga Iribarne, entonces joven y moderno ministro de Información y Turismo del régimen franquista, conocía bien la realidad de Lanzarote, isla a la que apoyó en diversos proyectos turísticos, de manera que dio el visto bueno para organizar un concurso internacional nacido en 1967, que permitía la explotación turística de La Graciosa durante 50 años a cambio de llevar a cabo la construcción y gestión de un enorme complejo turístico que abarcaba toda la isla.
Plan de 25.000 camas
El semanario Antena, principal y casi único representante de la prensa local de la época, se hizo eco del concurso, que al parecer se llegó a anunciar incluso en New York Times. El proyecto podía albergar un mínimo de 25.000 camas, grandes construcciones, un aeropuerto y mucho más, dependiendo del acuerdo al que se llegara. También se presentó un proyecto de un puente para unir Lanzarote y La Graciosa y se trató de construir una carretera por el medio del Risco de Famara.
Teguise aprobó en pleno que la mega urbanización se llamase Fraga Iribarne
La Graciosa era entonces una pequeña isla casi sin infraestructuras, cuya población se dedicaba básicamente a las duras tareas de la pesca, como reflejó magistralmente el escritor Ignacio Aldecoa en su novela Parte de una historia (el primer cementerio se había construido durante el Mando Económico a principios de los años cuarenta, de manera que antes de esa fecha los fallecidos eran llevados a mano hasta Haría a través del Risco de Famara).
El municipio de Teguise –del que depende administrativamente la isla de La Graciosa– estaba tan entusiasmado con la idea, que llegó a aprobar en pleno que la urbanización se llamase Fraga Iribarne en honor al promotor de la idea, pero el concurso quedó desierto en sus dos ediciones.
Por aquella época, el negocio de la compraventa de las parcelas estaba en plena efervescencia. De hecho, el mismo año que fracasó la segunda edición del concurso para la magna urbanización en La Graciosa, 1970, Protucasa (Promociones Turísticas Canarias SA, una entidad mezcla de dinero público y privado) compró la isleta de La Santa para construir 14.000 camas.
Sin embargo, las sensibilidades fueron cambiando y, aunque también se plantearon otras iniciativas turísticas de menor escala, en la década de los ochenta, La Graciosa y el Archipiélago Chinijo (La Graciosa, Alegranza, Montaña Clara, Islote del Este e Islote del Oeste) pasaron a formar del Parque Natural de los Islotes del Norte de Lanzarote, que llegó a sonar también como Parque Nacional.
No obstante, como en Isla de Lobos, los planes de conservación de La Graciosa y el Archipiélago Chinijo han sido muy discutidos en las últimas décadas, al mismo tiempo que el número de turistas anuales aumentaba. El Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) ha sido anulado y reformulado en varias ocasiones y se han sucedido muchas quejas de los grupos ecologistas, además de incidencias de todo tipo relacionadas con pesca o caza ilegal, como el famoso caso de las pardelas en Alegranza de hace unos años, que supuso condenas para los detenidos, pero también acarrearon serios problemas para la teniente del Seprona que dirigió la operación.
La Graciosa y el Archipiélago Chinijo cuentan con varias publicaciones específicas, pero Isla de Lobos no tenían una guía amplia hasta la llegada hace unos años del libro ‘Isla de Lobos, naturaleza e historia’, del biólogo y escritor Ignacio Romero. Esta obra de divulgación detalla las impresionantes geografía, geología y biología de un islote que fue conocido por albergar focas monje y que mantiene endemismos como la Siempreviva de Lobos.
Aunque los valores medioambientales sí han sido reconocidos, este libro tiene el mérito de rescatar la llamativa historia social de una isla que apenas tuvo población estable, pero que, aun así, albergó a grandes personalidades, especialmente las relacionadas con el Faro de Martiño, desde grandes escritores y periodistas, a pedagogos y activistas políticos: Federico Doreste, Josefina Plá, Joseé Rial Vázquez, José Antonio Rial González y Antonio Hernández Páez.
Comentarios
1 Brutos y estúpidos Sáb, 28/08/2021 - 15:05
2 Flâneur Sáb, 28/08/2021 - 18:08
3 Tierra Dom, 29/08/2021 - 08:01
4 Centurión Dom, 29/08/2021 - 20:27
5 ANXEL Lun, 30/08/2021 - 16:07
6 luis abaroa Sáb, 11/09/2021 - 23:20
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