En España no hay una norma eólica integral, sino una sucesión de normas con alcance parcial y cada comunidad autónoma tiene su propia regulación
Ante el modelo eólico marino: no replicar el ‘no modelo’ de la terrestre
En España no hay una norma eólica integral, sino una sucesión de normas con alcance parcial y cada comunidad autónoma tiene su propia regulación
Al frente de la potencia eólica mundial está China, seguida de lejos por Estados Unidos, Alemania, India, España y Reino Unido. La eólica marina está despegando, pero China también está a la cabeza. El modelo pionero en la energía eólica fue el de Dinamarca, que comenzó en 1973. Es un modelo que “no dejó a nadie fuera”, desde las grandes empresas a los consumidores, y esa fue su baza para el triunfo. Promovió un modelo asociacionista de propietarios, que tenían derecho a una remuneración acorde al beneficio que se iba a obtener. Eso dio garantías jurídicas a los propietarios y los metió en el sistema.
Mientras que otros países sí adaptaron a su modelo algunas de las características de Dinamarca, en España esto no se da. En ese país, el 85 por ciento del negocio está en manos de los propietarios. En Japón, mediante fondos soberanos, el 70 por ciento de los parques está en manos de amas de casa. En Bélgica hay una cooperativa con 24.000 socios y en Dakota (EEUU) una que surte energía a 2,8 millones de personas. “Es importante incluir la protección del entorno y de las comunidades locales y por ello deberían recibir un beneficio y cerrar así las puertas a la especulación”, señala Rosa María Regueiro, economista, profesora de la Universidad de Santiago de Compostela y experta en energías renovables, que impartió un taller sobre la situación de la energía eólica en España en la Fundación César Manrique.
El modelo eólico en España es un “no modelo”. En Galicia, de setenta proyectos en marcha, sesenta están parados por el Tribunal Superior de Justicia por incumplir la declaración de impacto ambiental. En España no hay una norma eólica integral, sino una sucesión de normas con alcance parcial y cada comunidad autónoma tiene su norma. Mientras que la eólica marina depende del Ministerio, la terrestre, si es de menos de 50 megavatios, depende de las comunidades autónomas, con lo cual se produce “la trampa de los 50 megavatios” porque se trocean los proyectos para evitar la evaluación ambiental.
Para instalar un parque eólico es necesario mucho capital, pero no genera tanto empleo. Un megavatio cuesta aproximadamente un millón de euros. Durante su construcción genera unos trece empleos por año y megavatio, mientras que para su mantenimiento solo es necesario un empleo por cada cinco megavatios. En Canarias, de momento, la penetración de la energía eólica está en el 16,2 por ciento, mientras que en España es del 22,4. Es un modelo muy productivista, alienta la participación del sector empresarial, deja de lado a las comunidades y los pequeños propietarios y provoca inseguridad jurídica. “La duda es si se va a trasladar este modelo a la eólica marina”.
Regueiro abordó los retos de este tipo de energía, como la afectación ambiental sobre el territorio, tanto de la eólica terrestre como de la marina, que también tiene un impacto multifactorial: hidrodinámicas, sonidos, actividad naval, impacto visual... Hay que estudiar todas esas afecciones, al igual que las sociales, al entorno o a la vida tradicional: hay conflictos entre vecinos, ocupación de áreas de ocio, etc. En casi todos los modelos, también fuera de España, existe “falta de credibilidad, compromiso y transparencia”. Hay conflictos provocados por la instalación de la energía eólica en todo el mundo. En lugar de fijarse en el modelo danés “parece un proceso de neocolonización”, señaló.
Marina
Respecto a la eólica marina hay un informe del Tribunal de Cuentas Europeo del año 2023 que advierte sobre sus posibles efectos; dice que puede generar problemas prácticos que aún no han tenido atención y pide evitar esos conflictos y proteger el medio ambiente, garantizando la convivencia con otras actividades. En España, el Real Decreto 150/2023 define cinco zonas de uso prioritario para instalar parques eólicos marinos. Una de esas zonas es la demarcación canaria. De los 40 proyectos de toda España, 21 están en la provincia de Las Palmas, aunque no suman la mayor potencia prevista.
