Canarias viene disfrutando un periodo de relativa tranquilidad geológica desde las interminables erupciones volcánicas de Timanfaya en 1730-36. Se necesitaron seis años en aquel entonces para cicatrizar un corte profundo en la corteza terrestre de 15 km de longitud, desde Montaña Colorada hasta El Quemado. Como resultado, un extenso manto de lava cubrió la cuarta parte de la superficie actual de la isla de Lanzarote. Todavía hoy se mantienen temperaturas de cientos de grados centígrados a pocos metros de profundidad.

Desde aquellas fechas hemos tenido pocas erupciones en Canarias: tres en La Palma (1949, 1971, 2021), una en El Hierro (2011), una en Tenerife (1909) y una triple erupción en Lanzarote en 1824, hace justamente ahora 200 años.

Centrándonos en Lanzarote, no se hicieron en aquel momento mediciones con instrumentos científicos pero las abundantes crónicas de la época permiten hacer una reconstrucción detallada de todo lo que aquí pasó (“Crónicas documentales sobre las erupciones de Lanzarote” 1997, “Las manifestaciones volcánicas históricas del archipiélago canario” 1991; Carmen Romero Ruiz).

Hagamos un recorrido rápido por los tres volcanes lanzaroteños de 1824.

El Volcán de Tao, o del Clérigo Duarte, despertó el 31 de julio cerca de la carretera que va de Tao a Tiagua, después de 11 años de repetidos terremotos y ruidos subterráneos que se volvieron más frecuentes en los últimos días. Se cuenta del 30 de julio que “se ha visto por los vecinos de Tao que hubo porciones de exhalacioncitas, o fuegos pequeños, que parecían relámpagos rastreros, y por la mañana en las inmediaciones de la Casa Cortijo del presbítero don Luis Duarte, algunas pequeñas rendijas en la tierra, como asimismo en las inmediaciones del camino que viene de Tiagua para esta Villa, y algunas grietas notables, y un movimiento en la tierra como que hervía”.

En relación a los temblores, “aumentó su fuerza acompañada de ruidos subterráneos: la misma noche fue todavía más cruel, pues éstos se aumentaron y extendieron, causando un espanto general en todos los habitantes de las aldeas inmediatas, que huían de sus casas sin saber adónde”. Al amanecer del 31 de julio “se levantó un remolino de improviso que suspendió la tierra en figura de una bomba”, a continuación “principió a salir una columna de fuego y vomitar lava”. “Muchas de las piedras que arrojaba se elevaban tanto que podían compararse con cualesquiera cohetes”.

En las actas del ayuntamiento de Teguise se relata como “al momento que se advirtió que era volcán dispuso el Señor Alcalde que se tocara Generala; se tocaran las campanas de la parroquia en señal de fuego y se disparasen del Castillo de Santa Bárbara los tres cañonazos de señal de al Arma General”. “En la Villa capital de Lanzarote a primero de agosto de 1824” se celebró un Pleno “y aunque dicha convocatoria fue librada para otros negocios pendientes se ocupó como de la mayor gravedad en tratar” de lo que estaba pasando en Tao.

Se llevó “en rogativa desde Mancha Blanca a N. S. de los Dolores cuya Imagen la pusieron en una loma a la vista del volcán y le hicieron algunas promesas”. Finalmente, la lava se extendió sobre una superficie de tan solo 1 km de longitud por 0.3 km de ancho, pero el Clérigo Duarte perdió casi la mitad de sus terrenos de Tao, convertidos en “20 fanegas de volcán con 20 higueras”.

Dos meses más tarde, el 29 de septiembre, se presentó el Volcán Nuevo del Fuego, o Chinero, en el corazón mismo de Timanfaya, junto a las Montañas del Fuego, a 13 Km del anterior Volcán de Tao. En este caso, “antes no hubo anuncio ninguno ni más antecedente que verlo vomitando fuego, piedras, arena y demonios colorados (B. Perdomo, cura de San Bartolomé)”. La corriente de lava recorrió alegremente una distancia de 6 km, sobre la superficie allanada que habían dejado las erupciones del siglo anterior, hasta llegar al mar en la Playa de Las Malvas. El trazado de este río solidificado se distingue claramente, incluso en imágenes aéreas.

El Volcán de Tao, o del Clérigo Duarte, despertó el 31 de julio cerca de la carretera que va de Tao a Tiagua, después de 11 años de repetidos terremotos y ruidos subterráneos

Solo unos días después, el 16 de octubre, irrumpió el Volcán de Tinguatón, o Volcán Nuevo, en la recta que une los dos volcanes anteriores, en el Parque Natural de los Volcanes, a 1.4 km del Centro de Visitantes de Timanfaya. Según testigos, “después de anochecer hizo un gran estrépito y se presentó al mismo tiempo una nueva erupción con una grande columna de fuego, tan recta y elevada que tenía iluminada toda la isla… brotaba con tanta abundancia que superaba a las dos anteriores, parecía que uno veía crecer la montaña”.

En este último volcán la fase hidromagmática fue la dominante, la enorme cantidad de agua expulsada limpió los conductos de emisión de lava, dejándolos abiertos hasta una gran profundidad. De aquí viene que este volcán también se conozca como Bocas del Diablo, que en aquel año se abrieron hasta alcanzar el infierno de magma incandescente sobre el que descansa la isla.

Ahora que todavía resuena en la memoria el último volcán de La Palma, ahora que todos hemos podido ver la fuerza con la que se muestra la naturaleza cuando se rompe la corteza terrestre; el “triple paroxismo volcánico” que se produjo en Lanzarote hace 200 años merece ser recordado y homenajeado, deseando que tarde en repetirse.

* Catedrático de Física de la Universidad de La Laguna