Para un parque eólico hace falta mucho capital, pero no genera tanto empleo
Faltan datos claros en más del 80 por ciento de estos proyectos pero es seguro que tendrán impacto visual y que escasean los materiales para su construcción. Se puede dar otra “trampa”, que es que en la extracción de los materiales necesarios y en su construcción se consuma tanta energía y se produzcan tantas emisiones como las que se quieren ahorrar. “Seguimos haciendo mal el proceso de extracción de esos materiales que necesitamos y no debemos olvidar la economía circular que nos puede ayudar”.
Consideraciones
Como consideraciones finales al taller, Regueiro señaló que “hay que cambiar el modelo de producción y de consumo, es inaplazable”. Sigue siendo un modelo asimétrico que no es inclusivo. Está dominado por los fondos de inversión, pero no hay aceptación social. “No dupliquemos este modelo en la eólica marina porque no ha funcionado en las anteriores”, dijo Regueiro, que apuesta por poder contar con instrumentos conceptuales que nos digan la información sobre los materiales que quedan porque es importante contabilizar y gestionar el capital mineral del planeta. En este sentido, el Derecho internacional tiene algo que decir sobre el impacto global de la degradación por el modelo energético. También hace falta una transición política, económica y cultural “porque si no perdemos todos, hasta los que creen que ganan”. La Unión Europea sigue dependiendo mucho del petróleo, tiene una gran debilidad energética, las renovables siguen siendo complementarias, no hay un modelo inclusivo y hay que prevenir la pobreza energética. En definitiva, “hay que aprender de las lecciones recientes”.
En Canarias, de momento, la penetración de la energía eólica está en el 16,2%
Hay otro elemento relevante: las energías renovables no son sustitutivas del modelo hegemónico fósil, están diseñadas para que sean complementarias. Tienen la ventaja de que no producen emisiones pero su construcción, su mantenimiento y su desmantelamiento no es inocuo. El sistema fósil sigue siendo hegemónico, queda mucho camino para que deje de serlo y es difícil que cambie porque va de la mano del modelo productivo. No es factible que cambie de forma sustancial en los próximos treinta años. Regueiro señaló que ya se habla, no de la Agenda 2030, sino del horizonte de 2050 o 2070: “La adaptación no está siendo tan rápida y esto tiene que ver con la limitación de los recursos”. El pico máximo de petróleo disponible de calidad se pasó ya en el año 2010. Puede haber reservas por descubrir, pero su coste de extracción es mucho más caro, al igual que pasa con el gas natural y con otros materiales imprescindibles. “Así que tenemos que cambiar”, dijo.
“Estamos en una crisis energética provocada por un modelo que ha cambiado para seguir igual”. Rosa María Regueiro, profesora de Economía Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela, comenzó el taller ‘El desarrollo eólico en el contexto de crisis ecosocial’ en la Fundación César Manrique explicando las características generales del modelo energético. Esta crisis es multifactorial, a diferencia de las anteriores que estaban basadas solo en la oferta y la demanda. Al modelo hegemónico fósil nunca le ha importado el entorno ni los límites de la biosfera y “es importante señalar que los recursos no se van a reproducir ya a la misma velocidad que los vamos a consumir”. Por otro lado, sigue habiendo personas que no disponen de electricidad, incluso en España, donde existe pobreza energética, que es una situación provocada por el propio modelo. Regueiro también indicó que es importante conocer las relaciones de poder derivadas de la propiedad de la energía, porque están detrás de las decisiones políticas y geoestratégicas. España, y la Unión Europea, en general, tienen una gran dependencia del exterior.
Para Regueiro, “un detalle preocupante es la situación de pobreza energética” en España, donde el número de hogares que no puede mantener una buena temperatura creció entre 2015 y 2021 un 3,6 por ciento frente a una subida media menor en Europa, del 2,7. La profesora de la Universidad de Santiago también explicó el funcionamiento del sistema marginalista de fijación de precios, que es complejo y en el que marca el precio la última tecnología que entra en la red. Es un modelo que genera distorsiones: las energías renovables perciben una sobreremuneración y el gas y el petróleo se compran por su precio futuro. Las mismas empresas que venden electricidad son las que compran, y el mercado, en el fondo, se ha convertido en un mercado financiero.
Comentarios
1 Anónimo Vie, 26/07/2024 - 13:06
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